Entre la estridencia que domina el escenario político; entre ese mar de formas que ponderan la descalificación y el insulto, a veces pasan de largo situaciones de fondo, que por sus implicaciones nos afectarán, de alguna manera, a todos.
Primero, el contexto: en nuestro país, hoy, pensar distinto, tener una visión sobre tal o cual asunto que difiera de la del Presidente o el cuestionar algunos arrebatos, por sus modos, de la llamada cuarta transformación, es prácticamente un crimen que, si bien no llega a los tribunales y aún no es penado con cárcel, pues sí amerita el descrédito e incluso que se le coloque en el paredón para ser “fusilado pacíficamente”, ya que eso, diferir, es “traición a la patria”.
Ahora, lo que viene: la 4T quiere ir mucho más allá, mucho más al fondo, y si se trata de formar a una nación de personas que estén incondicionalmente con el movimiento, pues qué mejor que iniciar el adoctrinamiento ideológico desde la más temprana edad.
Por eso se lanza un nuevo modelo educativo que combatirá desde las aulas a los neoliberales, elitistas y racistas. No, ellos no tienen cabida en este país, y pues estos oscuros personajes que mantienen estas deleznables conductas deben ser erradicados.
La cuestión es que nadie sabe bien a bien quién embona en estas categorías tan sonoras, tan estridentes. Pero no hay problema, serán los miembros de la cúpula de la propia 4T quienes definan exactamente qué significa ser racista, elitista y neoliberal y todo lo que se acumule, según lo requiera la coyuntura.
Ahora la educación será humanista y libertaria, y si usted tiene alguna inquietud en este momento, sobre exactamente qué significa eso, pues no se preocupe, que los mismos de la 4T se encargarán de definir qué es libertario y humanista, y qué no lo es.
Vamos pues hacia un pensamiento único, el de Andrés Manuel, y a ver cómo nos va, como país, en el futuro cercano.
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