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Coahuila

¿Traición a la patria?

Por Xavier Díez de Urdanivia

Hace 2 años

La política suele transitar por rutas ásperas y tortuosas, pero la de México, en estas vísperas electorales, eso se ha exacerbado.

La semana anterior ofrece muestras sobradas: el desafuero del gobernador de Tamaulipas, la “visita” del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al Palacio Nacional (¿Para entrevistarse con quién? ¿Con qué propósito? ¿Habrá tenido que ver con el desafuero?); la entrevista, opacada en México, con la vicepresidenta estadounidense, y algunas otras cuestiones, de suyo y por sí mismas relevantes.

Destaco una que, a mi juicio, puede trascender: el anuncio hecho por el presidente -tanto como su justificación- de haber presentado “una nota diplomática pidiendo al gobierno de Estados Unidos una explicación” por el financiamiento de USAIDS a la ONG “Mexicanos Contra la Corrupción”, lo que ocurrió en medio de un clima tenso y no exento de aristas en la relación bilateral, y apenas minutos antes de la entrevista con la vicepresidenta estadounidense.

El episodio no es menor, porque seguramente repercutirá -no para bien- en la relación con los vecinos del norte, pero también contribuirá a intensificar la crispación interior al arremeter contra empresarios, periodistas, organizaciones y muchos de quienes han “militado” (según la nota) “en contra del Gobierno de México”. Por eso merece especial atención. 

¿Quién es U.S.A.I.D.? “Es una agencia federal independiente responsable de planificar y administrar la asistencia económica y humanitaria en el mundo”, dice la página web informativa del gobierno de los Estados Unidos (https://www.usa.gov/espanol/agencias-federales/agencia-de-ee-uu-para-el-desarrollo-internacional).

Aunque hace ostentación de ser una agencia del pueblo, no del gobierno, de los Estados Unidos, su carácter oficial es claro y su función también: “USAID lidera los esfuerzos humanitarios y de desarrollo internacional para salvar vidas, reducir la pobreza, fortalecer la gobernabilidad democrática y ayudar a las personas a progresar más allá de la asistencia”, dice su página web (https://www.usaid.gov/who-we-are).

Fue creada en 1961 por el presidente Kennedy con el objeto manifiesto de promover el desarrollo socioeconómico de otros, pero no hace falta una singular agudeza para inferir que, en plena guerra fría, la intención de fondo era ganar adeptos para la causa estadounidense en la rebatinga abierta con la U.R.S.S. por el control del mundo.

La “guerra fría” pasó a la historia, pero la pugna política subsiste y en ella siguen descollando los Estados Unidos de América, con China acercándose vertiginosamente y una CEI -la antigua U.R.S.S.- que no se resigna a perder terreno y una Europa unida que, a pesar de los pesares, mantiene una posición destacada.

La utilidad instrumental de la “ayuda internacional” en ese contexto resulta evidente. Su potencial como vehículo de proselitismo y penetración cultural no es deleznable y, en el extremo, puede incluso portar apetitos coloniales.

La vinculación de esa agencia con México es añeja y ha sido de altibajos, pero se mantiene y hasta existen planes, en curso, para profundizar la “asociación estratégica” con nuestro país, vinculándose con los gobiernos estatales y locales “que demuestren la capacidad y el compromiso para hacer frente a la impunidad y la violencia”, además de fortalecer la alianza económica bilateral.

¿El propósito? “Reducir la impunidad, la delincuencia y la violencia, al limitar el campo de acción de la delincuencia organizada en zonas seleccionadas…al facilitar el aumento en el uso de enfoques basados en evidencia por parte del GDM (gobierno de México) además de colaborar con las contrapartes mexicanas para avanzar en la agenda compartida”.

No se esconde, ni esconde su “modus operandi”. Quienes reciben su ayuda, como la de otros organismos y fundaciones, públicos y privados, mexicanos o extranjeros, harían bien en ser cautos, pero entre recibir financiamiento y cometer traición a la patria hay un trecho que no se sacia con el hecho de ser oposición y disentir del gobernante, sus intenciones y sus acciones.

La reacción fue muy áspera, con dedicatoria personalizada, y opino que fuera de proporción. En tan importantes vísperas electorales ¿podría eso, además, interpretarse como signo de preocupación?

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