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Coahuila

Una historia muy recurrente, ejemplar

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 3 años

“Ha muerto don Isidro. No, no es posible. Don Isidro López Zertuche no ha muerto, ni morirá, porque todas las obras que realizó para compartir con sus conterráneos la fortuna de que disfrutó en los últimos lustros hablarán siempre de su vida, alentará en ellas su espíritu, y será el ejemplo a seguir para muchos que, como él, anhelan el progreso de la ciudad”, así decaía la nota introductoria del Diario de Cabrerita, aquel día del año de 1959 en que rindió tributo a la madre tierra este ejemplar hombre.

La del señor López Zertuche es de esas historias que deben de servir de ejemplo a muchos. Siendo modesto empleado logró poco después independizarse, y en unión de sus hermanos Carlos y Ricardo emprendieron el negocio ferretero que los llevó a ocupar el lugar preponderante.

¿Qué se puede decir de don Isidro López Zertuche que no lo conozcan o no lo sepan los saltillenses? Es por lo tanto completamente inútil intentar escribir su biografía. Ella se llevaría páginas y más páginas con el grave riesgo de dar lugar a omisiones o falta de precisión en fechas y lugares.

Surgió en él la idea de fabricar los mismos productos que más demanda tenían de su clientela en las distintas ferreteras. Empezó por fabricar las cubetas de lámina que tan necesarias son para distintos usos hasta en el hogar más humilde. Fabricaron también baños del mismo material.

Se había adquirido una máquina troqueladora, por demás sencilla para fabricar cajitas para vaselina, y se fabricaron también las “fortalezas” o asientos de metal para las veladoras.

Cuando don Isidro logró cimentar la parte industrial de sus negocios, pasó la parte suya de las ferreteras a sus hermanos Carlos y Ricardo, para dedicarse de lleno a la producción industrial y allí surgió lo que hoy es el emporio Grupo Industrial Saltillo.

Poco antes de 1930 empezó a fabricar loza de aluminio, que pronto adquirió gran prestigio en toda la República, pues era de la primera de esa clase que se hacía en la República, sustituyendo así a la que se traía de Estados Unidos.

Cuando inició las pruebas para fabricar cacerolas utilizando hojas de lámina, sus amigos y familiares pensaron que se había vuelto loco, en el sentido literal de la palabra. Les resultaba difícil aceptar que quien hasta entonces había destacado por ser un talentoso empresario, de pronto hubiera perdido la cordura dedicando tiempo y dinero a un proyecto sin sentido. Eran los últimos años de la década de los 20, y en ese entonces nadie se imaginaba que la perseverancia del “Chato” López derivaría en la fundación de la Compañía Industrial del Norte (Cinsa), semilla de lo que hoy es el Grupo Industrial Saltillo.

Quienes lo conocieron lo recuerdan como un hombre inquieto, que definitivamente no encajaba en la tranquilidad provinciana de hace casi 100 años, cuando la mayoría de los empresarios se preocupaba solamente por solventar sus necesidades del diario vivir; no tenían la visión de crecimiento y diversificación, que era el rasgo característico del fundador de un consorcio que hoy tiene presencia en el mercado internacional. Cuando una idea lo empezaba a inquietar no había quien lo pudiera detener, ni siquiera su esposa Ana María del Bosque, quien compartió su vida y sus desvelos durante 35 años.

Primogénito de una familia de ocho hijos, López Zertuche se convirtió en el sostén de su familia en 1910, justo cuando había cumplido 18 años y el país se convulsionaba por los primeros brotes de la Revolución. Desde entonces su vida estuvo dedicada al trabajo, a su familia, a obras asistenciales y hacer realidad lo que para otros eran simples fantasías.

Viajó a Michigan, en Estados Unidos, para comprar una prensa de la Bliss Company, que era lo más avanzado del momento, pero las ventas eran de riguroso contado.

Después de 20 días de persistencia, logró que el director general de la Bliss Company autorizara la primera venta a crédito.

Al lado de Cipriano Martínez trabajó días y noches durante siete meses hasta obtener una olla lisa y perfectamente acabada.

A partir de entonces, el negocio pudo crecer de manera exponencial, arrancando la Compañía Industrial del Norte (Cinsa), semilla de lo que hoy es el Grupo Industrial Saltillo.

Incursionó después en la fabricación de molinos de granos, planchas de hierro, portaviandas y estufas de gas natural.

Después vinieron otros negocios, como Brochas y Cepillos Éxito en 1942; el Banco Mercantil de Coahuila en 1944, Molinos El Fénix en 1947; en 1955 constituyó la Financiera del Bravo Sociedad Anónima, y ese mismo año creó Compañía Fundidora del Norte, conocida como Cifunsa Planta 1, donde se hace el proceso de fundición de hierro gris maleable y la Compañía General de Bienes Raíces y Construcciones Sociedad Anónima, entre otras empresas.

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