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Coahuila

Una reflexión sobre la transición del presidente Díaz Mori al presidente Madero González

Por Rodolfo Villarreal Ríos

Hace 2 años

Como resultado de nuestro escrito de la semana anterior, “Un candidato que ‘no pintaba,”’ recibimos varios comentarios respecto a su contenido, la mayoría de ellos en un sentido positivo. En ese contexto, hubo uno que nos movió a la reflexión. El autor de este fue nuestro otrora maestro preparatoriano, hoy amigo, el rector de la Universidad Autónoma de Piedras Negras, Xavier N. Martínez Aguirre, quien nos señaló aspectos acerca de los cuales comentaremos en esta ocasión, partamos a repasarlos.

Nosotros enfatizábamos en la pieza señalada arriba que la candidatura de Francisco Ygnacio Madero González partía del apoyo que le otorgaban los integrantes del grupo Monterrey quienes lo veían como uno de los suyos. Sin restar validez a este argumento, aquí tenemos que considerar lo que Xavier nos apuntó al mencionar que “Díaz era un hombre experimentado y con prestigio internacional.” A esto no tenemos nada que objetar, es totalmente cierto. Debemos de recordar que el presidente Díaz Mori, además de llevar un largo tiempo ejerciendo el poder, era un hombre que no llegó a adquirirlo de súbito. 

Su carrera la inició desde abajo y la consolidó con sus acciones militares a lo largo de la intervención de los franceses y Maximiliano. En esos tiempos, además de sus hechos de armas, hubo de negociar muchas veces con el enemigo para poder dar el paso siguiente. Eso sí, no podemos tacharlo de traidor. Basta recordar cuando le ofrecieron el mando del ejercito del barbirrubio austriaco y no lo aceptó. Pero, tampoco, podemos dejar de lado que conforme iba teniendo éxito en sus acciones de guerra, sus ambiciones políticas corrían en paralelo. A lo largo de su vida militar fue aprendiendo a distinguir quienes le podrían ser útiles y los diferenciaba de aquellos que en el futuro podrían representarle un obstáculo para llegar a donde tenía planeado. 

Al respecto, en la ocasión anterior, comentábamos acerca de cómo Díaz ordenó el fusilamiento de Santiago Vidaurri Valdés quien, de haberle perdonado la vida, podía convertirse en un competidor para lo que ambicionaba.  En igual forma, sin que tengamos documentación dura que nos avale, nos permitimos emitir nuestra perspectiva acerca de porque Díaz perdonó la vida del conservador sanguinario, Leonardo Márquez. Nos atrevemos a mencionar que este sujeto de baja estofa, traidor de ida y vuelta, debe de haber intercambiado información a cambio de que no lo ejecutaran. ¿De que otra manera se explica que pudiera “escapar” de la Ciudad de México en manos de las fuerzas de Diaz?  El pragmatismo se impuso en el general oaxaqueño quien sabía que el “Tigre de Tacubaya,” no representaba peligro alguno una vez derrotados los invasores y sus acólitos mexicanos. 

Al ejecutar ese tipo de acciones, estaba consciente de que el estadista Benito Pablo Juárez García lo conocía perfectamente. En aquel tiempo, Díaz actuó del lado correcto de la historia y pudo consolidarse como el gran soldado de la república, lo cual no impedía que el presidente Sebastián Lerdo De Tejada Corral lo calificara como un sujeto peligrosísimo capaz de ejecutarte y al mismo tiempo soltar el llanto. 

Por lo anterior, se oponían a que se hiciera del poder. Se encontraban convencidos de que, al momento en que lo obtuviera, sería muy difícil que quisiera dejarlo y así sucedió. Realizó mil y una machincuepa para que su llegada se viera como un acto producto de la democracia y una vez ahí, lo más que hizo fue prestárselo un rato a su compadre, Manuel del Refugio González Flores. quien nunca se destetó y se lo regresó porque así estaba marcado sucediera. A partir de ese año, 1884, hasta 1911, Díaz gobernó el país con mano de hierro lo cual, si bien le hizo caer en situaciones extremas, nadie puede acusarlo de no haberlo pacificado aun cuando el costo fuera muy alto. 

Cuando llega 1910, por supuesto que el presidente Díaz tenía toda la experiencia de como gobernar y su prestigio internacional era altísimo. A la par de su política de mano dura, no podemos negar que se dedicó a crear la infraestructura del país. Los sistemas de comunicación se mejoraron sustancialmente. Se vivieron los primeros indicios de industrialización, sin que ello implicara la desaparición de las haciendas pulqueras y las fincas henequeneras en donde el trabajo forzado, las tiendas de raya y el derecho de pernada siguieran vigentes. En materia de construcciones, no podemos negar que las realizó a conciencia. A mas de cien años de distancia, en la ciudad de México, los edificios que se levantaron entonces han sobrevivido los embates de cuanto temblor se ha suscitado a lo largo de ese tiempo. Muestra de cómo lo veían desde afuera es el hecho de que el presidente de los EUA, William Howard Taft haya aceptado reunirse con él en Ciudad Juárez y El Paso, Texas, el 17 de octubre 17 1909. Asimismo, no fue fortuito que 24 naciones enviaran representantes a los festejos del Centenario de la Independencia que fueron un éxito. Era una muestra de que la fama de Díaz, alrededor del mundo estaba en el cenit.  

Lo anterior, nos lleva a la segunda reflexión que Martínez Aguirre nos hiciera: “Madero era muy joven sin prestigio político y, aun cuando era reconocida su bondad, mueve a duda que se le permitiera realizar manifestaciones y campañas políticas contrarias al presidente.”  ¿No crees que el líder haya dado su anuencia?”  Al respecto, estimamos que si a Madero se le permitió moverse a lo largo y ancho del país fue precisamente por considerarlo que no era rival de peligro. Aun cuando ya había escrito su libro “La Sucesión Presidencial en 1910,” pocos en el círculo cercano al presidente Díaz Mori lo veían con tamaños para representar una oposición seria. Ellos partían de la óptica que todo aquel que se opusiera al caudillo terminaba por ser emulo de Nicolás Zúñiga y Miranda aquel personaje que en cada elección se presentaba como opositor a Diaz y, después, proclamaba haber sido despojado del triunfo.  

Sin embargo, en el caso de Madero, digamos que aceptamos, sin conceder, que sus actos no atraían una gran cantidad de asistentes, pero en ello pudieron influir otras cosas. La población no se animaba a acudir a los eventos por temor a ser tachados de oposicionistas y todos sabemos que las autoridades municipales y estatales simpatizantes del presidente Díaz, no se andaban con medias tintas cuando detectaban un foco de posible insurrección. En igual forma, retornado a la perspectiva sobre Madero, estimamos que el propio presidente lo veía simplemente como un chamaco deseoso de llamar la atención, sin considerar que aun cuando fuera eso, era la criatura de aquel grupo a cuyo fundador él mandó fusilar. Sería la óptica corta del presidente, generada quizá por los años, o bien la asesoría que le daban “Los Científicos, pero lo dejo hacer. Al respecto debemos de recordar que en el pasado a la menor señal de que alguien podía hacerle sombra o poder convertirse en un potencial rival político, el presidente Diaz Mori tomaba cartas en el asunto. Al general Mariano Antonio Guadalupe Escobedo de la Peña, el gran héroe de Querétaro en 1867, poco a poco le fue minando el prestigio hasta que la edad cronológica terminó por concluir el trabajo. Otro caso fue el del general Ramón Corona Madrigal, otro de los héroes de Querétaro y de quien se dice mucho le debe la monarquía española, un mal dia se le apareció un “loco” y lo asesinó a puñaladas, algo de lo cual se dijo no fue tan casual como pudiera parecer. 

Independientemente de lo anterior, hay algo que poco se cuestiona y es el hecho de que si, como se afirmaba entonces, Madero no representaba peligro alguno, ¿Por qué lo recibió el presidente Díaz Mori en abril de 1910?  Desde nuestra perspectiva eso fue motivado por el hecho de que algo se había enterado de que la candidatura “que no pintaba” empezaba a tomar color y calor y era necesario ver de cerca al que la ejecutaba. Tras de la entrevista, quizá, el oaxaqueño haya considerado que aquel coahuilense, de alzada física corta, no podía ser considerado para integrarse dentro del grupo de enemigos que había encontrado a lo largo de su vida o bien que los cercanos a Díaz lo convencieran de que Madero jamás podría llegar a sustituirlo. Lo que haya sido, al final las cosas no salieron como se esperaba y terminarían por demostrar que al oaxaqueño le sobró una reelección.

En ello mucho tuvieron que ver algunos lamebotas que nunca faltan. A principios de junio de 1910, cuando Madero hacia campaña en Monterrey, el candidato opositor pronunció un discurso incendiario en contra de Díaz y eso hizo que al general Ignacio Morelos Zaragoza le saliera lo “queda bien” con el jefe. Actuando en consecuencia, mandó apresar al coahuilense por andar ofendiendo a quien no debería de tocarse ni con el pétalo de una rosa. Flaco fue el favor que le hizo a quien quería agradar, pero nada se puede hacer cuando ese tipo de personas toman iniciativas que nadie les ordena ejecutar. Si a la candidatura de Madero le faltaba un motivo para prender, ahí se lo añadieron. Lo convirtieron en víctima de la represión a un mes de las elecciones. Cuando estas se efectuaron, los seguidores y los diarios simpatizantes del presidente clamaban que aquello había sido una jornada democrática y el pueblo mayoritariamente, una vez más, salió convencido de que no había otro camino sino el recorrido una y otra vez, en la realidad las cosas no eran así. 

Desde prisión, Madero y sus partidarios clamaban que el sufragio no se respetó y las cosas empezaron a complicarse.  De Monterrey, lo trasladaron a la penitenciara de San Luis Potosí en donde, tras un lapso recluido, le permitieron salir. No podía abandonar la ciudad en espera de ser sometido a juicio y, por supuesto, condenarlo. Mientras se movía con libertad restringida, algo se cocinaba para sacarlo de ahí antes de que fueran a remitirlo, si bien le iba, a las mazmorras de San Juan de Ulua.

Antes de que eso sucediera, el 4 de octubre de 1910, Madero logra “fugarse” de la capital potosina, lo cual se dio según las versiones que se conocen, escondido en un vagón de carga del ferrocarril. Al respecto, nuestro otrora maestro preparatoriano nos apunta: “¿Cómo se pudo dar la fuga de San Luis Potosí? Recuerda que los ferrocarriles eran controlados por el gobierno y que fueron cerca de mil quinientos kilómetros, vigilados por el gobierno, los que atravesó sin ser detenido.”

Definitivamente, en la huida potosina hubo algo más que astucia para esconderse y salir subrepticiamente. Seria infantil pensar que se dio como un hecho producto de la sagacidad, ahí, nadie lo duda, corrió una buen buena cantidad de monedas de plata o de oro para aceitar a los guardianes que custodiaban a Madero. Aquello debió de ser algo similar a un oleoducto para por ahí ir enviando circulante similar hasta llegar a Nuevo Laredo. Sin embargo, el lubricante no se detuvo en la frontera si, como se afirma, en San Antonio, Texas, setenta miembros de la policía secreta mexicana cuidaban los movimientos que el coahuilense y sus partidarios realizaban mientras veían la forma de regresar al país para derrocar al presidente. Al parecer, ninguno de esos sabuesos celosos se percató de lo que se preparaba. Si esto es real no quedan sino tres opciones: eran cortos de vista, llegaron tarde al reparto neuronal o simplemente estimaban que el retiro no podría ser placido sin contar con un guardadito. Cualquiera que haya sido la razón, las cosas se enredaban.

Así, para noviembre de 1910, a pesar de que su tío Catarino no pudo organizar las fuerza, ni reunir armamento suficiente para cruzar El Bravo, Madero estaba convencido de la mecha estaba encendida, lo cual era cierto. Conforme pasaron los meses, también, el presidente Díaz se percató que la hora del fin se acercaba y era necesario hacer algo. Con toda la experiencia que le habían dado los años en el combate y en el ejercicio del poder, el oaxaqueño estaba convencido de que, en caso de continuar la lucha armada, toda la obra realizada por él habría de desaparecer y el país sufriría las consecuencias de volver a empezar. 

Independientemente del desgaste que sufrió en el ejercicio del poder, así como del hecho de que la política que implantó tuvo el gran problema de que generó crecimiento económico, pero fue incapaz de crear desarrollo económico y por consiguiente mejorar la distribución del ingreso, así como la falta de democracia prevaleciente a lo largo de sus años de gobierno, nadie puede negar que el presidente Díaz Mori realizó una obra física palpable muy importante. Por ello, cuando vio que todo podía pulverizarse, decidió que era el momento de volver a la política y encontrar una solución que permitiera una transición pacífica.   

Así, a mediados de marzo de 1911, su ministro de finanzas, José Yves Limantour y Márquez, en compañía del embajador mexicano en Washington, Francisco León De La Barra y Quijano  y el Dr. Francisco Vázquez Gómez, se entrevistaban con Francisco Madero Hernández, el padre del líder insurrecto, y Gustavo Madero González en el Hotel Plaza de New York. Ahí, acuerdan como habría de darse la transición.  Cabe mencionar que, a unas cuadras de ese sitio, en el Hotel Waldorf Astoria, estaba el embajador estadounidense Henry Lane Wilson quien no fue invitado a las negociaciones, lo cual le generó un entripado que después se cobraría. Como resultado inicial de las negociaciones se acuerda que Limantour sería nombrado secretario de relaciones exteriores en lugar de Enrique Clay Creel Cuilty. Si usted, lector amable, se pregunta porque se daba esto, la respuesta es que, si bien en la línea sucesoria el primero era el vicepresidente, Ramón Corral Verdugo, a este le aquejaba un cáncer pancreático y el siguiente en dicha línea era el encargado de los asuntos externos. Así que, originalmente, se planeaba que el presidente Díaz renunciara, Limantour ocupara su lugar y posteriormente llamara a elecciones en las cuales participaría Madero. La sucesión ordenad estaba lista. Los negociadores retornaban contentos a esperar los tiempos adecuados.

En ese contexto, el 26 de marzo de 1911, Creel renuncia al cargo y el presidente Díaz Mori empieza a tener dudas sobre realizar el movimiento de Limantour hacia esa posición, y finalmente, el 1 de abril, nombra a León De La Barra. Pero como hubiera sido poco patriótico aceptar que los asuntos mexicanos habían ido a arreglarse en los salones de un hotel neoyorkino, había que buscar que el acuerdo final se diera en el solar patrio.

Por pura coincidencia, el 8 de mayo, Francisco Villa, Pascual Orozco, José de la Luz Blanco y el italiano Giuseppe Garibaldi atacaron Ciudad Juárez defendida por el general Juan N. Navarro quien dos días más tarde capituló. Aquello abrió la puerta para que, oficialmente, Díaz aceptara negociar con Madero y los revolucionarios. En ese contexto, Limantour quien aún mantenía su influencia, decidió enviar una comisión formada por miembros de los Científicos y hombres cercanos al presidente. Ahí iban, Oscar Braniff, un personaje que portaba los dos chalecos ya que meses antes había aportado algo más que buenas intenciones a la causa maderista. A él, se agregaban un acaudalado español, Iñigo Noriega; uno de los fundadores futuros del panismo, Toribio Esquivel Obregón y jugando el papel de mediador aparecía el Dr. Francisco Vázquez Gómez quien al demandar que los personajes anteriores acreditaran su personalidad provocó que los enviados de Limantour optaran por retirarse. Ante ello, el presidente Díaz tomó el control de las negociaciones y nombró al ministro de la Suprema Corte de Justicia, Francisco Sebastián Carbajal Gual como su representante. Aquí cabe mencionar que este último es el personaje que, en funciones de sustituto del chacal Victoriano Huerta, en 1914, habría de entregar el poder a Venustiano Carranza Garza. Pero retornemos a 1911 y veamos como el hombre en quien Díaz tenía una confianza absoluta pues las finanzas nacionales lucían maravillosas, ya había sido infectado por la ambición política y buscaba trascender a cualquier cambio.

El 15 de mayo, se efectúa una nueva reunión entre el gobierno y los revolucionarios.  Dado que los balazos podrían soltarse en cualquier momento y algunos asuntos deberían tratarse con mayor tranquilidad, los conferencistas decidieron cruzar El Bravo y se fueron a El Paso, Texas en donde no encontraron mejor sitio que uno adyacente a la siderúrgica Guggenheim. Como entonces ni quien soñara en la internet, el Twitter, o el Skype, y lo único que estaba a la mano era el invento de Samuel Morse, pues de esto quiso tomar ventaja el ministro Limantour para lograr su sobrevivencia política ante la caída que ya era inminente. Con tal de permanecer en el gabinete que formara Madero, el ministro de las finanzas porfiristas estaba dispuesto a sacrificar al presidente Díaz, a todos los Científicos, y a quien fuera con tal de aportar su sapiencia a la causa nueva. Para ello, ya había convencido a los miembros de la familia Madero de que lo mantuvieran como parte del gobierno. Sin embargo, Francisco Ygnacio no estaba de acuerdo. Ante ello, Vázquez Gómez se dirigió directamente al presidente advirtiéndole que su más colaborador más “confiable” realizaba un juego doble.  

Al enterarse, el presidente Díaz demostró que sus habilidades políticas no habían mermado con la edad y, aun en medio de una terrible fiebre que lo aquejaba, decidió eliminar, no empleando los métodos que en el pasado utilizó con otros, a quien olvidó que a pesar de todo no era sino la criatura que el presidente había creado. A través de un ciudadano de apellido Amieva, intermediario de Vázquez Gómez, Díaz, supo que Carbajal declaraba que Madero insistía, más por no contradecir a su familia que por convicción, en que Limantour permaneciera como ministro, algo que Díaz no estaba dispuesto a aceptar. Ante esta disyuntiva, el presidente le indicó al intermediario que avisara a su superior que bastaría que Madero le enviara un telegrama precisando que las negociaciones se atoraban a consecuencia de Limantour y obtendría una respuesta inmediata para destrabarlas. El telegrama llegó vía Porfirio Díaz, hijo.

En esa perspectiva, el 17 de mayo de 1911, se instruyó a Carbajal para que notificara a Madero que el presidente Díaz renunciaría a finales del mes y que León De La Barra sería nombrado presidente interino, reteniendo su cargo de ministro de relaciones exteriores, estando el subsecretario como encargado del despacho, el ministro de guerra sería designado por León De La Barra y el resto del gabinete se negociaría con Madero. El 21 de mayo, se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez y con ello, se creía, el problema estaba solucionado. 

Limantour dejaría el país muy pronto junto con sus sueños de trascender el cambio de rumbo. Lo suyo eran las finanzas, la política era otra cosa. En ese momento nadie recordaba que entre 1895 y 1909 el superávit acumulado en las finanzas públicas era de ciento treinta y seis millones de pesos, de los cuales setenta y uno se utilizaron en obras públicas, dejando en la caja setenta y cinco millones de pesos plata. Tampoco era rememorado que la balanza comercial era superavitaria por aquellos tiempos. Eso, además de su obra material, ese era el legado que dejaba el presidente José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, a quien, no obstante, todos sus pecados, no podemos achacarle que no haya querido a México. Por ello, presentó su renuncia el 25 de mayo de 1911. Al nombrar presidente interino a León De La Barra, se daba la transición pacífica y se evitaba volver a empezar. Sin embargo, había quienes la sed de venganza y las apetencias de poder los dominaban, eran Lane Wilson, la curia católica y su acólito Huerta, quienes decidieron unirse para instrumentar la asonada que ejecutaron en febrero de 1913, pero esa es motivo de otra narración.

La que ahora desarrollamos nació a partir de la reflexión que nos generó un comentario de Xavier N. Martínez Aguirre, uno de nuestros maestros a quien debemos nuestra formación académica y con quien, a medio siglo de distancia, podemos continuar manteniendo intercambio de opiniones que, siempre, nos resultan intelectualmente enriquecedoras. [email protected]    

Añadido (21.35.121) Este martes 7, porque así lo decidiste, cumplirías 96 años. Vaya un recuerdo hasta donde el Gran Arquitecto haya decidido ubicarte don Rafael. 

Añadido (21.35.122) Por más que quieran evitarlo, al fin de cuentas, les sale el espíritu de porro-gorila que llevan dentro. Son tiempos de cambio…en reversa.

Añadido (21.35.123) Ellos son incluyentes. Lo mismo reparten toletazos a mujeres que patean a los hombres. ¿Alguna duda acerca de su condición?

Añadido (21.35.124) El nivel de la clase política actual queda exhibido cuando las únicas voces sensatas que se escuchan son las de un par de chamacos llamados Porfirio y Augusto.

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