Coahuila
Hace 1 dia
POR: ENRIQUE QUINTANA
Va a ser difícil evitar un litigio mayor con Estados Unidos en las próximas semanas o meses. La combinación de la política exterior de México respecto al régimen de Venezuela y el inicio de las negociaciones para la revisión del T-MEC está configurando un escenario de colisión casi inevitable.
No estamos hablando de hipótesis lejanas. Los elementos que se han acumulado en los últimos días apuntan a un choque diplomático-comercial que podría estallar más pronto de lo que calculamos.
Para entender la gravedad del momento, conviene poner sobre la mesa los hechos que están mezclando, peligrosamente, la geopolítica con el comercio.
Va a ser difícil evitar un litigio mayor con Estados Unidos en las próximas semanas o meses. La combinación de la política exterior de México respecto al régimen de Venezuela y el inicio de las negociaciones para la revisión del T-MEC está configurando un escenario de colisión casi inevitable.
No estamos hablando de hipótesis lejanas. Los elementos que se han acumulado en los últimos días apuntan a un choque diplomático-comercial que podría estallar más pronto de lo que calculamos.
Para entender la gravedad del momento, conviene poner sobre la mesa los hechos que están mezclando, peligrosamente, la geopolítica con el comercio.
Los eventos recientes no dejan lugar a dudas: la Casa Blanca ha decidido aumentar la presión al máximo para fracturar al régimen de Nicolás Maduro. La operación militar para interceptar y detener un buque petrolero venezolano en aguas internacionales, confiscando su cargamento, fue una señal inequívoca de que las reglas han cambiado.
Más aún: autoridades estadunidenses ya advirtieron que estas acciones no son aisladas y podrían repetirse. Especialistas del Council on Foreign Relations interpretan esto como el preludio de una fase mucho más agresiva. A esto se suma la operación política para facilitar el arribo de la líder opositora María Corina Machado a Oslo, lo que confirma que Washington está jugando en todos los tableros simultáneamente.
El riesgo para Donald Trump es alto: tras haber desplegado una presencia militar inusual frente a las costas venezolanas, si Maduro no muestra signos de debilitamiento, el Presidente estadunidense corre el riesgo de proyectar debilidad. Por ello, analistas citados por Foreign Policy y el Wilson Center ven probable una operación directa, incluso mediante el uso de drones, en las próximas semanas.
Frente a esta escalada, la respuesta de México ha sido el rechazo. La postura es evidente: no hay alineación política con la estrategia de Trump. El gesto diplomático más contundente fue la negativa del Gobierno mexicano a felicitar a María Corina Machado por el Premio Nobel de la Paz, manteniendo la línea del sexenio anterior.
La doctrina mexicana de no intervención y la alineación política con regímenes de izquierda en América Latina vuelve a chocar frontalmente con la visión estadounidense de “presión máxima”. La interrogante es obvia y peligrosa: ¿Cómo reaccionará Palacio Nacional si Washington incrementa su intervención militar? Y, más importante aún, ¿cómo responderá Trump si su vecino del sur insiste en distanciarse en un tema que él considera de seguridad nacional?
Este es el punto donde la política descarrila a la economía. La revisión del tratado arranca en un ambiente enrarecido. La carta enviada recientemente por más de 500 organizaciones empresariales de EU al representante comercial, Jamieson Greer, subrayó que el acuerdo sostiene 13 millones de empleos, pero también dejó ver un temor latente: que la agenda política de la Casa Blanca termine por teñir la negociación.
Las señales no son alentadoras. El propio Greer, en declaraciones al Atlantic Council, dejó abierta la puerta a modificar sustancialmente o incluso abandonar el Tratado si el Presidente así lo determina. Y lanzó una advertencia aún más inquietante: la posibilidad de regresar a negociaciones bilaterales.
En Washington prevalece la visión de que los socios comerciales deben ser también aliados geopolíticos. Venezuela, junto con Cuba y Nicaragua, forma parte de un paquete estratégico donde Trump quiere mostrar “mano dura”. Es ingenuo pensar que la tensión por Venezuela no será usada como moneda de cambio en la mesa comercial.
La mezcla es explosiva: un Estados Unidos dispuesto a todo en Venezuela y un México atrincherado, lo que el Gobierno señala como principio de no intervención.
Como advierten analistas del Baker Institute, la administración Trump no duda en utilizar instrumentos comerciales —aranceles, investigaciones de seguridad nacional o revisiones de reglas de origen— como palancas de presión política.
México se encuentra atrapado entre dos agendas que se cruzan: la defensa de una política exterior que termina respaldando al Gobierno de Maduro y la necesidad vital de salvaguardar el acceso preferencial al mercado más grande del mundo.
Las próximas semanas serán una prueba de fuego para el equilibrio diplomático nacional. ¿Se podrá evitar un litigio mayor? Tal vez. Pero hoy, todo indica que el T-MEC podría convertirse en el campo de batalla de un conflicto que nació en Caracas.
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