Arte

Publicado el domingo, 11 de septiembre del 2022 a las 12:08
Saltillo, Coah.- La historia de América Latina es un animal que clava sus garras y rasga la piel de la memoria. La violencia es esa bestia que dentellea hasta al cansancio, hasta que alcanza la muerte. Así lo saben Ocelote, Chinchilla y El Gavilán, tres de los personajes que conforman la cruda novela A Veces Despierto Temblando (Literatura Random House, 2022), con la que Ximena Santaolalla se hizo acreedora al Premio Mauricio Achar 2021, y que presentará hoy en la Feria Internacional del Libro de Coahuila.
El trío es solo una parte de las voces que relatan un hecho imborrable de Guatemala: la dictadura militar de Efraín Ríos Montt, que en 1982 desapareció a 100 mil personas, y que Santaolalla recupera por medio de la ficción, sí, pero también de una profunda investigación.
Para Santaolalla, este libro le llevó un lustro de escritura. Un proceso en el que su objetivo era “buscar, tratar de entender cómo las personas pueden ser tan violentas. Yo ya había trabajado con el tema de la dictadura de Ríos Montt en un cuento anterior, en donde estaba Dedos (otro de los personajes de la novela)”, apunta la autora y añade que “eso me llevó a pensar en la deshumanización de las personas, a preguntarme ¿qué nos vuelve violentas?”.
Es por ello que la novela arranca con la voz de Ocelote, un kaibil –soldado de élite del ejército guatemalteco– que en un principio muestra “cierta sensibilidad”, pero quien poco a poco comienza a mancharse con la sangre roja de sus víctimas. Misma que llena el rostro de rana de Dedos, quien junto a Ocelote son transferidos a Texas para recibir un entrenamiento. Ahí conocen a El Gavilán, un bestial mexicano, y a su prima Estrella, una mujer con líneas de lagarto.

Así, estos animales que dan nombre a los personajes reflejan en parte su naturaleza primitiva, pero “no es solo eso. Sino que quería que mostraran también otras actitudes. Nombrarlos como animales tiene que ver con la tradición de los nahuales (animales que cuidan a las personas desde su nacimiento), por eso Ocelote, cuando pierde a su nahual es cuando empieza a perderse a sí mismo”, apuntó Santaolalla a Zócalo en entrevista.
Conforme los personajes se adentran a esa selva de eventos atroces en la que llueve sangre, es que el lector los acompaña en momentos de completa oscuridad, solo violencia ejercida contra el otro, todo ello acompañado de una prosa en la que el habla, la oralidad es el punto central para recrear el terror que Santaolalla pudo descubrir en los testimonios que leyó.
Es, también, ese mosaico de voces las que dan un retrato completo del paisaje que dibujó el militar Ríos Montt a base de balazos y terror. Aunque siempre, señaló la autora, “tratando de que la violencia nunca fuera gratuita. El tiempo que me llevó escribir la novela tiene que ver también con eso, saber cómo equilibrar tanta violencia que descubrí y que quería volcar al libro, pero no solo por el morbo. Sino que esos eventos mostrarán la realidad que muchas personas vivieron”.
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Es por eso que A Veces Despierto Temblando es un libro que dialoga con la tradición literaria latinoamericana de la novela política. Pero sin duda está más cerca de una tradición más cercana: aquella que retrata desde distintas voces y con los documentos en la mano los estragos de las violencias, porque en este libro no hay solo una, sino que como apunta su autora “es una violencia de Estado de la que descienden otras”, como la de género.
“Aunque a Guatemala y a México nos divide una frontera, estamos muy cercanos en hechos como la violencia que se ejerce”, concluyó Santaolalla.
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