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Notimex
Publicado el miércoles, 27 de octubre del 2010 a las 23:06
Buenos Aires, Argentina.- La sorpresiva muerte del ex presidente argentino Néstor Kirchner transformó a su viuda y sucesora, Cristina Fernández, en la principal candidata oficialista para las elecciones generales de 2011.
Además del dolor personal por la pérdida de la pareja con la que estuvo casada durante 23 años, la mandataria tendrá que enfrentar la reorganización del poder político que construyó junto con su esposo en las últimas dos décadas y que esperaba continuar el próximo año.
Kirchner era el principal precandidato del Partido Justicialista, pues tenía una intención de voto de entre 30 y 35 por ciento, pero su muerte, ocurrida esta mañana por un paro cardiorrespiratorio, modificó por completo el panorama político del país.
El acuerdo que había sellado la pareja era que él se iba a postular en esta ocasión porque a ella, por el desgaste del gobierno, no le alcanzaban los números para pensar en la posibilidad de buscar una reelección a la que tiene derecho constitucional.
Ahora, la presidenta tendrá que enfrentar sola la recta final de su mandato, lo que representará un escenario inédito en su vida porque siempre compartió el poder con su esposo.
Ambos comenzaron a construir una intensa carrera política conjunta en 1987, cuando él fue elegido como intendente de Río Gallegos para luego convertirse en gobernador de Santa Cruz (1991-2003) y, finalmente, en presidente.
Mientras Kirchner consolidaba la patagónica provincia de Santa Cruz como el principal feudo de la pareja, Fernández se destacaba como diputada y senadora en Buenos Aires.
De hecho, en la década de 1990, ella era conocida y respetada a nivel nacional, mientras a él se le consideraba como un gobernador de una lejana provincia, sin mayor influencia en el escenario político nacional.
Por eso, cuando en 2003 acordaron el lanzamiento de la campaña presidencial de Kirchner, su esposa aceptó hacerse a un lado y mantener un perfil discreto para evitar opacarlo, porque la prensa a quien buscaba era a ella.
Durante el gobierno de Kirchner, las diferencias de carácter con su esposa provocaron que analistas políticos aseguraran que quien verdaderamente gobernaba era ella.
Mientras el entonces presidente se mostraba simpático, cercano a la gente y desaliñado, la senadora irritaba por su tono imperativo y era cuestionada por su obsesión con un esmerado arreglo personal que era característico desde su juventud.
Cuando intercambiaron papeles y Fernández asumió la presidencia, los señalamientos se revirtieron y fuentes siempre anónimas citadas por analistas locales señalaron que quien seguía gobernando era él.
Pero por el manejo público que ambos tuvieron en su compartida trayectoria, lo que quedó claro fue que no competían entre ellos, sino que compartían, que gobernaban en conjunto y que sólo daban acceso a su estrecho círculo a un puñado de colaboradores.
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