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Violencia sexual, ‘herramienta de guerra’

Por AFP

Publicado el jueves, 9 de marzo del 2017 a las 13:25


Cerca de 17 mil 100 mujeres y niñas han sufrido delitos contra su libertad e integridad sexual

Quibdó, Colombia.- Zoraya sabe que el dolor nunca cederá. Aunque sus seis hijos la hagan “ser fuerte y luchar”, el fantasma de su propio abuso sexual siempre le recordará un horror mayor: la violación de su hija de año y medio en el convulso noroeste de Colombia.

“Me va a dejar marcada para toda la vida”, dice a AFP esta afrocolombiana de 32 años al relatar su tragedia, que comenzó hace cinco años en Quibdó, capital del departamento de Chocó y donde hoy vive desplazada por la violencia del conflicto armado.

Aún se recrimina “no haber mirado hacia atrás” cuando a fines de 2011 no notó que su pequeña, a quien había dejado con sus abuelos para hacer un trámite, salía detrás.

“Le quitaron el vestido, el pañal y un palo le introdujeron por el ano y le perforaron el intestino delgado. Cuando me llamaron y vi a la niña…”, cuenta, y rompe en llanto.

Testigos recuerdan el charco de sangre cuando la encontraron. La llevaron de urgencia a un hospital y estuvo un mes en cuidados intensivos. Ahora “tiene una cicatriz muy grande, casi todo el abdomen”.

Zoraya se cansó de ir y venir de la Fiscalía. Nunca supo quien fue el responsable. Solo sabe que no pudo volver a ponerle a su hija el vestido que llevaba ese día. “Lo rechazaba y me tocó botarlo”, dice, preocupada porque aunque un psiquiatra descartó secuelas, ella lo duda.

“Estaba muy chica, pero la gente se lo ha dicho y le pregunta”, asegura Zoraya, que prefiere no dar su nombre real y hoy trata de salir adelante a pesar de las extorsiones de bandas criminales en Quibdó.

Violaciones múltiples

“La vida aquí es dura, difícil”, asegura Zoraya.

No sabe si el padre de sus hijos, que trabajaba en una mina, está vivo o muerto. “Muchas veces estamos sin comer”, apunta.

De su pueblo debió huir amenazada por “un grupo armado ilegal” el 26 de diciembre de 2013.

Estaba preparando el desayuno cuando su hijo mayor le advirtió del ruido “de botas”. Entonces apareció un hombre de camuflado, armado, escoltado y al que “llamaban jefe”, el mismo que la acosaba desde hacía tiempo, exigiéndole que le preparara “gallina, pescado” y que tuviera sexo con él.

“Me agarró, quiso besarme y no me dejé. Lo cogí, le di en la cara, lo arañé. Caímos al piso, empezamos a forcejear”, dice Zoraya. Otro de sus hijos presenciaba todo cuando el hombre le dijo: “Si en la tarde regreso y usted está aquí, le prendo la casa. Le doy 24 horas”.

Su historia es la de miles en Colombia, donde “cerca de 17 mil 100 mujeres y niñas han sufrido delitos contra su libertad e integridad sexual en el marco del conflicto armado desde los años 1980”, según el informe del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que se divulga este jueves.

La mayoría de las atendidas por el CICR son mujeres negras y campesinas, apunta el reporte, que ha recopilado casos de violaciones “cometidas por entre tres y ocho personas”.

“Invisibilidad”

En Chocó, “el conflicto es muy fuerte (…) y la violencia sexual ha sido una de las armas más frecuentes para controlar a la población civil, ha sido como una herramienta de guerra”, explica Lorena Mosquera, asistente de salud del CICR en Quibdó desde hace seis años.

Embarazos no deseados, abortos traumáticos, enfermedades venéreas, daños físicos, familias rotas y madres solteras: el flagelo tiene consecuencias “muy graves”, agrega esta enfermera, y menciona casos de mujeres “desde un año y medio hasta de 65 años”, e incluso de hombres.

Además, está la “invisibilidad”: por culpa, miedo a ser estigmatizadas y sufrir represalias, “el subregistro es muy, muy grande”, dice sobre este fenómeno, que según el CICR es “recurrente y afecta a varias generaciones dentro de una misma familia” por la “persistencia del conflicto” de más de medio siglo, que deja ya más de 260 mil muertos y 6,9 millones de desplazados.

“Es tan vergonzoso”, afirma en el informe María Eugenia Urrutia, fundadora de Afromupaz, una asociación en Bogotá que ayuda a víctimas de agresión sexual.

A ella también le costó superarla tras sufrirla en carne propia y tener que abandonar su natal Chocó. Lloró, se encerró en casa. Hasta que un día empezó a cantar. La música del Chocó la sanó: “Con los cantos, abrazando a mis hijos, reaccioné”.

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