De alguna u otra manera la gran mayoría de las personas hemos conocido de cerca la tragedia. Ya sea directa o indirectamente sucesos dolorosos o inesperados llegan a nuestra vida y nos hacen partícipes del dolor y la angustia.
Acontecimientos que se presentan de diversas formas; ya sea por pérdida de la vida por enfermedad, accidente de personas allegadas a nosotros y nos causan tristeza y dolor.
Un accidente puede ocurrir en cualquier sitio, incluyendo el hogar, área de trabajo. Hay situaciones que se pueden prevenir o evitar. Sin embargo, hoy nos enfrentamos, todos -aunque haya aún quien no lo acepte- a un cambio muy importante en el medio ambiente, que nos va ofreciendo eventos cada vez de más riesgo.
El reciente evento climatológico que tuvo lugar en Kerrville, Texas, cuyas lluvias intensas llevaron al desbordamiento del río Guadalupe, aún nos mantiene expectantes por la dimensión de la tragedia que alcanzó a cientos de familias.
Fueron alrededor de 40 minutos de lluvia intensa para que el río aumentara su caudal, y amenazara con llevarse todo lo que encontrara a su paso.
Muy pronto lo que era tranquilidad para muchos -a pesar de los pronósticos de lluvia- se convertiría en angustia, en dolor.
No es grato ver el patrimonio que se ha construido con esfuerzo, con cariño, destruido en unos segundos; sin embargo, sabemos que las cosas materiales pueden reponerse, aunque no en su totalidad, con el tiempo.
Muy distinto es cuando una vida se pierde, sin importar la edad que se tenga. Infinidad de familias hay en el mundo con pérdidas de seres queridos. Diferentes circunstancias, mismo dolor porque una pérdida humana es irreparable.
Pérdida que ni el tiempo logra borrar o llenar el vacío que se tiene en el corazón.
Nuestros vecinos de Texas están viviendo una gran tragedia a causa del desbordamiento del río Guadalupe. Sin embargo, los actos de heroísmo, de amor al prójimo, de solidaridad, se hacen presente en el momento que se requiere.
Historias hermosas de apoyo se van conociendo y es cuando surge la esperanza al constatar que no estamos solos. Que siempre habrá una mano amiga que se extienda desinteresadamente con el propósito de brindar ayuda.
Mucho se ha mencionado que dos jovencitas, Silvana Garza y María Paula Zárate, fueron capaces de llevar a una colina a un grupo de 20 niñas del campamento Mystic para ponerlas a salvo, lo cual lograron.
Es justo mencionar, que las niñas estaban en una de las cabañas y fueron sacadas por una ventana que uno de los guías del mencionado campamento rompió, porque la puerta no podía ya abrirse, por la fuerza que llevaba el agua.
Gracias al esfuerzo y la rapidez con que actuó el guía y la capacidad de organización de Silvana y María Paula, 20 niñas del campamento lograron salvarse.
De manera ordenada, en medio de la noche, todas ellas descalzas y en pijama -porque no hubo tiempo para más- 20 pequeñas, sin duda con un temor muy justificado en su cuerpo, iban siendo guiadas hacia una colina para ponerlas a salvo.
No hay que olvidar a quienes lograron permanecer mucho tiempo abrazados de un árbol, luchando contra el cansancio y pidiendo a Dios llegaran a rescatarlos.
Escenas dramáticas y dolorosas que nunca se olvidarán.
Sin importar distancia, nacionalidad o creencia, el dolor une a los seres humanos y nos ofrece una gran verdad; la de que unidos hacemos la diferencia.
Por eso, hay que reconocer la labor encomiable y muy humana que realizan personas que siempre están listas para acudir a una zona de desastre. Me refiero a los valientes y generosos rescatistas, entrenados para acudir ante una llamada de auxilio. Ya sea en su comunidad, en otra y aún fuera del país.
Bomberos, equipo de rescate acuático, todos ellos merecen especial reconocimiento porque llevan su deseo de servir a otros y nunca esperan nada a cambio. Coahuila se apresuró a ofrecer su apoyo en las tareas de rescate con nuestros vecinos del norte. También Nuevo León, está participando. No olvidemos a nuestros maravillosos “Binomios caninos”, con sus entrenadores que merecen también reconocimiento.
Todos ellos trabajando hombro con hombro con autoridades texanas; y lo hacen solo con un propósito: el de servir, de ayudar, porque saben que el tiempo apremia y lo que se requiere en momentos como estos, es la suma de voluntades. A un lado quedan las diferencias que pudieran existir.
Ellos están conscientes que ante el dolor todos somos iguales y nuestras lágrimas no tienen color, ni nacionalidad. La tragedia no escoge ni discrimina, solo conoce una realidad que sobrevive: el amor al prójimo.
Los fenómenos naturales están causando muchos estragos. El reblandecimiento del suelo al construir donde no se debería permitir hacerlo. La deforestación de manera cruel y absurda que se hace, al destruir zonas boscosas o protegidas, solo por obedecer órdenes para realizar obras innecesarias.
Debemos disfrutar, cuidar y proteger lo que Dios nos ha ofrecido. Escuchemos la voz de la Madre Naturaleza, a través de los mensajes claros y precisos que nos envía.
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