Arte
Por Christian García
Publicado el jueves, 26 de mayo del 2022 a las 04:26
Saltillo, Coah.- “Hay algo profundamente animal en la poesía de Eduardo Lizalde”, define la también poeta Claudia Berrueto y ejemplifica con los versos más conocidos del escritor que falleció ayer a los 92 años: “Hay un tigre en la casa que desgarra por dentro al que lo mira. Y solo tiene zarpas para el que lo espía, y solo puede herir por dentro”. Una escritura densa, pesada y dolorosa, desgarradora, que se clava como zarpas en el lector “y lo agitan y lo llevan de un lado para otro”, agrega Berrueto.
Nacido en la Ciudad de México en 1929, Lizalde fue conocido por la potencia de sus versos que describen la vida como una batalla constante. Un enfrentamiento con la realidad a través de imágenes llenas de bestias que, a su vez, reflexionan sobre la capacidad de nombrar al mundo. Mirarlo no desde otro lado, sino de frente.
Así lo apuntó, también, Salvador Elizondo, escritor de la misma generación que Lizalde, quien escribió sobre él que en su poesía “todo está investido de una violencia y de un sentimiento nihilista que se expresa por imágenes de una atroz belleza que no tienen, ciertamente, paralelo en la historia de nuestra poesía”.
Para Berrueto, Lizalde “abordó la vida desde su visión de la poesía que era siempre era muy impetuosa, muy apasionada, muy violenta; tenía una belleza muy violenta, rotunda y contundente. Esa es su gran aportación a nuestra poesía, y la riqueza de su lenguaje. Toda la mitología que creó dentro: el tigre, la zorra, el perro, etcétera. Su poesía es un zarpazo que siempre lleva un dolor lleno de hermosura”, apuntó la también gestora cultural quien a principios de siglo trajo a Lizalde a una lectura en el Museo de las Aves, gracias al Instituto Coahuilense de Cultura (Icocult).
Esa misma intensidad, es la que marcó de forma profunda a la también poeta Iza Rangel, quien ha demostrado su pasión por Lizalde en proyectos como El Tigre en la Casa –una colaboración poético-fotográfica con la artista de la lente Cris Poulain–, y especialmente en su poemario Envilecidas como Hienas miramos la Espesura de ese Cielo, con el que se hizo acreedora al Premio Dolores Castro 2019, y que definió en una entrevista a Zócalo como “mi intento de hacer mi propia versión de El Tigre en la Casa”.
Para la también becaria de la Fundación de las Letras Mexicanas (FLM), “Lizalde es una parte muy importante de mi formación, es esa imagen del poeta que admiro y a la que me gustaría aspirar”, esto porque “tiene una cosa muy particular que es una potencia de sus versos, una latencia impronunciable, de pensar el poema como una partitura rítmica, en la que el poema tiene que cantar”.
Lucha de lenguaje
Pero los versos de Lizalde, quien ganó el Premio Xavier Villaurrutia en 1970, van más allá de la entraña y lo visceral, pues es también una poesía que reflexiona sobre el lenguaje y la realidad misma. Un diálogo con nombres como los filósofos Martin Heiddegger y Luwdig Wittgenstein. Es un cuestionamiento constante, como aparece en su libro Cada Cosa es Babel, donde apunta: “Pero ¿qué cosa dicen de las cosas los nombres? / ¿Se conoce al gallo por la cresta guerrera de su nombre, gallo? / ¿Dice mi nombre, Eduardo, algo de mí?”.
Para Rangel, el “Tigre” como lo apodaban, “tiene un diálogo muy importante con Wittgenstein en cómo nombrar las cosas. Creo que los poetas siempre se están peleando con cómo se nombran las cosas y lo que son. Creo que en ese libro Lizalde retrata muy bien esa discusión, esa interrogante de pensar si el lenguaje es suficiente o no.
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