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Crédito y ahorro en el sector popular

Por Federico Muller

Hace 2 años

Las políticas gubernamentales sociales de la presente Administración federal han optado por subsidiar a los sectores más desprotegidos de la sociedad, mediante becas y pensiones otorgadas directamente a los beneficiarios, aunque recientemente el Banco del Bienestar está asumiendo la tarea de intermediario financiero entre el Gobierno y este tipo de población.

Este tipo de apoyos como cualquier subsidio federal tiene sus ventajas e inconvenientes, uno de ellos es que ha descuidado las finanzas populares de las clases menos favorecidas económicamente, en particular el ahorro popular y el crédito. En su mayoría el sector rural y el urbano asentado en la periferia de las ciudades recurre al llamado sector informal de ahorro y crédito, es decir aquel que está al margen de las instituciones financiaras.

Por ejemplo, se endeudan solicitando préstamos a sus amigos y parientes y también en ocasiones a agiotistas; y compran a crédito mediante pagos de abonos “chiquitos” en cadenas comerciales con sucursales en toda la República. Por su escasa cultura financiera pasan desapercibida la tasa de interés (activa) tan alta que se les cobra, que hace  siempre que el costo final del producto adquirido, se duplique en relación a su precio de contado.

Esa cotidiana práctica se debe al bajo ingreso que reciben las familias y a la falta de la cultura del ahorro y previsión para afrontar sucesos inesperados. Si bien es cierto una parte de la población que nos ocupa, ahorra mediante tandas entre vecinos y conocidos o en cajas solidarias o de otro tipo, lamentablemente han sido grupos marginales en relación a la población de escasos recursos del país.

Aunque, existen estimaciones, que obviamente son aproximaciones porque las personas que forman estos mercados paralelos no fácilmente dan información sobre cómo manejan sus ingresos y gastos; el tamaño o volumen de los mismos (mercados) es desde la perspectiva económica grande, si consideramos que más de 40% de la población en México realiza sus actividades productivas en la informalidad, desde médicos hasta fontaneros.

 

El descuido de las finanzas populares 

Desde la lógica económica es factible proponer que el Banco del Bienestar también aproveche las remesas que envían los connacionales radicados en Estados Unidos, pero no solo como “correo” que recibe depósitos de EU, y los entrega a las familias de migrantes, sino estableciendo un apartamento de ahorro, que ofrezca mayores tasas de interés a los ahorradores que la que brindan los bancos comerciales, a manera de
incentivo.

Con ello se pretende ir paulatinamente introduciendo a las familias beneficiadas con las remesas en la cultura del ahorro. Para ello, se requiere generar confianza entre la gente, que puede consolidarse con la elevada popularidad que tiene actualmente el Presidente de la República entre la gente con escolaridad media y baja.

Además de las mayores tasas de interés se pueden formular otro tipo de estímulos económicos que despierten el interés en los usuarios del banco, para dejar una parte, aunque pequeña, de sus remeses como ahorro.

Otras formas de ahorro

Si no se quiere la intervención directa del Gobierno en la vida financiara de los individuos, y que esté por encima de las coyunturas políticas, se podría pensar en instituciones privadas, que logran equilibrar los costos y riesgos financieros a que están expuestos tanto clientes así como banqueros, especialmente estos cuando atienden a este perfil de personas, en contra parte, las cuales son reacias a tratar con las instituciones de crédito formales, por el  alto costo que les implica, optan por otros medios no formales.

Si se logra ese difícil balance, las cajas de ahorro, sociedades de inversión, etc., con una vocación social, parecida a los montepíos, podría sembrarse “la semilla” del ahorro en un sector olvidado por el capitalismo moderno.

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