Torreón
Por Grupo Zócalo
Publicado el miércoles, 15 de mayo del 2024 a las 20:03
Torreón.- La comunidad china de Torreón que había comenzado a establecerse a finales del siglo XIX, no se escapó de las tensiones sociales por parte de la localidad. Desde su llegada, los migrantes chinos enfrentaron una creciente agresión, que eventualmente se convirtió en xenofobia y actos de violencia.
Con el inicio de la revolución mexicana en 1910, el gobierno de Porfirio Díaz ayudó a reforzar la ciudad de Torreón con tropas federales para proteger los intereses de empresarios extranjeros. Sin embargo, la protección solo fue para los alemanes, ingleses y estadounidenses, dejando de lado a la comunidad china.
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Con el tiempo eran asaltados los comercios y las tiendas de los extranjeros, la gente de aquí sentía mucha frustración e impotencia por tanta desigualdad y todo eso lo descargaban contra los que venían de fuera y les quitaban las oportunidades”, asegura Sergio Corona, cronista oficial de Torreón.
A causa de las características económicas-sociales del sector, la mayor parte de los empresarios de extranjeros en Torreón fueron resguardados por una amenaza revolucionaria, sin embargo, la comunidad china no contaba con las mismas garantías de seguridad que los demás extranjeros.
Desde la madrugada del 13 de mayo de 1911, grupos de campesinos y obreros maderistas comenzaron a atacar comercios y haciendas en la ciudad. Organizados bajo el mando de Benjamín Argumedo, estos ataques se convirtieron en una victoria revolucionaria significativa.
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Estamos hablando del primer descalabro para Porfirio Díaz, si Torreón se perdía también se perdía un paso clave para Estados Unidos y una de las plazas militares más fuertes… por eso cuando los revolucionarios entraron a la ciudad hubo un caos, nunca se había ganado una batalla”, asegura el historiador.
El 15 de mayo, las tropas revolucionarias tomaron posesión de la artillería federal, provocando que se retiraran de la ciudad antes de las ocho de la mañana los soldados porfiristas.
La mayor parte de los ciudadanos se encontraba en sus hogares, los comercios estaban cerrados y gran parte de los casi 5 mil cadáveres de ambas fuerzas se encontraban regados por toda la zona Centro y el poniente rumbo a las serranías.
Con el propósito de perseguir a las fuerzas federales en retirada, decenas de revolucionarios los alcanzaban y ejecutaban, incluso dentro de hogares de familias locales, quienes también eran castigadas con la muerte si se les descubría brindando protección.
Para la mañana de ese día, las tropas federales comenzaron a atacar a ciudadanos chinos frente a sus locales y hogares. Esta acción fue rápidamente imitada por la mayoría de las tropas, que se unieron para asesinar a todos los “chales” (así se les llamaba a los chinos).
La ciudad se encontraba bajo el control de las fuerzas insurgentes campesinas. A pesar de que Argumedo y sus oficiales conocían de inmediato estas acciones, no las prohibieron; por el contrario, el propio líder revolucionario se unió a los ataques personalmente, “después de la batalla se jactaba del número de chinos que había matado, lo decía con mucho orgullo”.
Decenas de comercios fueron abiertos por la fuerza antes de que las tropas descontroladas ingresaran a las instalaciones del antiguo banco chino, donde una parte de la comunidad china se había refugiado ante el rumor de los ataques raciales. A las diez de la mañana, los revolucionarios sacaron a cerca de 150 mujeres, niños, hombres y ancianos al cruce de Valdés Carrillo y Juárez, donde fueron ejecutados con dos balas, una en la cabeza y otra en el corazón.
Sin control, una parte de los revolucionarios tomó a casi una veintena de chinos y los llevó hasta los balcones del ahora edificio Russek, actualmente la segunda ampliación del Museo Arocena. Una vez en los balcones, eran atados y luego arrojados al vacío, para ser subidos de nuevo. Esta acción se repetía para causar terror antes de soltarlos definitivamente. Otras fuentes indican que eran mecidos entre dos soldados en el borde del balcón antes de ser aventados.
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Era un frenesí que nadie se atrevió a detener, si te encontraban ayudando o escondiendo a un chino te tocaba la misma suerte que ellos… este puede ser definido como un genocidio sólo comparable con el nazismo en Alemania“, indica Sergio Corona.
Al mediodía del 15 de mayo, la matanza prácticamente había concluido, algunos de los cuerpos colocados en la plaza de armas fueron trasladados a las afueras de la ciudad. Se estima que unas 400 personas fueron asesinadas, aunque el número confirmado era de 303 muertos.
Posteriormente, días después, Francisco I. Madero, líder del movimiento revolucionario, recibió un reporte sobre los daños a los comercios y una estimación del número de ciudadanos chinos fallecidos en Torreón. Se formó una comisión investigadora, compuesta por Owyang King, Arturo Bassett y Antonio Ramos Pedrueza, que pidió a las familias permitir elaborar un informe detallado sobre la entrada del ejército revolucionario y los daños a la comunidad china lo que confirmó que estaban desarmados y fueron brutalmente asesinados.
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Que los chinos no habían comprado armas en ninguna casa en Torreón, con anterioridad al 15 de mayo, que el general Lojero (líder de los federales) no les facilitó armas y municiones cuando evacuó a la ciudad, y que, por lo tanto, no estaban armados cuando el Ejército revolucionario entró a la ciudad… trescientos tres de los chinos fueron asesinados por el Ejército revolucionario, de la manera más brutal y horrorosa que se puede imaginar”.
En noviembre de 1911, el presidente Francisco I. Madero aceptó las conclusiones de la investigación y ofreció una indemnización de tres millones cien mil pesos al gobierno chino, cantidad que nunca fue pagada debido a la inestabilidad política que culminó en la “Decena Trágica” y el asesinato de Madero.
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Diversas problemáticas políticas y sociales se vivían dentro de China durante este episodio, esto limitó una respuesta enérgica contra México” comenta el historiador Juan Puig.
A pesar de la gravedad de estos hechos, el episodio perdió relevancia con el tiempo, y la comunidad china continuó con sus labores en la región, el racismo y la xenofobia continuaron y durante la década de los 30 diversos grupos políticos como el “club antichino” solicitaron personalidad legal al Municipio, misma que fue negada ante el precedente de la matanza.
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Oficialmente nunca se le ha pedido una disculpa al Gobierno chino o a sus familiares, los gobiernos a través del tiempo han hecho monumentos y/o conmemoraciones sin utilizar la palabra ‘perdón’ o ‘disculpa’… es muy triste por que ni siquiera le hemos dado a esta masacre la dimensión debida”, asegura el cronista Sergio Corona.
– Natalia Chavarría
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