Arte
Por Agencia Reforma
Publicado el lunes, 4 de noviembre del 2024 a las 08:47
Ciudad de México.- Hacia los últimos meses del año, una porción en lo profundo del bosque templado de la Sierra Madre Occidental, en Sinaloa, se pinta de lavanda.
Visto de lejos, tal paisaje se asemeja un poco al efecto que producen las jacarandas en la Ciudad de México cada primavera. Pero el responsable de esta colorida estampa no es la Jacaranda mimosifolia, cuya introducción al País se atribuye al jardinero japonés Tatsugoro Matsumoto, sino que se trata de la Coutaportla lorenceana, una especie 100 por ciento nacional recién identificada.
“Lo detectamos por primera vez haciendo trabajo de herbario”, cuenta en entrevista Jaime Alejandro Torres Montúfar, biólogo y doctor en Ciencias Biológicas con especialidad en Sistemática, quien descubrió esta especie de árbol que no había sido descrita antes.
#BoletínUNAM Un grupo de investigación liderado por el #ExpertoUNAM Alejandro Torres Montufar halló una nueva especie de árbol mexicano > https://t.co/iA4Zdqnib7 pic.twitter.com/6ADZZkFzQj
— UNAM (@UNAM_MX) October 16, 2024
Fue en el Herbario Nacional de México, a cargo del Instituto de Biología de la UNAM, donde estaba la muestra de “un ejemplar que no nos cuadraba con nada”, recuerda Torres Montúfar, responsable del Herbario de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, donde también es académico.
“Vimos dónde estaba localizado, y tuvimos la iniciativa de ir a buscarlo para tener más material y saber si realmente no estaba descrito”, relata el biólogo sobre cómo llegó en 2018 al bosque de encino y pino de El Palmito, cerca de la frontera entre Sinaloa y Durango.
Ahí encontró, tras una caminata de poco más de tres horas, estos ejemplares que crecen entre dos a cuatro metros de altura -por lo que se considera un árbol pequeño-, de ramillas con estructura laminar resinosas y florecitas acampanadas, y cuyo hallazgo se reporta en la revista científica Plant Ecology and Evolution.
Arturo Castro y Heriberto Ávila, del Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral Regional (CIIDIR) Unidad Durango, y coautores de la nueva especie, acompañaron a Torres Montúfar por esta zona poco explorada hasta entonces.
Coutaportla helgae habita en la selva baja caducifolia de la Sierra de Tachuicamona, Sinaloa.
En enero de este año 2023 se publicó el hallazgo de Coutaportla lorenceana, cerca de esa región:https://t.co/KY9iq6lhYm pic.twitter.com/aCWDaAp5rD
— Plantas Mexicanas (@PlantaMexicana) March 28, 2023
A partir de esa visita, algunas otras especies nuevas se han descrito ya; “nosotros de ahí cerquita describimos otra del mismo género: Coutaportla helgae”, refiere Torres, a cuya asesora durante su maestría y doctorado, Helga Ochoterena Booth, está dedicado tal hallazgo.
Ochoterena Booth es, a decir de su discípulo, la principal especialista en la familia de las Rubiaceae -a la que pertenecen las Coutaportla-, que se caracterizan por producir flores y frutos con aromas para atraer a los polinizadores como dispensadores; “yo me formé con ella, y heredé el gusto por esta familia”, remarca el biólogo de la FES Cuautitlán.
https://youtube.com/shorts/Po05kJIutA4?si=Hf70HHUfe93ArB1u
Entre lo más destacado de un hallazgo como el de los árboles Coutaportla lorenceana, especie nombrada así en honor al botánico David Lorence, y de la que Torres Montúfar pasó largo tiempo haciendo la descripción y verificando que efectivamente no se hubiera descrito antes ya, es que se trata de un microendemismo, es decir, que su distribución es reducida y se establece en una zona específica.
“Hubo ciertas condiciones bien particulares que se dieron en este lugar (El Palmito) para que una especie divergiera en otra y la encontráramos ahí, sólo ahí”, subraya el especialista, quien estima que puede deberse a la forma en la que sopla el viento, la posición de la montaña y la humedad constante del sitio.
“La amplitud de estudios que podemos hacer a partir de un descubrimiento así es enorme. Y nos habla de la historia evolutiva que tenemos en nuestro País”, continúa. “Eso, para uno como biólogo, y yo esperaría también que cualquier persona diga: ‘Es extraordinario nuestro País'”.
Carlos Linneo, padre de la taxonomía, sostenía que “si ignoras el nombre de las cosas, desaparece también lo que sabes de ellas”.
Torres Montúfar evoca una de las lecciones que le dejó Hilda Flores, otra importante botánica que influyó en su pasión.
“Desafortunadamente, la taxonomía es una de estas disciplinas que cada vez llama menos la atención entre los nuevos biólogos”, lamenta que ha descrito siete especies en diferentes entidades del País, y un género nuevo en República Dominicana.
“Nuestro laboratorio es un microscopio y el herbario, que muchas veces está empolvado. O sea, no es tan llamativo como otras áreas de la Biología”, prosigue. “Pero siempre es importante, y más en un País como el nuestro (…) Tenemos 23 mil especies de plantas, y hay muchísimas zonas que están inexploradas aún”.
Sobre todo, buena parte del norte del País no ha sido estudiada a profundidad dada la predilección de los investigadores por los entornos tropicales del sur.
“Y particularmente algunas familias son como huérfanos, hay pocos especialistas; en Rubiaceae, que es en la que yo me especializo, habemos pocos en México”, ilustra.
“Hacen falta muchísimos taxónomos”, insiste, y no de manera fortuita, sino ante el riesgo latente de que muchas de las especies todavía sin identificar probablemente desaparecerán antes de poder ser estudiadas.
“Seguramente, ya se han extinto un montón de plantas que ni conocemos y nunca fueron descritas. En el herbario podemos encontrar plantas colectadas de hace 50, 60 años, que al ir a buscarlas a las localidades resulta que ya es un potrero, ya está todo talado, ya no existe la zona. Entonces, se extinguió esa planta sin que realmente sepamos qué fue. Y eso es relativamente común”.
Tan sólo en el caso de este nuevo árbol, aunque recién se ha encontrado, bien podría desaparecer en sólo unos años debido a que se encuentra en una zona de extracción de maderas. Y, de hecho, en la publicación del hallazgo los coautores catalogaron el ejemplar como en peligro crítico.
Su extensión estimada es de apenas 8 kilómetros cuadrados; “8 kilómetros es nada, dos horas caminando”, apunta Torres Montúfar, quien engloba la tarea de identificar especies como el primer paso en los esfuerzos de conservación.
“Conocer para conservar; nosotros no podemos conservar algo que no conocemos”, señala. “Es importante hacer este tipo de trabajos, y quizá no sólo eso, sino también hacer un poquito de presión con las autoridades para que escale esto a un tipo de esquema de conservación”.
Coutaportla lorenceana sp. nov. Ilustrada por Albino Luna.
Dedicada a David Lorence, gran estudioso de esta familia botánica y fundador de la colección de Rubiace en el Herbario #MEXU.
Felicitaciones a l@s autores
Plant Ecology and Evolution 156(1): 3-12#scientificillustration pic.twitter.com/Sp4fLbDxKL— Plantas Mexicanas (@PlantaMexicana) January 9, 2023
Fácil de propagar, el Pinus patula, o pino mexicano amarillo, suele abanderar esfuerzos de reforestación en muchos sitios. Sin embargo, no necesariamente es la mejor opción.
“Por ejemplo, me tocó ver hace años que reforestaron donde iba a ser el aeropuerto en el Lago de Texcoco con Pinus patula, y no sólo uno, eran como cientos o miles. Ése es un ambiente salino, ahí nunca iba a crecer; el siguiente año, todos estaban muertos”, expone Torres Montúfar.
El ejemplo sirve al especialista para establecer que, por más buenas que sean las intenciones de las autoridades, todo intento por reforestar carecerá de éxito sin el conocimiento apropiado, sin un acercamiento al sector científico para verificar la viabilidad de los programas.
“No siempre es fácil porque se necesitan ensayos de germinación; es tardado, puede ser costoso. Pero quizás a la larga sea lo más adecuado para que el porcentaje de éxito sea realmente mayor”, opina el especialista.
Un ejemplo reciente y muy notorio es lo sucedido con el ahuehuete plantado en la glorieta que anteriormente luciera una palma en Paseo de la Reforma, que granjeó críticas y burlas al Gobierno capitalino por el evidente mal estado del nuevo ejemplar.
“El ahuehuete tiene requerimientos de agua muy particulares; aquí en el Valle de México eran abundantes, pero porque teníamos un montón de agua. Se empiezan a entubar los ríos -Churubusco, de la Piedad…-, pues ya los ahuehuetes que había, como el de Popotla (renombrado como Árbol de la Noche Victoriosa), se empezaron a secar a raíz de que se entubaron todas las fuentes de agua”, detalla Torres Montúfar.
“Yo veo más riesgo en que se haga esto a nivel institucional, a nivel País, que ya se tenga un programa de poner jacarandas por todos lados, en zonas silvestres o medio urbanizadas”, agrega el experto, a propósito de que se sigan criterios estéticos a la hora de elegir con qué reforestar.
También suele hacerse pensando en cuestiones prácticas, como si los ejemplares van a tirar hojas, lo cual implicará un gasto de limpia para barrerlas, o si sus raíces levantarán las aceras, por lo que será necesario estar reencarpetando.
“La elección de ejemplares para el arbolado urbano sí debe de seguir criterios bien particulares. En la Facultad de Arquitectura también hay un herbario interesante. Hablando a nivel institucional, a nivel UNAM, a nivel académico, ellos podrían generar un catálogo de plantas que se podrían usar para reforestar o para cambiar poco a poco el arbolado urbano”, sugiere Torres Montúfar.
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