Coahuila
Hace 1 mes
Durante muchos años el divorcio en México fue un proceso que además de doloroso en lo emocional, resultaba complejo, lento y muchas veces innecesariamente desgastante. Irónicamente quienes ya no querían compartir la vida, debían pasar meses compartiendo trámites. El Derecho no es estático, evoluciona, escucha y a veces, aunque no siempre a la velocidad deseada, también entiende.
En ese camino de entendimiento, una de las figuras importantes en los últimos tiempos ha sido el divorcio notarial, una alternativa que llegó para humanizar el proceso y reconocer la madurez jurídica de las personas; porque no siempre se necesita un juez para saber que un proyecto de vida terminó. El divorcio notarial permite que dos personas, sin hijos menores o incapaces jurídicamente, sin embarazo y que estén de común acuerdo, puedan dar por terminada su relación legal ante un notario público, sin necesidad de juicio. Es una figura que está vigente en varias entidades del país, incluida Coahuila, y que representa una muestra de cómo el Derecho puede adaptarse a la realidad sin perder profundidad ni rigor.
La importancia de esta figura es reconocer que el Estado no debe entorpecer ni obstaculizar procesos que pueden resolverse con dignidad y civismo, sin saturar los tribunales ni revictimizar a quienes están atravesando un proceso difícil. A través del divorcio notarial, el Derecho asume que no todos los conflictos requieren litigios, ni todos los finales necesitan sentencia. Hay quienes deciden separarse sin odio y sin violencia y liquidar ante notario la sociedad conyugal, en caso de estar casados bajo ese régimen. Esta vía representa un solución real y económica en tiempo y recursos, al sistema de justicia, que enfrenta una saturación alarmante.
El notario debe verificar que se cumplan los requisitos legales, que ambas partes estén en condiciones de decidir libremente y que no haya elementos que ameriten la intervención judicial. Es un acto jurídico serio, documentado y con efectos legales plenos.
Como ciudadano me parece una muestra de respeto a la autonomía de las personas y del ejercicio de los derecho humanos, como docente creo que es un ejemplo claro para explicar a las nuevas generaciones que el Derecho no está para imponer, sino para acompañar los procesos humanos con sensibilidad, certeza y eficiencia, y como notario doy fe de que esta figura está cada vez más explorada socialmente.
Sin embargo, aún hay desconocimiento, y es tarea de quienes participamos en la comunidad jurídica difundir esta herramienta y desmitificarla. No es un trámite exprés sin consecuencias, es una opción racional para quienes han decidido en común, con conciencia del significado y de los efectos. El divorcio, sea judicial, notarial o administrativo, no debe verse como un fracaso, sino como una decisión legítima cuando la convivencia ya no es posible o el proyecto de vida común ha perdido sentido.
Desde mi experiencia profesional, he visto como personas, especialmente mujeres, sufren años por no saber cómo concluir un matrimonio que no funciona o que la separación física no extingue los derechos y las obligaciones del matrimonio. Por eso es importante hablar con claridad, sin prejuicio, con empatía y responsabilidad de este tema.
El divorcio notarial nos recuerda que el Derecho más poderoso es el que pone a las personas al centro, sin retórica, sin burocracia innecesaria y sin complicaciones procesales. Un derecho que entienda, que confíe en que los ciudadanos saben decidir sobre sus vidas y que el papel del Estado es garantizar que esas decisiones sean libres, informadas y seguras. Formulo votos para seguir avanzando en esa ruta porque cuando el derecho entiende se vuelve justo, útil y más humano.
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