Después de las grandes recepciones que tuvo el capitán Emilio Carranza por su hazaña de volar sin escalas desde la ciudad de México hasta 300 millas antes de Washington, empezó a preparar su regreso.
Pero antes voló el 17 de junio de 1928 de Washington a Detroit, para visitar a su amigo Charles Lindbergh, acompañándolo en su despegue un escuadrón de aviones militares en señal de despedida y al llegar a Mitchell Field, de Nueva York, lo esperaba otro escuadrón en señal de bienvenida.
Al frente del comité de recepción estaba Jimmy Walker, el alcalde de Nueva York, quien le presentó las llaves de la ciudad.
Emilio gozó su estancia en Nueva York. Fue invitado a pasar lista de los cadetes de West Point, un honor nunca antes concedido a un visitante con el rango de capitán.
Para el viaje de regreso, programado para el 2 de julio, su hermano Sebastián revisó el avión.
Pero los reportes del servicio meteorológico de Estados Unidos señalaban sobre el peligro de volar con las malas condiciones que existían.
El avión solo esperaba listo en el hangar con los tanques llenos de combustible.
Después de cenar en su hotel, el Waldorf Astoria, recibió un telegrama y después de leerlo, ordenó por teléfono que tuvieran listo el avión. No avisó a su familia y partió del aeropuerto Roosevelt de Nueva York el 12 de julio de 1928, a las 7:18 de la tarde, el Capitán Carranza ignoró una tremenda tormenta y despegó. Los sorprendidos mecánicos observaron como desaparecía el “México Excélsior” dentro de la amenazante tormenta.
Los encabezados de los periódicos decían “El capitán Emilio Carranza partió de Nueva York en ruta a México y entró directamente a una furiosa tormenta.”
Nada se supo hasta el día siguiente, a las 15:25 horas del 13 de julio. John Carr, un joven de Sandy Ridge, que con su madre y cuñada andaba recogiendo bayas y encontrando parte de un ala de avión llamó a las autoridades locales, que se movilizaron y confirmaron la muerte del héroe mexicano, que se estrelló en el bosque Pine Barrens de Nueva Jersey.
Cuando se recuperó su cuerpo se encontró un telegrama en su traje de piloto que decía: “Sal inmediatamente, sin escusa ni pretexto o la calidad de tu hombría quedará en duda.”
Y como disciplinado militar obedeció las órdenes de su superior, al costo de su propia vida.
El cuerpo fue recuperado por la Legión Americana de Mount Holly. Le sobrevivió su esposa María Luisa Corbalá y su hijo Emilio, que desafortunadamente murió de apendicitis a los seis años de edad.
Cada mes de julio, a las 13 horas del sábado más cercano al aniversario de su accidente, los miembros de la Legión Americana, en compañía de los cónsules mexicanos de Nueva York y Filadelfia, le rinden honores, en el monumento que se construyó en el lugar, donado por estudiantes mexicanos, que representa un águila azteca cayendo.
El héroe mexicano, capitán aviador, Emilio Carranza, tenía al morir, sólo 23 años.
(Resumen de “La Historia del capitán Emilio Carranza Rodríguez, El Mensajero de Paz”, http://www.sct.gob.mx/fileadmin/DireccionesGrales/DGACarchivo/modulo1/hist-cap-emilio-carranza.pdf)
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