Arte
Por Grupo Zócalo
Publicado el miércoles, 15 de noviembre del 2023 a las 04:00
Ciudad de México.- La poesía es impotente para derribar dictaduras o para detener un genocidio, admite Raúl Zurita, el mayor poeta vivo de Chile, pero sin ella, advierte en entrevista, ningún cambio es posible.
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La poesía es absolutamente impotente. La poesía no puede derribar una dictadura, no puede parar un genocidio, no puede eliminar el sufrimiento de millones y millones de seres humanos, pero sin la poesía no es posible ningún cambio, pues representa esa dimensión del sueño irrenunciable que todos, de una u otra forma, guardan en el fondo de sí mismos.
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¿Por qué esa gente que sufre tanto no se mata? ¿Por qué no se suicidan? ¿Por qué entre los más desposeídos las tasas de suicidio son muy bajas? Porque de todas maneras siempre tiene que haber una mínima, pero mínima rendija de luz. Se cierra esa rendija de luz y todo se acaba”.
Zurita, Premio Reina Sofía de Poesía, conversó con REFORMA tras recibir el Reconocimiento a la Excelencia en Letras de Humanidad, que la Cámara de Diputados, a través del Espacio Cultural San Lázaro, le otorgó ayer.
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¿Cómo se puede escribir poesía después de Auschwitz? Siempre he pensado que la respuesta es muy simple: para que se pueda escribir no tiene que haber más Auschwitz”, dijo durante su discurso, en referencia al cuestionamiento del filósofo alemán Theodor Adorno.
Posteriormente, en entrevista, abundó: “Siempre me ha parecido esa pregunta un poco retórica y un poco banal. En lo más profundo de nosotros mismos hay que gritar ‘No a Auschwitz’, ‘No a la masacre, al genocidio palestino’, ‘No a todos los horrores’. Somos tan breves; es tan profundamente absurdo. Es un ápice (en el que estamos), y en ese ápice nos matamos, nos descuartizamos.
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Es como si la historia no existiera, como si fuera un solo momento: el mismo momento en que se está destruyendo Troya, el mismo momento en que se está destruyendo Hiroshima, el mismo momento en que se está quemando un ser humano en Auschwitz, el mismo momento en que se está bombardeando Palestina, como si fuese una raza de asesinos condenada, no obstante, a mantener la esperanza como sea, aunque sea rasguñando el suelo. Si se puede hablar de misión, la de la poesía es esa.
¿Cómo mantiene usted la esperanza?.
Así. Yo no quise haber escrito. Me extraña haber escrito libros. La verdad es que no me lo propuse, al contrario, yo no quería ser poeta. Me tomaron preso el 11 de septiembre, preso en un barco; fui golpeado, torturado y no tenía trabajo. Lo necesitaba urgente porque ya tenía hijo y no conseguía trabajo. Y escribía, no podía hacer otra cosa.
¿Fue más fuerte el deseo de escribir?
Fue más fuerte la desesperación; no poder ir más allá. Era lo indecible, lo indecible, lo indecible… ¿Cómo? ¿cómo? ¿cómo?… Como si te estrellaras contra un muro y no pudieras más.
Cuando lo indecible se pone en palabras, ¿se vuelve descifrable?
Se pone en palabras. Es menos terrible.
¿Si estuviéramos más conscientes de que la poesía puede estar en todos lados -usted lo ha dicho-, ¿seríamos una raza menos asesina?
Sí, claro. Basta ver cómo las cosas nacen. Debería ser así, pero no es así.
¿Hay que mirar entonces arriba, abajo, a los lados para encontrar la poesía?
Pero no es un asunto de ampliar los límites, para nada. Creo que nadie ha ampliado más los límites como un tal Shakespeare. La poesía es exactamente lo que tú quieras hacer que se llame poesía. Yo nunca he hecho cosas por hacer, siempre han sido por urgencia, por urgentes.
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