Internacional
Por Grupo Zócalo
Publicado el lunes, 11 de octubre del 2021 a las 10:56
Argentina.- El estremecedor caso del doble homicidio contra su madre y su tía ha extremado las medidas de seguridad en Argentina para el proceso judicial contra Gilad Gil Pereg, quien arriesga 50 años en la cárcel por los crímenes y es llamado como “el hombre que se cree gato” por algunos medios en ese país.
El sujeto de 40 años, de nacionalidad israelí, es el principal sospechoso del doble asesinato, ocurrido el 25 de enero de 2019 en un predio de dos cuadras, contra su madre, Pyrhia Saroussy, y su tía, Lily Pereg, quienes lo habían ido a ver.
Su caso generó aún más interés y extrañeza ante el comportamiento del hombre, quien luego de ser arrestado fue grabado al interior de su celda desnudo, caminando en cuatro patas y maullando, al igual como un gato.
Según revela Clarín, la sala de audiencia ha sido modificada y se espera que el proceso judicial sea traducido en inglés y hebreo, siendo además transmitido por YouTube, debido al interés que ha generado tanto para medios locales como extranjeros, así como a las comunidades judías de Argentina, Estados Unidos, Israel y Australia.
Mientras estas adaptaciones técnicas siguen en proceso, contemplado para el 26 de octubre, las autoridades ya preseleccionaron a 120 personas para la etapa que busca que 12 formen el jurado en el juicio contra Gil Pereg, donde incluso hubo un debate entorno a que se espera que por primera vez se agreguen participantes no binarios.
Gil Pereg llegó a la provincia de Mendoza, Argentina, en 2007, identificándose como ex soldado israelí que nació en Petaj Tikva. Según revela la prensa local, ante los vecinos también llegó a decir que era de nacionalidad ucraniana y australiana, presentándose también como “Nicolás” o Floda Reltih (este último es Adolf Hitler al revés).
¿Cuándo ocurrió el caso de Gil Pereg?
El caso del doble asesinato ocurrió en 2019, cuando él se presentó ante las autoridades para denunciar la desaparición de ambas mujeres, a quienes había dicho que no tuvo noticias de ellas el 12 de ese mes.
Tanto su madre como su tía llegaron el 11 de enero de ese año en vuelos con tres horas de diferencia a Mendoza. Según revelan imágenes de las cámaras de seguridad, el hombre las había ido ver la mañana siguiente a su ingreso a la provincia argentina, las cuales se suponía que ambas estarían hasta el 28 del mismo mes, tras detectarse que tenían pasajes de regreso para ese día.
Gil Pereg vivía en predio de 6 mil 500 metros, donde tenía 37 gatos y cuatro perros, sin contar con mesas, sillas, cama ni baño, haciendo sus necesidades en el piso. Los medios argentinos revelan que en el terreno, ubicado frente a un cementerio, estaba construyendo unas canchas de futbol y pádel.
Los únicos registros de actividades económicas que tenía en ese país era la compra y venta de sociedades, las cuales llegaba a ofrecer en 60 mil pesos argentinos (unos 12 mil 600 pesos mexicanos).
Los vecinos comentaban que era conocido por jugar póker y estafar a la gente, mientras que se especulaba de que él poseía un alto coeficiente intelectual, al igual de dominar siete idiomas, aparatos de última tecnología y el desplazamiento de carros de lujo por los que se movían sus supuestos socios.
El lunes 14 de enero se presentó en la comisaría de la zona y denunció la desaparición de su madre y de su tía. Dijo haberlas visto por última vez el sábado por la noche, y que no volvió a tener noticias de las mujeres. Ese día, además, canceló el pasaje que había comprado a Roma. Viajaría con tres caniles, con varios de sus gatos. En los días siguientes, Gil Pereg recorrió su barrio junto a periodistas locales. Señaló casas de narcos y ladrones. “Deberían buscarlas en esos lugares”, sugirió.
La Policía allanó su casa dos veces, con resultados negativos. Pero encontraron algo que les llamó la atención: una mancha de sangre en una bolsa de cemento. Mediante estudios, la compararon con la saliva del cepillo de dientes que su madre usó en el departamento alquilado.
Las novedades del caso eran seguidas por periodistas de Australia (la tía había nacido en Israel, pero tenía nacionalidad australiana), Israel y Estados Unidos (por el interés de la comunidad judía local). También, por agentes de inteligencia israelí, que buscaron los cuerpos de las mujeres hasta en el sótano del cementerio.
El caso empezaría a cerrarse el 28 de enero. Un grupo de caninos policiales detectaron los cuerpos enterrados en el predio del sujeto, mientras que él fue encontrado en la terminal de autobuses preguntando por viajes hacia Buenos Aires.
Según los registros de videos, tanto Gil Pereg, como su madre y tía ingresaron al terreno, pero solamente a él se le vio salir del lugar. Las investigaciones forenses detallaron que el cuerpo de Pyrhia Saroussy tenía señales de golpes y estrangulamiento, detallándose incluso, por parte de la fiscal Claudía Ríos, que “a fallecida, el autor le introdujo un hierro en la zona vaginal y anal”.
Las indagatorias sobre el cuerpo de Lily Pereg, quien era una académica nacida en Israel y de nacionalidad australiana, notificaron que fue asesinada con tres disparos hechos mediante un revolver calibre 38 en el lugar.
Gil Pereg fue enviado a la cárcel de San Felipe a fines de enero de 2019. Semanas antes de la cuarentena, lo trasladaron al pabellón del hospital público psiquiátrico El Sauce. Allí vive hasta el día de hoy. En una de las celdas individuales, de la que prácticamente no sale.
Por lo general, es el único en el lugar, que puede alojar detenidos federales y provinciales, siempre con padecimientos psiquiátricos. En cada guardia, es custodiado por cuatro empleados penitenciarios. Más el personal médico. Su presencia en las audiencias aun no fue confirmada. “Si va, deberá comportarse”, fue la recomendación que le hicieron a su defensa. Pereg está en su derecho a no concurrir.
“ Está perdiendo masa muscular”, confía su abogado. “Se la pasa en la cama. Los médicos le piden que salga al patio a tomar un poco de sol, por la falta de vitamina D. Come las viandas que le dan, usa la misma ropa y no se baña, ni se afeita ni se corta el pelo. Dice que sufre hidrofobia. Sé que los penitenciarios ‘negocian’ con él y le pasan una esponja por el cuerpo cada tanto, además de lavarla la remera mientras duerme”.
Las visitas
A lo largo de los dos años y ocho meses que lleva detenido, tres personas lo visitaron. Un abogado que integró una de las sociedades que creaba, un miembro del Tribunal de Ética del Colegio de Arquitectos que lo había ayudado con una estafa que había sufrido por parte de otro arquitecto, y una mujer. Ella es la única de los tres que no lo conocía antes de su detención. Y la que más lo visitó.
Tienen en común el amor por los gatos. Esa habría sido su mayor motivación para escribirle una carta, en la que le propuso visitarlo. Gil Pereg aceptó su interés, y comenzaron a verse todos los sábados por la mañana, día permitido.
“ Se trataba de una amistad, y no de una relación amorosa. La mujer formaba parte de una asociación de animales y se solidarizó con él”, agrega Brachetta, quien asegura que hace un año Gil Pereg dejó de preguntar por las dos cosas que más le interesaban: sus gatos y el predio en el que vivía. Como si los hubiese olvidado.
En reiteradas ocasiones había pedido por sus animales. Al punto de que sus abogados gestionaron el ingreso de tres de sus gatos. En sus primeros traslados a Tribunales, Pereg maullaba.
“ Me da lo mismo estar en la cárcel o bajo arresto domiciliario. Lo único que quiero es estar con mis gatos. Si me quiere enviar a mi casa con 50 policías que me custodien, hágalo. No me interesa fugarme. Solo me interesan mis gatos”, le dijo a la fiscal.
Los 37 gatos y 4 perros fueron entregados a una asociación de animales, que se encargó de buscar personas dispuestas a adoptarlos. El predio, valuado en 270 mil dólares, está a nombre de la madre de Gil Pereg. Por lo que habría que comenzar los trámites de sucesión. El problema es que algunos de los hermanos de Pereg se encuentran en Israel y Tailandia, y al abogado le resulta imposible ubicarlos.
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