Saltillo|Monclova|Piedras Negras|Acuña|Carbonífera|TorreónEdición Impresa
ONG acusa a Nestlé de usar más azúcar en productos para bebés en países en desarrollo Biden colabora con AMLO para evitar que China exporte acero a EU saltándose aranceles Aumentan hasta 30 años de cárcel por abuso sexual a menores en México Matan a empresario cercano a Félix Salgado en Acapulco Audios vinculan a candidato de MC a la alcaldía de Apulco, Zacatecas con el CJNG

Zócalo

|

     

Opinión

|

Información

< Opinión

 

Coahuila

Gonzalo y Pedro

Por María del Carmen Maqueo Garza

Hace 2 años

Termino de ver en línea “Machuca”, una coproducción chilena-ibérica dirigida por Andrés Wood. Ganadora en el 2004 de los premios Goya y Ariel para mejor película extranjera hablada en español. La historia se sitúa en Santiago de Chile, 1973, en los días previos al golpe de estado del 11 de septiembre. Dentro de aquella atmósfera de exaltación popular, en un colegio privado se echa a andar un experimento social. Se introduce a sus aulas un grupo de niños de extracción muy humilde. El propósito de la iniciativa de interacción social es fomentar valores como el respeto y la aceptación de otras identidades.

Lo que hoy en día asumimos con naturalidad, en ese entonces constituía algo fuera de lo habitual, frente a lo que nadie tenía experiencia. En el colegio ni los propios docentes habían previsto el manejo de algunas situaciones que se presentarían más delante. Dentro de la dinámica propia del salón de clases, se pone claramente de manifiesto el acoso escolar y el escenario de fondo sobre el que se despliegan los distintos momentos de la trama.

Es una buena pieza que nos permite ver de cerca el clima de revuelta social, el repudio a un dictador que, tres años después de su elección por la vía democrática, intenta conformar un régimen reformista y polarizador que el pueblo repudia. El propio Allende instala a Pinochet como comandante en jefe del Ejército, lo que finalmente deviene en el golpe de estado y la muerte de Allende. En una mirada lateral conocemos la inequidad económica que vivían los diversos estratos de la sociedad; la corrupción en sus variadas manifestaciones, y la disfuncionalidad familiar.

Al contrastar los hechos narrados con la realidad que vive el mundo hoy en día, podemos entender que hemos avanzado en muchos sentidos, aunque el riesgo de un sistema político autoritario en Latinoamérica sigue siendo una amenaza. Ahí tenemos el caso de Nicaragua: Hay una orden de aprehensión contra el político y escritor Sergio Ramírez (Premio Cervantes 2018). ¿Su delito? Haber señalado irregularidades en el proceder del gobierno encabezado por el presidente Daniel Ortega. De hecho, años atrás, cuando el derrocamiento de Anastasio Somoza asumió el poder Ortega como presidente, el que nombró a Ramírez como vicepresidente. Con el paso de los años se acentuaron las diferencias entre uno y otro, hasta que  Ramírez se desvinculó completamente de Ortega en 1995.

Las diferencias de pensamiento siempre han existido.  En una democracia tenemos la libertad para pensar como queramos, siempre y cuando ejercer ese derecho no dañe a terceros. Sucede, sin embargo, que el poder muchas veces distorsiona la forma de pensar de quien lo ejerce, y se presentan excesos tantas veces catastróficos. Hoy en día vivimos una atmósfera de mucha mayor aceptación de las diferencias entre unos y otros: Hay libertad de culto, de afiliación política; libertad para expresar la propia sexualidad, entre otras más. Contrastándolo con los años de la dictadura en Chile, nos hallamos del otro lado, y en definitiva no estamos dispuestos a dar marcha atrás hacia regímenes absolutistas.

Entre los términos “tolerar” y “aceptar” hay una enorme diferencia. Tolerar representa la actitud de permitir algo que finalmente no aprobamos. Aceptar, por su parte, es reconocer en otros la libertad de pensar, actuar y expresarse como deseen.  Esta última es una conducta en dos direcciones, en la medida en que te acepto, espero ser aceptado.

La pandemia ha modificado muchas realidades sociales.  Para algunas personas ha roto los arquetipos rígidos prepandemia. En otras ha sucedido lo contrario, la inminencia de la enfermedad y la muerte ha hecho que se aferren a sus paradigmas de siempre de manera obsesiva. Es por ello por lo que, en estos dieciocho meses han convivido conductas distintas, quizá hasta opuestas, dependiendo del motor que mueva a unas y otras. Baste recordar el número de casos que hubo de personal sanitario atacado de diversos modos, llegando hasta el homicidio. Tenemos además a esos personajes que se niegan a vacunarse o a usar cubrebocas, y que, en lugar de quedarse en su casa, frecuentan sitios públicos poniendo en riesgo a muchos. El caso contrario: Apreciamos generosas manifestaciones de individuos, grupos e instituciones, apostando a favor de la prevención de la enfermedad, o bien dando apoyo al personal de salud o a los enfermos.

La crisis sanitaria ha sido un punto de inflexión, disparador de muchas conductas sociales. Podemos dejarnos llevar por el caos, o bien, asumir esta crisis como una oportunidad única de crecimiento personal. Alcanzaremos a ser capaces de extraer lo mejor de cada situación, como hicieron Gonzalo y Pedro, protagonistas de “Machuca”, o bien, terminar sucumbiendo.

Más sobre esta sección Más en Coahuila

Hace 19 horas

El hereje Fox

Hace 22 horas

Salió secuestradora

Hace 22 horas

Agua Saludable