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Coahuila

Hacienda de Perote y sus murciélagos

Por Jorge de Jesús 'El Glison'

Hace 3 años

Hace unos días realicé una de las experiencias mas integralmente emocionantes de mi vida, atravesarme al vuelo de cientos o tal vez miles de murciélagos.

Cuando mi amigo y hermano Nacho Chacón, -propietario del hotel Antigua Hacienda de Perote-, me platicó que en su propiedad hay una cueva donde viven miles de murciélagos, inmediatamente tuve intenciones de conocerla. No pudo ser en ese momento, pues para poder verlos hay que estar ahí al atardecer cuando salen a comer, o al amanecer cuando regresan, sin embargo, me prometí a mí mismo que no podía dejar de atestiguar tal acontecimiento, y hace dos semanas lo logré. Me trasladé hasta Parras, y como Nacho no estaba en su hotel, me dijo que me coordinara con Marisa Vallejo, su comadre y administradora del inmueble hotelero. Muy amable como es su costumbre, Marisa me dijo que le había pedido a su hermano Pedro que me guiara y acompañara, cuando él llegó nos reconocimos como añejos amigos y compañeros egresados de la Universidad Antonio Narro.

Yo esperaba una travesía de unos 20 minutos o una media hora hasta llegar a los cerros cercanos que circundan el hotel, por eso cuando ambos me dijeron sonriendo que la cueva estaba a menos de 5 minutos caminando por una vereda horizontal y muy cómoda, pensé que exageraban, y sin embargo, todavía me sorprendí cuando Pedro me dijo ‘ya llegamos’, y avisté efectivamente una amplia cueva que penetraba en una pequeña formación rocosa a pleno ras del suelo, que se eleva como 2 metros y medio y que tiene una historia muy particular, que Pedro me relató.

Resulta que cuando empezó la colonización de Parras, alrededor de 1590, los dueños de la hacienda decidieron romper la susodicha roca buscando el origen de un arroyo que salía de ella, para ello contrataron indígenas tlaxcaltecas que empezaron el trabajo sin saber que para encontrar el nacimiento del agua tendrían que horadar la formación rocosa por más de 500 metros en línea recta. En un próximo viaje deseo penetrar por la cueva y observar a los murciélagos durmiendo antes de que emprendan el vuelo, en ese momento no lo hicimos porque se requiere calzado especial para caminar por el arroyo que sale de la cueva, y que además exime del peligro de penetrarla, pues se lleva el guano (excremento) de los murciélagos que es muy peligroso si se aspira, ya que el hongo que ahí crece, el “histoplasma capsulatum”, genera esporas que son letales para los pulmones de los humanos, propiciando la enfermedad de histoplasmosis.

Cuando Pedro y yo llegamos a la cueva ya había ahí unas seis personas, en su mayoría mujeres, que al saludarnos nos dijeron que provenían de Nuevo León. Yo esperaba ansioso a que empezarán a salir los murciélagos, y el tiempo pasaba muy lentamente, hasta que de repente salió el primero seguido de otros tres o cuatro, volaban unos metros fuera y se regresaban al interior de la cueva, supongo que lo hacían porque todavía había mucha luz solar a campo abierto, así sucedió durante unos cuantos minutos hasta que de repente hubo algo similar a una estampida, y la cueva parecía que vomitaba a raudales enjambres de cientos de murciélagos por segundo, volaban tan rápido y tan cercanos unos a otros haciendo piruetas y giros inesperados, que yo esperaba que de un momento a otro hubiera un choque multitudinario, pero nunca sucedió, los de Nuevo León se apostaron con precaución a unos 10 metros de la cueva, Pedro y yo estaríamos como a unos 5 metros y los murciélagos pasaban volando muy cerca de nosotros, sin embargo, para mí no era suficientemente cerca, y avancé hasta llegar casi a la boca de la cueva, Pedro fue conmigo y usamos los celulares para sacar fotografías y videos, yo alcé el mío por arriba de mi cabeza hasta donde me alcanzaron los brazos, y por la pantalla pude observar cómo algunos murciélagos pareciera que chocarían contra el aparato, pero en el último instante viraban ágilmente con una maestría y una belleza monumental, realizando todo un arte aeroestético escenificado una coreografía perfectamente coordinada, llevada a cabo por cientos de alados personajes que jamás se estorbaron entre sí aunque volaban en distintas direcciones, de una manera diferente y más caótica que las parvadas de aves o cardúmenes de peces que giran al unísono hacia el mismo lado todos a la vez.

Yo algo sabía en cuanto a que los murciélagos tienen una especie de sonar o de radar que les permite volar con esa capacidad bajo esas circunstancias. Motivado por la maravilla que había presenciado, me di a la tarea de investigar sobre el tema. Los murciélagos, al igual que los delfines o los cachalotes, utilizan la ecolocalización, que es un sistema de percepción que consiste en la emisión de sonidos para producir ecos, que a su retorno se transmiten al cerebro a través del sistema nervioso auditivo y les ayuda a orientarse, detectar obstáculos y localizar sus presas que habitualmente son insectos. Es una especie de “sonar” biológico. La utilizan fundamentalmente para la captura de sus presas y les proporciona información sobre su medida, velocidad y dirección. Los murciélagos calculan la distancia de la presa por la diferencia de tiempo entre la emisión del sonido y la recepción del eco, y la dirección la deducen por la diferencia entre la llegada del eco al oído derecho y al izquierdo. Todo esto es una maravilla de ingeniería genética, y recomiendo efusivamente que no dejen de atestiguar el masivo y maravilloso vuelo de los murciélagos, más fácil y cómodo no puede ser, ya que está a 4 minutos de la recepción del Hotel Antigua Hacienda de Perote.

 

 

 

 

 

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