Saltillo
Por
Jesús Castro
Publicado el domingo, 9 de febrero del 2025 a las 04:00
Saltillo, Coah.- La pintura de un clérigo de avanzada edad sosteniendo un breviario en la mano sobresale en el muro de la biblioteca del Centro Cultural Vito Alessio Robles. Es el sacerdote José Miguel Sánchez Navarro, quien fue dueño de esa casa en la que vivió la familia más rica de Coahuila.
En la biblioteca de gruesos muros y altísimos techos, su encargada, la maestra Esperanza Dávila Sota, abre, con paciencia casi monacal, una carpeta de gamuza que resguarda cientos de documentos fechados en 1821, con el título Testamento del señor cura Sánchez Navarro.
Al interior del legajo se detallan las riquezas de la familia Sánchez Navarro, dueños de un latifundio de 7 millones de hectáreas divididas en más de 60 haciendas, territorio similar al de Portugal, entre cuyas posesiones estaba esa casa ubicada en la entonces calle del Cerrito, y que hoy está rodeada por las calles Hidalgo, Aldama y Bravo, en el Centro de Saltillo.
“Poseo en la villa del Saltillo, para la cual exhivi [sic] yo el dinero que costó el solar, y el que se impendió en radificarla o hacerla de nuevo”, dice uno de los documentos del testamento, según lo escribe la maestra investigadora Concepción Recio Dávila en su texto El indescifrable aroma del tiempo, donde también revela cómo era esa casa hace 204 años.
El testamento del sacerdote la describe como “de adobe, que se compone de 24 piezas, dos patios, un corral grande con su puerta de campo, inclusive dos cocinas, caballerizas y necesarias [sic]; sus techos, de biga [sic] y tableta en las piezas y en las demás de morillo”.
De fachada austera, gruesas puertas de madera, una entrada que parece trasladar a otra época, dos patios y bellas columnas deteniendo los arcos dóricos, el inmueble tiene su origen en el nacimiento de Saltillo, en 1577, cuando el capitán español, Juan Navarro, uno de los 15 fundadores de la entonces Villa de Santiago, recibió tierras del jefe político y militar, Alberto del Canto.
Entre las que le repartieron estuvo el solar donde estableció su casa, cuya descripción en documentos antiguos coincide con el sitio donde hoy está el Centro Cultural Vito Alessio (Cecuvar), aunque se desconoce la fecha en que comenzó a construirse.
“De 1577, que es la fecha que se está dando como oficial, hasta finales del siglo 18, se habla de casas de adobe, entonces no podemos especificar, necesitamos meternos a fondo al documento, para ver si él, así como está, como la conocemos, haya sido él o los descendientes los que la construyeron”, compartió Concepción Recio.
Y dice que no se vuelve a saber de esa casa sino hasta 1777, cuando los documentos de un censo registran que ahí vivía doña Leonarda Sánchez Navarro, descendiente de Juan Navarro. La mujer es hermana de José Miguel Sánchez Navarro, el sacerdote de la pintura en la biblioteca del Cecuvar.
La casa vuelve a ser mencionada 44 años después, en el testamento de su hermano Miguel, como una edificación que él compró, aunque no especifica si se la vendió su hermana Leonarda, el papá de ambos, Cristóbal José Sánchez Navarro Arizpe, u otro miembro de la familia.
Los documentos antiguos refieren que Juan Navarro, fundador de la dinastía, aprovechó al máximo las tierras que le entregaron, estableciendo el primer molino de trigo de Norteamérica, y podría creerse que de ahí deviene la fortuna con la que su descendiente, el cura Miguel, compró la casa.
Pero no. Cuando José Miguel se ordena sacerdote, a los 25 años, en 1755, es nombrado párroco de Santiago Apóstol, en Monclova, donde construye un nuevo templo frente al que abre una tienda que surtía a todas las poblaciones de la región, comenzando así la base de su fortuna, y convirtiéndose en la cabeza de la familia, aun cuando su padre todavía estaba vivo.
“A partir de esas ventas, la compra de ganado, de terrenos, su visión fue increíble, y arropó a toda la familia, es decir, a partir de él se conjugó toda la familia”, expresó Concepción Recio. Porque el párroco Miguel no sólo fue nombrado administrador del diezmo, también de las tierras que pertenecían a la Iglesia, siendo el único autorizado para venderlas a particulares.
Para eso se lleva de Saltillo a sus hermanos Miguel Francisco y Gregorio, y al hijo de este último, llamado Melchor, con quienes compra grandes extensiones de tierras, entre ellas las que habían pertenecido al Marquesado de Aguayo, hasta llegar a 7 millones 347 mil 450 hectáreas, abarcando una gran parte de Coahuila y porciones de Nuevo León, Zacatecas y Durango.
En 66 años, la familia Sánchez Navarro, con el cura José Miguel a la cabeza, constituyó en Coahuila el mayor latifundio que ha existido no sólo en México, sino en toda Latinoamérica, administrando más de 60 haciendas, incluyendo minas y otros negocios, que, al morir el sacerdote, a los 91 años, le hereda el cargo de administrador de la riqueza familiar, a su sobrino Melchor…
La fortuna de esta rama de los Sánchez Navarro todavía continúa intacta dos décadas después de la muerte del padre Miguel, cuando llegan a Saltillo tropas norteamericanas durante la guerra entre México y Estados Unidos, de 1846 a 1848:
Para ese entonces ya había fallecido Melchor, y le sobrevivían su esposa Apolonia Berain, y sus hijos Jacobo y Carlos.
Sobre esa etapa escribió Javier Villarreal Lozano en su libro Los ojos ajenos / Viajeros en Saltillo, que contiene la descripción que el capitan George W. Hugues hace de Saltillo, refiriendo que “Más de la mitad de todo el estado de Coahuila pertenece a los dos hermanos Sánchez (Jacobo y Carlos Sánchez Navarro), quienes poseen 3 mil peones (…) Su residencia principal está en Saltillo”.
Por eso, continúa el libro de Villarreal Lozano, los norteamericanos hicieron negocios con Jacobo, personaje al que Ryan Curtis describe como “un hombre joven, no aparenta más de 28 años. Bajo de estatura, de tez morena y cabeza redonda. Vestía unas impecables botas francesas, pantalones a cuadros, una chaqueta de gamuza de venado”.
A partir de ese momento, a través de un contrato de arrendamiento, la casa de los Sánchez Navarro, con todos sus bienes y empleados, funciona como cuartel general de las tropas norteamericanas y vivienda de altos mandos del Ejército, hasta que se retiran dos años después.
En la biblioteca del Centro Cultural Vito Alessio Robles, el Cecuvar, o también el “Vito”, hay una pintura de Jacobo Sánchez Navarro; hay otra en blanco y negro de su hermano Carlos, quienes, durante la intervención francesa y el segundo imperio mexicano, tomaron una decisión que les costó su fortuna.
Ambos toman partido por los franceses y apoyan abiertamente al emperador Maximiliano de Habsburgo, al grado de que Carlos, quien vivía en la Ciudad de México, es nombrado Chamberlain de la corte imperial. Mientras tanto, Jacobo se hace cargo de los negocios de la familia desde la casa en Saltillo.
Con todos sus bienes confiscados, fraccionados en lotes y vendidos por el Gobierno a particulares, Jacobo y Carlos se quedan a vivir en la capital del país y, trece años después, litigan recuperando la mitad de la casa de Saltillo, con salida por la calle Bravo, antes del Reloj, que venden a Henry Mass. Durante esa década, el resto del inmueble es habilitado como palacio y oficinas del Ayuntamiento.
Para 1900, el Gobierno sigue utilizándola como Presidencia Municipal, incluso, es atacada durante la Revolución constitucionalista y, a la fecha, uno de los barrotes que cubren las ventanas hacia el lado de la calle Aldama, aún conserva la hendidura que le dejó una bala.
Hacia 1907, Henry Mass le dona la parte que compró de la casa al obispo Jesús María Echeverría, quien establece un seminario, pero sólo dura seis años, pues, con la Revolución, el inmueble es cerrado y el Obispo huye. Al regresar, el Gobierno le ha confiscado la casa y jamás se la devolvió.
Durante un tiempo, esa parte se rentó para establecer puestos a comerciantes, pero luego se instaló ahí la comisaría del Ministerio Público y la cárcel municipal, que funcionó hasta finales de la década de los setentas, cuando abrió la penitenciaría en la calle Castelar. Y la otra mitad de la casa dejó de ser Presidencia Municipal al construirse un nuevo edificio en el bulevar Francisco Coss.
A la maestra Concepción Recio le tocó vivir la época en la que la antigua casa de los Sánchez Navarro fue habilitada…
Primero como Dirección de Educación, y luego como oficinas de la Secretaría de Educación Pública.
En 1987, en la otra mitad de la casa se establece la biblioteca Elsa Hernández de De Las Fuentes, que funcionó 20 años.
En 1998, siendo secretario de educación Óscar Pimentel González y gobernador Rogelio Montemayor, la SEP se muda de ahí, y establecen un convenio con la familia del historiador saltillense Vito Alessio Robles, quienes donan su biblioteca y legado de documentos históricos, lo que se logró con las gestiones del historiador Javier Villarreal Lozano (+).
En marzo de 1999, la que fuera la casa de la familia más rica de Coahuila, se convierte en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, con Villarreal Lozano como primer director, albergando desde entonces, otra riqueza, no económica, sino histórica y cultural.
Más sobre esta sección Más en ZocaloApp-home2
Hace 2 horas
Hace 9 horas
Hace 12 horas
Hace 12 horas
Hace 12 horas
Hace 12 horas
Hace 15 horas
Hace 15 horas
Hace 15 horas
Hace 18 horas
Hace 20 horas
Hace 1 dia