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Coahuila

La histórica huelga obrera de Cinsa-Cifunsa de 1974

Por José Guadalupe Robledo Guerrero

Hace 3 años

Hace 47 años, Saltillo fue escenario de la victoriosa huelga obrera de Cinsa-Cifunsa, cuando 6 mil obreros desafiaron la intransigencia patronal de los dueños del Grupo Industrial Saltillo (GIS) y obtuvieron la reivindicación de sus derechos laborales. La huelga duró 49 días, del 16 de abril al 3 de junio de 1974, y pese a la heroicidad de los trabajadores huelguistas y al triunfo del movimiento, ningún historiador oficialista ni académico lo registró para la historia venidera, seguramente para no incomodar a la patronal. Por eso, ahora contaremos esa aleccionadora experiencia, que bien vale la pena recordar, sobre todo porque antes como hoy, Saltillo sigue siendo una ciudad de obreros industriales.

En ese entonces, el 1 de mayo los obreros desfilaban obligados por sus centrales sindicales, principalmente CTM y CROC, y recibían con entusiasmo los volantes que repartían los estudiantes-trabajadores de la Preparatoria Nocturna de la UAdeC con el ánimo de despertar la conciencia, sobre todo a los trabajadores del GIS, en donde había condiciones de sobreexplotación: salarios miserables, mínimas prestaciones, acoso sexual, trabajos eventuales, inseguridad laboral, represión, etcétera.

Desde 1971, cada año los volantes estudiantiles aparecían en el desfile del Día del Trabajo. Y como consecuencia de estos contactos obrero-estudiantiles, las aulas de la Preparatoria Nocturna se convirtieron en un recinto ideológico, donde los fines de semana (sábados y domingos) nos reuníamos con grupos de obreros para estudiar la Ley Federal del Trabajo, la historia del movimiento obrero y escuchar canciones de protesta. Por eso, durante los 11 días (del 25 de marzo al 4 de abril de 1973) que duró el Movimiento de Autonomía de la Universidad de Coahuila (hoy UAdeC), los estudiantes en lucha recibieron el generoso apoyo económico y moral de los “compas” obreros. Éramos de los mismos.

Uno de los productos de aquella relación fue un tabloide que se llamó La Voz del Proletariado, que se repartía entre los trabajadores del GIS, cuyas páginas insistían en la lucha reivindicativa de los obreros, apoyada en la Ley Federal del Trabajo.

Ese periódico era distribuido por estudiantes afuera de las fábricas del GIS, principalmente en Cinsa y Cifunsa. El reparto del tabloide nos acarreó algunas correteadas de los vigilantes de las empresas y de los “porros” de la CTM. Pero nunca pasó a mayores, salvo algunos garrotazos e intercambios de piedras, nunca lograron alcanzarnos porque nos salían alas en los pies.

A principio de 1974, se repartía el periódico a las puertas del sindicato de Cinsa-Cifunsa (Presidente Cárdenas y Emilio Carranza) donde había una asamblea general. El local estaba a reventar y los obreros habían preparado duros cuestionamientos para los dirigentes “charros”, cuyo comité sindical lo presidía un tal Margarito Carranza, quien les informaría de las “conquistas” que habían logrado en la reciente firma del Contrato Colectivo de Trabajo.

El aumento salarial era miserable. Los ánimos estaban caldeados, y la base obrera no estaba conforme con el incremento obtenido ni con las condiciones de trabajo que existían, como el acoso sexual de los jefes a las obreras en Cinsa, donde gran parte de la planta laboral eran mujeres jóvenes, muchas de ellas esposas de obreros de las mismas fábricas.

Los estudiantes llegamos hasta la puerta del sindicato, y mientras repartíamos los volantes, un grupo de porros de la CTM intentaron agredirnos, pero los asambleístas salieron a defendernos y nos introdujeron a la asamblea, donde por unanimidad destituyeron a la dirigencia “charra”, eligiendo una nueva directiva sindical, y como secretario general, eligieron a un obrero de 23 años, que tenía laborando seis meses como mecánico-electricista: Salvador Alcázar Aguilar, que se destacó en la asamblea apoyando la destitución de los “charros” cetemistas, en un momento que pocos querían dar su opinión por temor a las represalias patronales.

Así, inició el proceso que desencadenaría la huelga de Cinsa-Cifunsa. Luego vendrían los asesores del Frente Auténtico del Trabajo (FAT) a apoyar al sindicato en los asuntos legales, entre ellos: Arturo Alcalde Justiniani, Pedro Villalba y Alfredo Domínguez.

Ante la negativa del GIS a establecer un diálogo con la nueva dirigencia sindical, los asesores del FAT encontraron en la Ley Federal del Trabajo la base para legitimar la huelga por mayores salarios y prestaciones: “El desequilibrio en los factores de la producción”. La huelga estalló el 16 de abril de 1974.

Desde ese momento, el local sindical fue el lugar de reunión de los trabajadores, donde conocieron la alternativa legal para reivindicar su situación laboral. También, fue el inicio para que los medios de comunicación radicalizaran su labor de desprestigio en contra de la “agitación de los comunistas”, los que según ellos, manipulaban a los obreros para lanzarlos en contra de sus “cristianos” patrones.

Solo dos medios saltillenses no se sumaron a la diatriba en contra de los justos reclamos obreros: el periódico El Independiente, de Antonio Estrada Salazar y la XEKS, radiodifusora de Efraín y Jesús López Castro, que difundieron la lucha obrera que se estaba gestando, e informaron durante toda la huelga.

En estos días, la preocupación fundamental de dirigentes, asesores y activistas, fue el sostenimiento económico de 6 mil trabajadores y sus familias sin fondo de resistencia, porque el tesorero de la dirigencia sindical recién destituida, Mario Gaona, había “desaparecido” con el fondo de huelga por orden de los patrones.

Para resolver el problema, se solicitó el apoyo político y económico del pueblo a través de brigadas de estudiantes, obreros y simpatizantes, quienes recaudaron la generosa ayuda, tanto en especie como monetaria. Contribuciones que continuaron durante la huelga, pues en el Saltillo de aquel entonces, la mayor parte de los saltillenses tenían entre sus familiares o conocidos a un obrero que trabajaba en las empresas del GIS, y conocían las paupérrimas condiciones laborales en que se desempeñaban, por eso los apoyaron.

La solidaridad provenía de los pequeños comerciantes que proporcionaban alimentos, de las amas de casa que regalaban parte de su despensa y de muchos otros que se desprendían de unas monedas.

En aquellos años, el GIS se encontraba entre los 20 grupos empresariales más importantes de México, y sus propietarios –la familia López del Bosque– estaba entre las 37 más ricas de la República, pero también destacaban entre los patrones más explotadores. Su gran capacidad económica les permitió contratar a los mejores abogados patronales del país, entre ellos al prepotente Fernando Illanes Ramos.

Además de la labor de zapa de los medios de comunicación, comenzaron a circular folletos donde el GIS difundía las “generosas” prestaciones que otorgaba a sus trabajadores. También se distribuían volantes difamatorios en contra del FAT, de los dirigentes sindicales y sus aliados universitarios, tratando de confundir y asustar a la base sindical con el mito del comunismo, amenazando con cerrar las fábricas si los obreros no se desistían del paro.

Al mismo tiempo, circulaban en la base sindical, panfletos editados por grupos extremistas de “izquierda” que criticaban a los líderes sindicales y convocaban a radicalizar la lucha. Como por arte de magia, los extremos se juntaron para dañar la unidad obrera. Allí se puso a prueba la organización lograda con la asamblea permanente, la escuela sindical y la intersindical, conformada por representantes de otros sindicatos solidarios con la lucha y que fungían como asesores.

La Escuela Sindical funcionaba diariamente con la asistencia de 400 trabajadores, en donde se estudiaba: legislación laboral, historia del movimiento obrero, economía, política, filosofía internacional de los trabajadores. Allí nació el órgano informativo del sindicato, Venceremos, cuya credibilidad consiguió que las provocaciones de los radicales, esquiroles y patrones no hicieran mella entre la base sindical.

La Intersindical, fue un organismo de discusión y apoyo, que tuvo que ver con la solidaridad al movimiento. Sin embargo, fueron solo tres los sindicatos participantes: los electricistas de la Tendencia Democrática del Suterm representado por Éleazar Valdés Valdés; el ferrocarrilero (Stfrm) representado por Jesús Ruiz Tejada Pérez; y el sindicato universitario (Stamuac) al que representé en el organismo solidario. Las organizaciones cetemistas no asistieron al llamado, a pesar de que los trabajadores de Cinsa-Cifunsa estaban afiliados a la CTM, la que se convirtió en enemiga de la huelga no solo por su “charrismo” sindical, sino por ser enemiga acérrima del FAT y de todo movimiento reivindicativo independiente.

Por esa animadversión sindical, nunca llegó el apoyo económico que Fidel Velázquez le había prometido a los huelguistas saltillenses: un peso semanal por cada trabajador cetemista de México, pues en contubernio con los patrones, la CTM quería vencer a los trabajadores paristas por hambre. Gaspar Valdés, el dirigente de la CTM de Coahuila, siempre fue lacayo de los propietarios del GIS, los López del Bosque.

Durante los 49 días que duró la huelga, en dos ocasiones los trabajadores mostraron la fuerza de su movimiento y consolidaron el apoyo del pueblo saltillense: en el desfile del 1 de mayo de 1974, y en la caravana que se organizó a San Luis Potosí para solicitar la intervención del presidente Luis Echeverría, a fin de vencer la intransigencia patronal que se había recrudecido con el transcurso de la huelga. Los patrones se negaban al diálogo.

En el desfile del 1 de mayo de 1974, las bases de los sindicatos obligaron a sus dirigentes “charros” a plantear en sus mantas el apoyo a los huelguistas. El sindicato de Cinsa-Cifunsa fue el líder de aquel memorable desfile obrero. Los huelguistas contagiaron de combatividad a sus hermanos de clase. La Plaza de Armas y las calles aledañas estaban repletas de saltillenses, que a la menor provocación, se unían al coro de los obreros que gritaban la consigna que el FAT le regaló a la lucha obrera saltillense: “Solo el pueblo salva al pueblo”.

Ese día los huelguistas se ganaron el respeto de las autoridades. El gobernador Eulalio Gutiérrez, desde el balcón de Palacio, presidía el desfile y era testigo de que la simpatía popular y obrera estaba del lado de los paristas. Con esa demostración, el Gobernador fortaleció su actitud conciliadora, y le sirvió para enfrentar las presiones que los López del Bosque le hicieron a su Gobierno desde el inicio del conflicto laboral.

El gobernador Gutiérrez hizo todo lo posible por conciliar a las partes. De los obreros siempre tuvo colaboración y comprensión; de los empresarios, reproches, presiones e insolentes actitudes. Los López del Bosque nunca aceptaron dialogar con sus trabajadores. Su ausencia en las pláticas conciliadoras que se realizaban en el Palacio de Gobierno fue suplida por sus déspotas abogados patronales.

Tres días después del desfile del 1 de mayo, el sindicato en huelga publicó un desplegado donde le daban un plazo de 10 días a los patrones para que se sentaran a dialogar y resolver el conflicto, de lo contrario, se haría una marcha para solicitar la intervención del Presidente de la República, pues los propietarios del GIS ya no atendían el llamado del Gobernador, incluso no contestaban sus llamadas telefónicas.
Aún con el desplegado, los empresarios continuaron en su postura intransigente y soberbia, querían alargar la huelga para que los obreros cansados, hambrientos y derrotados, levantaran el paro sin poner condiciones y totalmente sometidos a sus empleadores. Por eso rechazaban el diálogo, y cuando sus representantes legales lo hacían, rompían las pláticas con cualquier pretexto.

(Continuará…)

La Marcha Obrera
San Luis Potosí

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