Una serpiente entró en una carpintería en búsqueda de comida. La serpiente estaba muy hambrienta y empezó a revisar el lugar buscando algo que pudiera alimentarla. Mientras se arrastraba en búsqueda de algo que comer chocó con un filoso serrucho que se encontraba en el piso. El contacto con ese serrucho hirió levemente a esa serpiente y esto la llenó de ira; así que empezó a morder el serrucho con brusquedad.
La serpiente no entendía lo que le estaba pasando, pensaba que el serrucho la atacaba.
Su herida empezaba a notarse más, y aunque su dolor aumentaba, su sed de venganza era más grande que su dolor.
La serpiente enrollaba el serrucho queriendo asfixiarlo, pero termina siendo asesinada por él.
Y es que cuántas veces reaccionamos con ira y cólera, pensando que de esa manera lastimamos más a esa persona que nos lastimó.
Incluso en ocasiones nos es difícil ver el dolor porque estamos cegados por el enojo, la ira o el deseo de que el otro experimente ese dolor que nos causó.
Esta fábula nos enseña sobre la ira y la importancia del autocontrol. Y de cómo el reaccionar con furia puede hacernos tanto daño.
¿A qué cosas, situaciones o personas nos aferramos en la vida?
¿Cuántas de ellas nos hacen más mal que bien?
¿Hay algún beneficio en la venganza?
¿Cuántas veces el dolor te ha ido envenenando el corazón?
¿Cómo podemos controlar la ira asertivamente?
1. No acumulándola.
2. Cambiando la perspectiva desde un ganar o perder, y reflexionar que cuando pierdes el control de ti, pierdes tú.
3. Reflexiona sobre las causas y consecuencias de tus reacciones.
4. Descansa lo suficiente y date silencios para llenarte de paz en tu día.
5. Cuando sientas la necesidad de reaccionar, acciona realizando respiraciones lentas de entre 10-20 segundos.
6. Aléjate de las situaciones y las personas que te irritan.
7. Busca ayuda terapéutica.
8. Para soltar el deseo de venganza, reflexiona que esto no sólo altera cómo funciona tu sistema inmune, sino que es entrar en luchas que sólo te llevarán a desgastarte y herirte tú. Recuerda que en la vida de la ley de causa y efecto, cada persona será responsable de sus actos.
Se dice fácil, pero es difícil tener un buen control de nosotros mismos. Y no me refiero a tragárnoslo y a evadirlo, sino a saber gestionarlo. Hemos de ser conscientes que si queremos gestionar mejor nuestras emociones, hemos de comprometernos y aceptar que estamos en desarrollo para ser y sentirnos en armonía. En ocasiones tronaremos y perderemos, pero intentar hacer todo porque sea lo menos posible. Es natural que las causas ajenas, las circunstancias que suceden, las injusticias, nos denoten ese dolor y nos aquieten el alma. Pero recuerda que la forma de reaccionar y accionar está en tu cancha y tu decides qué giro darle a las cosas. Si eso te lastimó, es natural atravesar el dolor, el enojo, escribirlo, hablarlo, sanarlo, gestionarlo, darle salida… para después acomodar las lecciones, poner límites con la persona, hablarle y explicarle la situación o poner distancia.
Todos estamos en desarrollo, pero no todos se trabajan a sí mismos.
Trabaja en ti, para gestionar mejor lo que te toca atravesar y en esta medida tus relaciones primarias sean sanas y los desaciertos no te lleven a lastimar ni a lastimar a otros.
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