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Llamada de calentamiento

Por Rubén Aguilar Valenzuela

Hace 2 años

La llamada del pasado viernes de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, al presidente López Obrador, fue un primer escarceo de 45 minutos preparatorio al viaje de Harris a México el próximo 8 de junio, donde habrá una reunión de dos horas en Palacio Nacional entre ambos mandatarios.

Harris planeó, en la conversación telemática, que Estados Unidos y México deben trabajar juntos en “combatir la violencia y la corrupción” en los países del Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) dos capítulos donde el Gobierno de López Obrador no ha dado buenos resultados.

Los primeros dos años y medio de su Gobierno son los más violentos en la historia de los últimos 60 años en México, con más de 80 mil homicidios dolosos, y la lucha contra la corrupción se ha quedado en buenas intenciones y discursos. Ahí siguen, entre otros, Bartlett, Sandoval, el hermano y la prima del Presidente.

La vicepresidenta planteó con razón que “la mayor parte de la gente no quiere dejar sus hogares y cuando lo hace es porque están forzados por algo, porque no hay oportunidades en su país”, y que en la base de esta situación están, entre otros problemas, la violencia y la corrupción.

López Obrador tuvo una muy buena relación con el presidente facistoide Donald Trump y a Harris le dijo que “nos vamos a seguir entendiendo, tenemos muchas cosas en común y estamos de acuerdo con la política que ustedes están emprendiendo en materia migratoria. Nosotros vamos a ayudar, pueden contar con nosotros”.

Por lo pronto y mientras las cosas no cambien, tal vez puede suceder algo distinto el próximo junio, lo que el Gobierno de Biden pide al de López Obrador es lo mismo que el de Trump, que detenga a los migrantes centroamericanos, ahora sobre todo a los niños no acompañados, y para eso el Gobierno de México tiene desplegada a la Guardia Nacional en la frontera sur y norte del país.

El encargo que Biden ha hecho a su vicepresidenta es que busque una solución de raíz al problema de la migración en los países del Triángulo del Norte, aunque también es cierto que cada vez les preocupa más el aumento de la migración mexicana hacia Estados Unidos. De la llamada, ambas partes dijeron que fue cordial y que sus gobiernos están en la mejor disposición de trabajar conjuntamente.

Un especialista mexicano en el tema de la migración centroamericana, que me pide no citarlo, me dice que habría que sugerir a las partes que antes de seguir avanzando en la planificación de una solución deben evaluar los planes anteriores. El Plan Puebla-Panamá y el Plan Alianza para la Prosperidad. En su visión, estos no solo fracasaron por falta de recursos. Hay otros elementos.

Y agrega que es importante involucrar a las organizaciones de la sociedad civil especializadas en migración y quizá también al Gobierno de Canadá, que tiene una importante migración centroamericana y mexicana. Es clave, añade, profundizar en el análisis de la realidad mesoamericana. No basta con atender las causas, su solución en el mejor de los casos es a mediano plazo. Por eso mismo no se justifica el actual cierre de fronteras, de México y Estados Unidos, a la migración centroamericana.

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