El presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, lanza una pregunta retórica: ¿por qué los hombres matan mujeres todos los días? Y se responde, “porque pueden y porque no pasa nada, porque no hay consecuencias, porque los feminicidios no se investigan y porque cuando se investigan, se investigan mal”.
Y tiene razón, en México se registran en promedio diario 10 asesinatos de mujeres y otras tantas desaparecen, y estos crímenes, en su inmensa mayoría, quedan impunes. Es lo que fuimos, somos, y desgraciadamente seremos, un país en el que la inmensa mayoría de los delitos queda impune.
El ministro presidente atribuye la violencia contra las mujeres a la cultura machista que, en México, comienza en los hogares y se perpetúa en escuelas y universidades. Y pues, desgraciadamente, también tiene razón.
Somos un país violento, poco solidario, socialmente fracturado, con un sistema de procuración de justicia profundamente corrupto e inepto, y un sistema educativo muy deficiente.
Somos un país que pareciera estructuralmente incapacitado para construir una sociedad distinta a la que somos. Seguimos sumidos en la polarización y la violencia y, lo más grave, con generaciones enteras que crecen sin visión de futuro, que se agotan en el presente y que buscan incesantemente la gratificación inmediata, donde y como sea.
Dice Arturo Zaldívar, respecto a los feminicidios, que “esta es una realidad que no podemos seguir permitiendo”. Y esta suerte de deseo idílico lo podríamos extender a todo lo que está realmente mal y, pues sí, no lo deberíamos seguir permitiendo, pero por acción u omisión, todos lo hacemos, en los hogares, en las escuelas, en las calles e incluso en las oficinas gubernamentales.
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