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| No pierde de vista a sus pequeños mientras trabaja.

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No sueña con otra vida, la construye

  Por Fabiola Ferrer

Publicado el domingo, 3 de agosto del 2025 a las 04:00


Rosa Lira vende tortillas de harina con el afán de construirles un mejor futuro a sus hijos

Sabinas, Coah.- “El ingrediente más importante para tener éxito es el hambre de obtenerlo”.

Rosa Margarita Lira Elizalde, de veintisiete años de edad, compartió en exclusiva para Periódico Zócalo, cómo ha hecho del trabajo el mejor aliado de su maternidad.

“Mi historia es como la de muchas adolescentes, que erróneamente creemos que la solución a un ambiente complicado en casa en jugarle a la vida adulta.

Me junté con el papá de mis hijos con sólo quince años, para los diecisiete ya me había convertido en madre, y para antes de los veintitrés tenía cuatro pequeños, en una relación carente de todo, donde la solvencia económica y el trato digno a mi persona brillaban por su ausencia.

Mi tercera niña fue sietemesina, el pediatra sugirió un tipo de leche especial, el bote era muy costoso y muy pequeño, la fórmula no duraba más de tres días, pero yo tenía que estirarla una semana, situación que me mantenía en total estrés.

Rosa Margarita Lira Elizalde, de veintisiete años de edad

Tras ver tutoriales de repostería, un día me armé de valor y le pedí prestado al que en ese entonces era mi pareja, trescientos pesos para materia prima, nunca se me olvida las burlas que recibí de su parte, pues yo no tenía experiencia en hacer nada.

Toda la noche me la pasé preparando la mermelada, la masa, horneando y empaquetando, pues pese a ser primeriza no podía tener margen de error, era la única inversión con la que contaba.

Al siguiente día la realidad me cayó encima, en mi mente todo pintaba diferente, pero no cualquiera tiene la facilidad de pararse frente a un desconocido y ofrecerle un producto.

Más cuando en mi infancia nunca tuve necesidad de hacerlo.

En aquel entonces vivía en la villa de Cloete, me fui casa por casa, con mi niño el mayor de la mano, lloraba antes de tocar una puerta, me limpiaba las lágrimas, ofrecía mis pays, y al finalizar la calle principal ya había vendido todo.

Ese mismo día pude regresarle a mi pareja el dinero prestado, comprarle a mi bebita un bote de leche, y todavía me quedé con un margen de ganancia para volver a invertir.

Ahí todo cambió, la sensación de saber que yo podía generar un recurso que me daba algo de libertad, algo de dignidad se sintió tan bien.

Los siente días de la semana está en el mismo lugar ofreciendo sus tortillas de harina.

En poco tiempo y ya con algo de experiencia estaba vendiendo en mi hogar, kekitos, pasteles, hamburguesas, todo lo que podía.

Pero tomamos decisiones que nos pasan facturas altas, emprender mientras cuidas a cuatro niños entre ellos una recién nacida, sobreviviendo un día a la vez a una mala relación, es difícil de sostener por mucho tiempo.

Intenté trabajar como empleada en una tienda de conveniencia, en un local de comida, y aunque tuve mucho apoyo por parte de mi mamá y de mi abuela, responsabilizarlas de cuatro niños es una carga grande.

Recuerdo que en diciembre del 2019, dejé un paquete de tortillas de harina arriba de la mesa toda una noche, al otro día su textura suave estaba intacta.

Cuando me separé del papá de mis hijos ese recuerdo no salía de mi cabeza.

No quería descuidar a mis niños siendo empleada de tiempo completo, ni abusar de la ayuda que me daba mi familia.

Mis hijos son mi responsabilidad, no puedo obligar a nadie a paternar, sólo puedo darles la mejor mamá que puedo ser.

Sus cuatro hijos son ese motivo que la levantan día tras día.

Igual que al principio, me dio miedo, pero más grande que mi miedo es el hambre que siento de salir adelante.

Pues hoy estoy convencida que nada dignifica más a una persona que el trabajo.

Yo no quiero la limosna, ni la compasión de nadie, porque gracias a Dios tengo salud y fuerza para trabajar.

Si otros pueden venir de lugares lejanos a ganarse el sustento diario para su familia, por qué yo no, si yo soy de aquí.

No bastaba con publicar en una red social y esperar en casa a que me cayera el trabajo, tenía que salir a buscarlo.

Hace dos años elegí un punto transitado para mi venta, la primera vez me paré con cuatro kilos de tortillas, hoy vendo de nueve a diez kilos diarios.

Cada día me acompaña uno de mis niños.

Me lleva entre una hora y media a dos horas acomodarlos.

Mientras los vendo, ellos me esperan un poco alejados del cruce por su seguridad, pero sin perderlos de vista.

Al término de la vendimia nos vamos a surtir y les compro un helado.

Por eso, el día que les toca acompañarme los emociona mucho, porque es su momento conmigo.

En ese par de horas su mami es sólo para ellos.

Diariamente amaso por las mañanas cinco kilos de harina, mi venta es los siete días de la semana.

Hay calor, hay frío, pero mis niños tienen una mamá presente, y un plato de comida seguro en la mesa.

Siempre están limpios, bien comidos, pero, sobre todo crecen en un ambiente tranquilo, seguro y amoroso.

Son excelentes estudiantes y desde muy pequeños están aprendiendo el valor del trabajo.

Me llevó mucho tiempo aceptar mi situación, perder la vergüenza y agarrar con fuerza el timón.

La recompensa es saber que la vida de mis niños será mucho mejor que la mía, me siento agradecida por toda la gente que me da trabajo comprándome tortillas, mis pequeños crecen sabiendo que todo depende de nosotros, que los errores no definen nuestro futuro.

El trabajo digno es el mejor amigo, hoy veo nuestro porvenir con esperanza, quiero estudiar, prepararme, nunca es tarde, mis niños no siempre serán niños, pero por hoy disfruto de ser una mamá presente, que se limpió sus lágrimas, escondió su vergüenza y le dio la vuelta a su historia”, dijo Rosa Margarita Lira Elizalde.

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