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Oferta y demanda de energía eléctrica en el país

Por Federico Muller

Hace 3 semanas

La Secretaría de Energía clasifica en dos grandes divisiones a las fuentes que generan electricidad en el país. Los beneficiarios directos de esta han sido los hogares y los sectores considerados como productivos, que configuran la economía mexicana: comercio, servicios e industria, todos ellos, requieren de energía eléctrica para su óptimo funcionamiento, sin dejar de lado el suministro que se ofrece a las viviendas en donde residen millones de familias distribuidas en el territorio nacional. A) La primera es la convencional, que surgió a raíz de la industrialización del descubrimiento del propio fluido. La tecnología que la produce depende del uso de combustibles fósiles y aún no se dispone de mecanismos competitivos que faciliten la aprehensión y aislamiento del Dióxido de Carbono (CO2), que emite en su proceso de transformación industrial. En 2022, los yacimientos de Coahuila aportaron la materia prima (carbón de piedra) para dos de las tres termoeléctricas que existen en el país, localizadas en Nava; las tres contribuyeron con el 6.27% del mercado eléctrico nacional, participación que alcanzó su punto de inflexión en el año de 2019 cuando llegó a cerca del 10%, y de allí ha venido paulatinamente disminuyendo su aportación al mercado de electricidad. Sin embargo, la producción de electricidad por la quema de carbón en México es relativamente inferior a la de países como China y Estados Unidos. B) La otra fuente de electricidad es la que proviene de energías limpias, que a su vez se subdividen en renovables y no renovables, esta última incluye la electronuclear. La única central que tiene México que produce electricidad por medio de uranio es la que fue construida en 1990 en Laguna Verde, en Veracruz. Debido a los accidentes nucleares acontecidos en la URSS (1986) y Japón (2011). Esta fuente ha sido muy cuestionada por las organizaciones no gubernamentales extranjeras, especialmente por el proceso de producción que utiliza, que es sensible a radiaciones nucleares altamente tóxicas, así como por los residuos que generan los reactores, que tardan mucho tiempo en degradarse. Después de 1990, las políticas y planes de la CFE no han contemplado ampliar su cobertura, desde hace varios años su participación al sistema ha sido marginal, sólo contribuye con el 1.85% de la producción total de energía eléctrica. En cambio las energías limpias renovables han incrementado su participación en el mercado. En 2022 lo hicieron con 31.51%, y su tasa de crecimiento durante el periodo 2019-2022, fue de 16.41 por ciento. Un símil, que puede ilustrar de manera burda lo anterior, es decir que de cada 100 focos que se encienden en el país, alrededor de 32 lo hacen por energías verdes poco contaminantes.

Pero para equilibrar la matriz eléctrica del país se requiere superar algunas deficiencias de las tecnologías verdes. Por ejemplo, en el caso de la fotovoltaica, que funciona por la energía que emana de las radiaciones solares, todavía está supeditada a fuentes complementarias, que suplan los periodos de intermitencia, que se dan por los días nublados, y por la oscuridad de la noche. Los acumuladores (baterías), que pueden acompañar a las celdas o tubos solares, aún no hacen autosuficientes a los “parques o granjas” solares. La CFE ha complementado la energía verde con la que producen las hidroeléctricas, y con ello, evitar la discontinuidad en el servicio. En 2022, la capacidad instalada de las centrales eléctricas del país fue de 87,130 MW; el 64% de ellas, está diseñado para operar con recursos fósiles, mientras el resto, 36% lo hace con tecnologías limpias. De acuerdo con el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace), que supervisa diariamente el comportamiento del sistema eléctrico, y que presenta por hora: la generación neta (oferta), el pronóstico neto y la demanda neta de electricidad en el país.

El 21 de mayo a las 13:00 horas la oferta de energía eléctrica fue de 47,351 MW y la demanda neta de 47,377 MW. Capacidad y Producción de Energía de las Centrales Eléctricas. Si el dilecto lector observó que la capacidad de las plantas es mucho mayor a la demanda neta, ¿entonces por qué los cortes al suministro eléctrico? Para contestar a esa aparente paradoja, es necesario decir que capacidad instalada debe entenderse como el potencial de las centrales que bajo condiciones óptimas pueden alcanzar, sin variaciones repentinas y elevadas de la demanda, ni oscilaciones extremas en las condiciones climáticas, etcétera. Por ello, casi ninguna planta en el mundo produce el equivalente a su capacidad instalada. En el país se conjugaron varios factores que ocasionaron el desabasto transitorio de energía eléctrica en el mercado. La generación de energía quedaba rebasada por la demanda. Las prolongadas olas de calor, que provocaron el uso intensivo y simultáneo de aparatos de aire acondicionado; la larga sequía que afecta a la zona norte y centro del país, que disminuyó la producción de energía de las hidroeléctricas; las restricciones gubernamentales a las inversiones extranjeras en centrales eléctricas eólicas y fotovoltaicas, cuyos contratos realizados en el sexenio anterior (2012-18) ponían en desventaja a la CFE, quien tenía la obligación a muy bajos costos de suministrarles energía a sus plantas en las intermitencias de las mismas; los escasos recursos federales destinados al mantenimiento de las centrales, y a las líneas de distribución en el sistema nacional.

Las interrupciones en la red eléctrica no comenzaron en este año (2024), sino que se remontan a 2018, con el inicio de la actual Administración federal. El Cenace, maneja algunos indicadores de desempeño, que registran la frecuencia y duración de los cortes. Uno de ellos es el Saidi, que considera el tiempo promedio de las interrupciones por usuario, lo registra cuando la afectación duró más de cinco minutos. En 2018 fue de 2,110 minutos, cuatro años después se elevó a 3,471 minutos.

 

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