Ciudad de México.- Poeta y médico, Orlando Mondragón escribe en Cuadernos de patología humana: “Le tomo la mano a mi enfermo / para saber que sigo vivo. / Ha muerto unos instantes / después de que mis manos / buscan despertar su sangre. / Oscuras turbulencias / revolvían su pecho. / Su vida coagulada / detenía el oxígeno”.

El jurado del Premio LOEWE de Poesía 2021 encontró en su escritura una manera muy poética de entender una realidad que se presta poco para ello: el dolor, la enfermedad y la muerte, y con un “léxico científico que no resta un ápice a su sencillez y frescura”.

Mondragón (Ciudad Altamirano, Guerrero, 1993) marca un hito en la historia del premio, por primera vez lo gana un poeta menor de 30 años, de modo que en esta edición quedó fuera el Premio a la Creación Joven.

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Sabe que muchos poemarios se han escrito a partir de la enfermedad, pero su escritura se contrapone a una idea extendida entre médicos y personal de salud: creer que la relación entre médico y paciente es unilateral.

“Yo decanto mi responsabilidad hacia el cuerpo enfermo, pero creo que a veces se nos olvida también que no es unilateral esta relación, también el paciente, el sufriente, el cuerpo doliente también nos impacta”, responde el médico residente de psiquiatría en el Hospital Psiquiátrico Fray Bernardino Álvarez.

Ese fue el impulso, pensar cómo le afectaba también a él estar en contacto de manera cotidiana con los enfermos, próximos a la muerte. Encontró además que no abundan los libros de poesía sobre la visión o las experiencias del médico sobre el paciente.

En el ensayo Operación al cuerpo y al lenguaje, en Periódico de poesía, Mondragón reflexionaba a partir de la poesía del fallecido Sergio Loo sobre cómo el lenguaje técnico de la medicina resulta insuficiente para reproducir el dolor.

“Sin saberlo, mi paciente ha encontrado una manera más adecuada de comunicarse: a través de la metáfora”, escribe.

El lenguaje, asegura en el ensayo, es el único puente entre el paciente y él como médico. “Mi paciente dice: ‘el vacío duele’. Y le creo”.

“Un poema o la literatura en sí, siempre nace de cierta imposibilidad de decir algo, de comunicar. Creo que ahí viene gran parte de la tradición literaria y no se diga la poesía. A partir de la imposibilidad de decir algo con palabras cotidianas entra la creación poética, de construir un ambiente, de imágenes y metáforas”, expone.

A través de la entrevista con el paciente, el médico recaba síntomas y signos, en esa conversación, está en contacto con las historias biográficas e imaginativas también del enfermo y los pacientes, insiste, tienen cierta concepción de la enfermedad.

Encuentra que el discurso médico está plagado de imágenes y metáforas, no es difícil de encontrar en los libros de anatomía que se hable de la silla turca para referirse al hueso donde se asienta la hipófisis o las evacuaciones en jalea de grosella para hablar de las heces sanguinolentas.

Con Cuaderno de patologías, desde el título, quiso jugar con los libros de medicina, pero con la experiencia de lo humano.

De niño recitaba el Álbum de Oro del Declamador Universal, Amado Nervo y a los poetas calentanos, en Zirándaro de Los Chávez, un pueblo pequeño de Tierra Caliente, donde se conocieron sus padres, ambos maestros.

El pueblo honra con su nombre al eminente cardiólogo mexicano Ignacio Chávez. Mondragón se entusiasmó con la poesía coral en un pueblo sin cines ni otras diversiones, pero sí con un teatro con una intensa actividad cultural.

Era toda una experiencia declamar poemas que por la complejidad del lenguaje muchas veces no entendía, que superaban su conocimiento de niño, pero cuando lo hacía, todo el mundo guardaba silencio y se daba cuenta que era capaz de conmover sólo con las palabras.

Esos fueron sus primeros acercamientos con la poesía. En la secundaria, descubrió a los poetas del Siglo de Oro, leía los versos de Quevedo, Lope de Vega y Góngora, como se divertía con el humor escatológico de Salvador Novo de Los contemporáneos. Siempre fue un buen lector y sus padres procuraron los libros en casa.

Mondragón resta importancia al hecho de compatibilizar su trabajo como médico con la poesía. Desde el gran poema épico de La Ilíada hay descripciones de heridas de guerra y cómo se sanaban.

“A ratos puede ser también un pequeño tratado para curar heridas”.

Ni tampoco es el único caso de un médico-escritor. Están los ejemplos de Miroslav Holub, patólogo, Antonio Lobo Antunes, psiquiatra, y entre los mexicanos, Elías Nandino y Manuel Acuña, aún estudiante de medicina cuando se suicidó. William Carlos Williams, pediatra, escribía sus poemas al reverso de recetas. Mondragón no ha llegado a esos extremos.

En alguna guardia sí que ha leído poesía o escrito algunos versos, no sobre el papel, pero sí en las notas de su teléfono celular.

“El proceso creativo no se detiene, el proceso de escritura siempre permea todo lo que hago”, dice el joven médico quien pasó por varios hospitales, incluido el Hospital General de Zona 1 del IMSS.

Por supuesto que se debatió entre ser médico o poeta. En un pequeño lugar como Zirándaro, convertirse en médico aún es la mayor aspiración, un “trabajo casi sacerdotal, donde el médico decide y consuela”, como también representa una seguridad económica.

Nunca dejó la literatura durante sus estudios de Médico cirujano en la UAM-Xochimilco.

“El interés tiene pies, por ahí dicen. Siempre traté de hacerme tiempo para la literatura, siempre es gozoso”.

Siempre ha estado en talleres literarios. Ganó el Premio de Poesía Joven Alejandro Aura (2016) con su primer libro Epicedio al padre (Elefanta). Ha sido becario del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico del Estado de Guerrero (PECDAG) y de la Fundación para las Letras Mexicanas.

“La escritura nunca se detiene. Creo que de mi primer libro a este (Cuadernos de patología humana) hubo no sé si un salto, pero sí una transformación de lo que considero poético o de mi forma de escribir. La transformación es esencial para sentir que sigo creando, inquieto en la búsqueda de mi voz poética”.

Mientras esperaba los resultados del examen nacional de residencia trabajó como editor en una empresa de libros y folletos médicos. Eligió la especialidad de siquiatría.

“Gran parte del trabajo de la siquiatría también es a través de la palabra y tratar de encontrar estas anomalías en el pensamiento, y la poesía y la literatura no es otra cosa que la historia del pensamiento de la humanidad”.

Mondragón recibirá el galardón en marzo de 2022, cuando también será presentado su poemario, publicado por Visor.

Un joven médico con un pie en la poesía: “Nacen de la misma inquietud por comprendernos”, sentencia.

El Premio
Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe
Es un galardón internacional creado por la Fundación Loewe.
Su primera edición tuvo lugar en 1988.
Busca impulsar la calidad en la creación poética en lengua castellana.
El premio para la obra ganadora es de 25 mil euros.
Las obras ganadoras son publicadas en la Colección Visor de Poesía.