“Adviento es un camino hacia Belén. Dejémonos atraer por la luz de Dios hecho hombre”. Papá Francisco
Comienza el Adviento, tiempo para detenernos, prepararnos, alistarnos para recibir el nacimiento de Jesús. Y con él llega diciembre, invitándonos en vez de detenernos, a correr de aquí para allá, entre regalos y posadas, entre compromisos y urgencias, entre gastos no contemplados y cosas superfluas que sólo nos alejan de mirar nuestro interior.
Bien nos vendría comenzar este Adviento y esta Navidad preguntándonos, ¿qué es la Navidad para mí? ¿Cómo imagino la Navidad más hermosa?
¿Cómo sueles vivirla en familia?
Acaso es, ¿rodeada de seres queridos o de regalos, o en una mesa donde se sienta unidad y cariño?
¿Con un gran festín en la mesa o dando un festín a quien lo necesita?
¿En un abrazo o en un acto de caridad real en el que alguien es transformado gracias a ti?
Pregúntate, ¿cómo es tu Navidad ideal? Y qué tienes que hacer para poder tenerla.
Navidad no es solamente detenernos a mirar el pesebre.
Navidad es comenzar a mirar qué tengo que dar, qué necesidad late en mi corazón y que en esa obra Dios quiere que me entregue.
Navidad comienza cuando me detengo a mirar qué voy a regalar en actitudes a la gente que trabaja conmigo, cuáles son las necesidades reales de mis seres queridos, cuando me comprometo a dedicarles tiempo, atención, disposición, comenzando con ellos… los más cercanos.
Vivir el Adviento significa prepararnos para la Navidad, y esto significa preparar el corazón.
Poner mi corazón a trabajar, preparar mi actitud y estar disponible para entregarme.
No puede venir a nacer un niño lleno de amor, si no he abierto mi corazón primero a ese amor en ese familiar distanciado, en esa persona cercana que está atravesando una adversidad y me es indiferente, en esa circunstancia en la que Dios me exige que me dé, que dé ese amor que tengo para dar.
Todos los comerciales del momento nos muestran una Navidad en familia, unida, abrazándonos, riéndonos, compartiendo, mirando… ¿Eso vivo? ¿Qué tan coherente y real es? ¿Qué es lo que verdaderamente me importa?
Recuerda que vas a vivir la Navidad que quieras vivir, la Navidad que prepares.
Dios quiere nacer y venir a llenar nuestra vida de dicha, de amor, de felicidad, de paz. ¿Qué tengo yo para entregarle a este niño que viene a llenar mi vida? ¿Qué talentos tengo yo que puedan servir al Belén?
Quisiera compartirles este texto del Padre José Rugel en una carta que me hizo llegar hace unos años en Navidad, estoy segura que les conectará con una mirada nueva a este hermoso acontecimiento que estamos por vivir y nos servirá para tener un mayor recogimiento y prepararnos mejor.
“Acuérdate de Belén. Ni en los peores momentos de nuestras vidas, ni cuando las cosas sean fáciles y tengamos todos los vientos a favor debemos olvidar el acontecimiento de Belén: el nacimiento en la carne del mismo Dios. Olvidarnos de lo que pasó en Belén sería nuestra ruina. La soberbia nos ahogará, las pasiones más bajas y escabrosas nos sofocarán, el maligno nos tomará como prisioneros de sus sucias garras. Si nos olvidamos de lo que Dios hizo por nosotros, nos olvidaremos de lo que valemos para Dios. Nuestro Señor no nos dio algo en Navidad, nos dio a Alguien, y ese Alguien es Él mismo.
“Valemos tanto para Nuestro Dios, que fue capaz de abajarse tanto de nacer en un portal. El dueño del mundo en un portal miserable; el Rey de Reyes tiene como trono un poco de paja y heno, y por corte a unos animalitos. Tenemos que captar con nuestra fe el Misterio de Belén, el misterio de la humildad de Dios, el misterio de la locura del amor de Dios por nosotros. Cuánto tenemos que valer a los ojos de Dios, con qué amor nos ha de mirar Dios: Todo esto es Belén. Por eso no debemos nunca olvidarnos de Belén.
“Cuando el mal y la maldad trate de hundir nuestra vida y el desánimo nos embargue, el miedo nos oprima y la tristeza nos atenace: Acuérdate de Belén.
“Cuando nuestros vicios o nuestros antiguos pecados, ya perdonados por Dios, se quieran poner de pie y señalarnos el camino de la desesperanza y del pavor al castigo: Acuérdate de Belén.
“Cuando nos sintamos solos, cuando todo el mundo nos abandone, no nos comprenda, o cuando veamos que no tenemos nadie en quién confiar a quien amar, cuando hablen mal de nosotros, cuando incluso los que creíamos más amigos nos traicionen: Acuérdate de Belén.
“Cuando todo nos vaya bien, cuando pensemos que nuestras virtudes son más grandes que nadie, cuando el poco o mucho bien que hagamos pensemos que es obra nuestra, cuando nos sintamos dignos y nos olvidemos del cielo y olvidemos la humildad propia del cristiano: Acuérdate de Belén.
“Nunca nos olvidemos de Belén. Allí nació nuestra Alegría y nuestra Esperanza, el remedio de nuestro pecados. Allí nació en una noche fría como la de hoy el Dios con nosotros, el Emmanuel, el que nos acompaña, el que nos guía; la mano que nos levanta o el brazo que nos sostiene para no caer; las manos que enjugan nuestras lágrimas, o que nos hacen comprender que todo nos lo da con su Gracia.
“Porque en Cristo lo tenemos todo: un amigo, hermano, padre, esposo, alegría, paz, confianza, humildad, remedio, compañía, pero sobretodo y por encima de todo AMOR.
“Todo eso es Belén, todo eso pasó en Belén una noche como esta. Así que nunca nos olvidemos de Belén, siempre tengamos presente en nuestra mente: Acuérdate de Belén”.
Tu puedes vivir una Navidad albergando un verdadero Belén en tu corazón. Prepárate y prepara tu corazón para vivir la mejor Navidad de tu vida, Él quiere nacer en ti y regalártela.
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