Ciudad de México.- Ludwig van Beethoven tenía 50 años, era miope y con problemas de audición, y con frecuencia se quejaba de ser menospreciado en Viena. En aquella época, las sinfonías eran mucho menos populares que la ópera, pero aún así, sus admiradores le pidieron a través de una carta abierta estrenar su nueva obra en Viena en lugar de hacerlo en Londres o Berlín, el 7 de mayo de 1824.

Se trataba de la Sinfonía No. 9 en Re Menor, Op. 125 coral, pionera en incorporar voces solistas y coros, en un género que hasta entonces había sido solamente instrumental.

El texto del movimiento final que apela a la fraternidad, conocido como Himno a la alegría, proviene de la Oda a la alegría de Friedrich von Schiller, poeta y filósofo a quien el compositor admiraba.

El también filósofo alemán y compositor Friederich Nietzsche dijo sobre la pieza que “En cierto momento de la Novena sinfonía de Beethoven, uno puede sentirse flotando sobre la tierra, en una cúpula estrellada”.

La obra de Beethoven llegó a México mucho después de su muerte en marzo de 1827 que, como apunta la musicóloga Áurea Maya, ni siquiera mereció una nota necrológica en la prensa.

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Beethoven, hasta la década de 1860, solamente fue una mención en el imaginario del ambiente musical del siglo 19 mexicano”, apunta Maya, en Un Beethoven desconocido en el México del siglo 19.

Hasta entonces su música era escasamente interpretada en el país, aunque era reconocido entre los genios de la época. El cambio vendría con Melesio Morales que con motivo del centenario del genio de Bonn organizó un festival en el desaparecido Teatro Nacional e hizo escuchar por primera vez en México dos sinfonías de Beethoven con orquesta: la Segunda el 20 de diciembre de 1870 y la Quinta el 18 de enero de 1871.

El estreno de la Novena en el País sucedió en una serie de conciertos enmarcados en los festejos por el centenario de la Independencia de México, en 1910, con la Orquesta del Conservatorio Nacional, dirigida por Carlos J. Meneses, entre octubre y noviembre de ese año, en el también extinto Teatro Abreu.

El suceso fue calificado por Maese Pedro, seudónimo de Carlos González Peña, crítico de El Mundo Ilustrado, como el acontecimiento musical de mayor importancia en México.

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La popularización de Beethoven, el más genial de los compositores de todos los tiempos, intentada en los últimos conciertos por medio de las Sinfonías, tiene pues, amén del hieratismo casi religioso de un culto, la utilidad de una enseñanza”.

Para 1920, Beethoven ya era un suceso. Por el 150 aniversario de su nacimiento, se le rindió homenaje con la interpretación de sus nueve sinfonías en el también desaparecido Teatro Colón, por iniciativa de Julián Carrillo. La celebración culminó el 1 de diciembre con la Novena a cargo de un coro de 300 personas, la mayoría de la Sociedad de Canto Alemana.