Arte
Por Agencia Reforma
Publicado el martes, 18 de enero del 2022 a las 04:10
Ciudad de México.- A Gonzalo Celorio, su primer gran anhelo literario le quedó grande en la juventud. Lo dice así, sin cortapisas, porque a sus 73 años entiende que haber aguardado el tiempo suficiente para escribir la historia de su familia –o más bien, la historia de su familia en la Historia– fue la decisión correcta.
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Pienso que la madurez de un escritor muchas veces consiste en ir morigerando la ambición de estos proyectos juveniles”, reflexiona en entrevista.
Con cada una de sus respuestas, que salen como si hubieran sido redactadas con mucho tiempo y cuidado, el director de la Academia Mexicana de la Lengua (AML) muestra, en todo momento, el cariño que le tiene al español, o, como él mismo lo dijo en su discurso de ingreso a la institución: “Mi amor a la palabra inveterado y constante”.
Así, pues, explica que al morigerar –templar o moderar los excesos de los afectos y acciones, según la RAE– su proyecto literario de juventud, hoy compuesto por las novelas Tres Lindas Cubanas (2006), El Metal y la Escoria (2014) y Los Apóstatas (2020), pudo encontrar su esencia verdadera.
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No es que esté interesado particularmente en contar la historia de mi familia, me parece que eso es totalmente secundario; más bien, lo que yo creo es que esta familia puede resultar significativa, o paradigmática, o ejemplar, para hablar de una serie de fenómenos de carácter histórico y de carácter cultural que a todos nos atañen”, pondera.
En estos tres libros, cuya rama materna proviene de La Habana, Cuba, y paterna del pueblo asturiano de Vibaño, España, algunos de los grandes acontecimientos de la historia atraviesan la saga que Celorio, no sin un tono irónico, ha nombrado “una familia ejemplar”.
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En estas tres novelas hay tres revoluciones, por ejemplo, está presente la Revolución Mexicana, la Revolución Cubana y la Revolución Nicaragüense; en estas hay exilios, hay guerras, hay fortunas que se pierden, hay amores que se desintegran, hay traiciones”, explica.
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Hay una especie, yo diría, de repertorio de pasiones, de sinsabores, de tragedias también, de circunstancias históricas que permiten partir de una historia familiar para crear realmente unas novelas; es decir, yo realmente lo que quisiera defender es el carácter novelístico de esta saga y no nada más el carácter biográfico”.
De ensayo y narrativa
Esta trilogía de maduración parsimoniosa, cuyos orígenes se remontan a los años 70, resulta central en la obra de Celorio, pero es apenas una parte de un proyecto literario que, además de una novela emblemática sobre la generación del 68 (Amor Propio, 1991) y una de culto sobre un viacrucis etílico por las cantinas del Centro Histórico de la Ciudad de México (Y Retiemble en sus Centros la Tierra, 1999), se complementa con su obra ensayística.
La otra cara de la moneda, que a él mismo no le produce ningún conflicto, es una carrera como profesor de literatura que ya supera el medio siglo, casi en su totalidad en la UNAM, su “mamá”.
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Soy un profesor de literatura y soy un escritor. A veces, es posible que los escritores me consideren más académico o los académicos me consideren más escritor, pero ese conflicto yo no lo tengo, porque, finalmente, mi verdadera y única vocación es la literatura y a ella me entrego por completo en sus diferentes modalidades”, declara.
Su carrera en las letras comenzó como ensayista, con libros como El Surrealismo y lo Real-maravilloso Americano (1976), Tiempo Cautivo, La Catedral de México (1982) y Los Subrayados son Míos (1987).
Al mismo tiempo, sin embargo, ya fraguaba el proyecto que se ha convertido en la celebrada saga literaria de su familia.
Pero antes de ello, Celorio comenzó a publicar literatura con una mirada hacia sí mismo y hacia su generación.
Amor Propio, lanzada cuando tenía 43 años, es una novela que retrata 15 años en la vida de un hombre, entre 1965 y 1980, desde la pubertad hasta la madurez, a través de los eventos que resultaron fundacionales para el autor y sus contemporáneos, con las fiestas como elementos clave para entender cada etapa.
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Quise dar cuenta en esta novela de los cambios que mi generación había sufrido, en el mejor sentido de la palabra, por el movimiento estudiantil del 68. La mía es una generación que se vio rota, precisamente, por la masacre del 2 de octubre, porque este espíritu gregario que teníamos en el movimiento estudiantil acabó por disolverse después de este acontecimiento tan brutal”, reflexiona.
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