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Todo el día en las nubes el comandante Jorge De Anda Dávila

  Por Claudia Álvarez

Publicado el lunes, 24 de noviembre del 2008 a las 16:00


Destacado piloto saltillense comparte con Zócalo sus experiencias alrededor del mundo

Saltillo, Coah.- De sus 47 años de vida, lleva 30 en el aire y cuenta con un registro de 18 mil horas de vuelo, todo sumado al orgullo de ser el primer piloto en aterrizar –en 1984– a bordo de un DC915 en Saltillo, su ciudad natal.

El comandante Jorge de Anda Dávila adora su carrera, su familia y su país. Proviene de la familia Dávila Dávila, una de las más abolengo en Saltillo, con más de 250 integrantes. Nació el 30 de enero de 1961 como el mayor de tres hermanos, hijo de Jorge de Anda, piloto militar, y María del Carmen Dávila Dávila, enfermera del Hospital Universitario, quienes, como si se tratara de una película, se conocieron tras el accidente de otro piloto y en 1960 contrajeron nupcias.

Debido a la carrera de su padre, Jorge de Anda viajó desde pequeño por todo el país y vivió en lugares como Ensenada, Chihuahua y Ciudad de México.

Heredó y aprendió el amor por la aviación, por lo que logró convencer a su padre para que le permitiera abordar con él desde los 13 años los aviones de la Fuerza Aérea, mientras crecía su ilusión de convertirse en piloto.

LISTO PARA DESPEGAR

Tras cursar la preparatoria en una escuela militar en la capital de México, se trasladó a Tulsa, Oklahoma, en donde estudió aviación y se graduó con altos méritos. En 1980 regresó a su país, en donde tuvo la oportunidad de trabajar para la Presidencia de la República, al servicio de José López Portillo y posteriormente para Miguel de la Madrid Hurtado.


DC-915

El amor por el aire lo llevó a Aeroméxico, y gracias a un concurso fue seleccionado para el trabajo que siempre quiso en la línea aérea nacional. Así pudo volar naves como las DC932 y DC915, siendo este último el avión en el que aterrizó el vuelo inaugural de la ruta a Saltillo 1984, convirtiéndose así en el primer piloto en llegar.

Después de contraer matrimonio con Sandra Prieto, en 1988 fue contratado por Singapur Airlines, en donde encontró un mundo totalmente diferente y nuevo al que tuvo que acoplarse. Después del nacimiento de sus dos hijas, Renata e Ivana de Anda, voló a lugares como Filipinas, Hong Kong, Indonesia, India, Medio Oriente, África y Japón, y tuvo la oportunidad de conocer Dubai, el lugar que se convertiría en uno de sus favoritos.

En 1994 emigró a Emiratos Árabes Unidos, en donde trabaja actualmente. La aerolínea Emirates Airlines cuenta con 113 aviones y tiene en orden 244 aviones con pilotos de todas las nacionalidades del mundo, y en donde comenzó volando el A340 de 300 pasajeros, que tienen la capacidad de volar hasta 22 horas sin parar.

TOMA ALTURA

Su profesionalismo y pericia lo llevaron a convertiste en el comandante del A-380, el avión de pasajeros más grande que existe en el mundo.

A-380

Jorge de Anda Dávila es un hombre que tras una vida en el aire puede afirmar que: “Es un trabajo lleno de satisfacción, tener la responsabilidad en tus manos de un aparato y la vida de tanta gente. También es un trabajo pesado, un día estás en Nueva York, otro en Kenia, Australia y cuando cruzas las zonas horarias se puede perder el sentido del tiempo; si no se ajusta y estabiliza, el cuerpo lo resiente, pero lo vale, ya que te da la oportunidad de conocer todo el mundo y diferentes culturas y formas de vida que te abren la mente y el criterio”.

Sin embargo, entre más conoce, con mucho orgullo puede decir: “México es el mejor país del mundo; aquí la gente es amigable, se tiene todo tipo de geografía y comida como en ningún otro lugar”.

‘TENEMOS TURBULENCIAS’

El comandante Jorge de Anda Dávila ha volado desde aviones de turbohélices de carga hasta el más elegante del mundo. Actualmente conserva la esperanza de manejar el próximo avance aeronáutico. Su avión preferido es el DC930, que requiere más habilidad para volarlo, aunque ahora la tecnología da tanta seguridad que un minuto después de despegar el avión se tiene que poner el piloto automático.

Sin embargo, en su profesión no todo es conocer y disfrutar, sino que también implica riesgos, ya que volar un avión requiere de toda la concentración mental y física y no siempre se tienen las condiciones climáticas o terrestres más favorables.

Por ejemplo, recuerda cuando en una ocasión, en la sierra de Tepic trabajaba en un programa en que llevaban agua y comida a los indígenas. Entonces tuvo que aterrizar en una pista con joroba en un avión llamado Búfalo, pero una vaca se encontraba en la pista y ocasionó que chocara, quedándose sin hélice ni radio. Tuvieron que esperar una semana para que les llevaran las refacciones.

También existen las fallas mecánicas, y la que más le asustó fue en un DC9 despegando de Puerto Vallarta en la noche; había lluvia, le falló un motor en el despegue y se fue totalmente la electricidad. Entonces, a oscuras y sin motor iba directo al mar, mientras trataba de controlar el avión a ciegas, cuando entró la corriente de emergencia. Fue el momento más desesperante de su carrera y al final los pasajeros le agradecieron la pericia.

LISTO PARA EL ATERRIZAJE

A pesar de todas sus anécdotas, su larga experiencia y su amor al volar le hacen valorar la importancia de las medidas de seguridad.

Al final del día y después de disfrutar de su gran pasión, el comandante Jorge de Anda Dávila es un hombre que ama la vida y a su familia, que disfruta cada año reunirse con los 250 integrantes de la familia en la famosa “Davilada”, como ellos lo llaman, que goza ver crecer a sus hijas Renata e Ivana, quienes no dejan de preocuparse por él, al igual que su esposa Sandra Prieto, y sobre todo es un orgulloso saltillense que ha llevado a Coahuila muy en alto a través del mundo.

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