Coahuila

Publicado el lunes, 13 de octubre del 2025 a las 04:20
Saltillo, Coah.- Cuando Claudia Leza decidió terminar su relación no sólo cargó con las maletas llenas de emociones, ropa y recuerdos, también metió en su camioneta a cinco de los siete perros que “crió” con el hombre al que creía el amor de su vida.
Ellos formaban parte de una familia multiespecie construida por Claudia y su entonces pareja, una familia formada no por hijos humanos, sino por perros. Cuando llegó la separación, la pregunta no fue menor: “¿quién se queda con los perros?” No hubo abogados, ni tribunales, ni peleas, sólo acuerdos y amor. Pero, ¿cuántos coahuilenses pueden decir lo mismo?

La familia interespecie: más allá del concepto tradicional
En Coahuila, el concepto legal de familia ha evolucionado desde 2015, cuando se separó el derecho civil del derecho familiar. Así lo explica la magistrada María del Carmen Galván Tello, presidenta de la Sala Colegiada Familiar del Tribunal Superior de Justicia.
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Ya no hablamos solamente de la familia tradicional. Ahora reconocemos hogares unipersonales, familias homoparentales, abuelos con nietos, madres solas. Pero aún falta reconocer formalmente a la familia interespecie: esa donde también hay seres no humanos que forman vínculos afectivos fundamentales”, indicó.
La magistrada explica que, aunque Coahuila cuenta con una Ley de Trato Digno hacia los Seres Sintientes, en materia familiar los animales aún no tienen un marco regulatorio claro. “No se han reconocido como miembros legales de una familia, aunque emocionalmente lo sean”.
Eso, sin embargo, no significa que no existan precedentes. En 2019, en Piedras Negras, un convenio de divorcio incluyó explícitamente la convivencia de uno de los cónyuges con los perros que la pareja compartía. “Él podía entrar al domicilio conyugal para convivir con los perros, llevarles comida. Fue una especie de custodia compartida implícita. No se usó ese término, pero en la práctica lo fue”, explica Galván Tello.

Violencia vicaria: cuando el perro se convierte en rehén
Las separaciones no siempre son civilizadas. La diputada Luz Elena Morales, presidenta del Congreso de Coahuila, recuerda un caso reciente en Saltillo: “Una pareja se separó y él se llevó a la mascota como forma de hacerle daño a ella, lo desapareció. Fue un daño emocional enorme porque el perro era parte de su vida diaria, su compañía, su familia”.
Ese caso llevó al Congreso a incluir a las mascotas dentro de la definición de violencia vicaria en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
La urgencia de legislar
Tanto la magistrada como la diputada coinciden: Coahuila necesita una reforma legal que reconozca la custodia, convivencia y manutención de los animales de compañía tras una separación.
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En Ciudad de México ya se contempla, hay jurisprudencia. Se reconoce legalmente quién se queda con el animal, cómo se comparte su cuidado y cómo se protege su bienestar”, dice Galván Tello. “Coahuila no puede quedarse atrás”.
En ese sentido, ya se han sostenido reuniones con asociaciones protectoras de animales, como la que representa Claudia Leza, y con la presidenta del Congreso para comenzar a delinear una iniciativa formal. “Queremos una ley moderna, clara, que no deje vacíos ni decisiones a interpretación personal de cada juez”, afirma Luz Elena Morales.

¿Cabe el amor en un papel?
Para Claudia todo esto es más que un debate jurídico, es una historia de amor y responsabilidad:
A lo largo de más de una década, Claudia y su expareja compartieron su hogar con varios animales. Algunos ya estaban con ellos antes de conocerse, otros llegaron como rescates y se quedaron para siempre.
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El papá de ‘Paquito’ tenía a ‘Chapis’ y ‘Sarita’, y yo tenía a ‘Camila’ y a ‘Melushkish’. Luego llegaron ‘Marcello’ y ‘Klein’. Él rescató a ‘Klein’, un viejo pastor inglés enorme, y no pudo separarse de mí. También ‘Klein’ visita a su papá, lo adora. ‘Paquito’ también sabe dónde está su oficina. Sube solo y lo saluda, lo busca. Son sus personas”, explica Claudia.
La separación no supuso una ruptura del vínculo con los perros, sino una reconfiguración de responsabilidades. “La casa en la que vivimos ahora la puso el papá de ‘Paquito’. Yo pago los servicios veterinarios, él compra la comida. No hay un papel firmado, pero hay compromiso”, dice.
Sienten la ruptura
Más allá de lo cotidiano, Claudia reconoce que el dolor de la separación también se vivió a través de sus perros:
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Cuando alguno de ellos ha trascendido, nos avisamos, nos hablamos para despedirlos. Porque también son parte de la familia”.
Cuando habla de las “madrastras” que han conocido “Paquito” y sus hermanos tras la separación, Claudia sonríe. “El papá de ‘Paquito’ es tremendo. Pero siempre ha sido un buen padre perruno. Y cuando alguien llega a su vida, qué bueno que también quieran a los animales. Eso no rompe el vínculo. Lo refuerza”.
En su testimonio, Claudia deja una lección profunda: que el amor, incluso tras una ruptura, puede persistir si se pone por delante el bienestar de los seres que no pueden decidir por sí mismos.
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