Arte
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Agencia Reforma
Publicado el lunes, 17 de febrero del 2025 a las 03:32
Ciudad de México.- El escritor León Plascencia Ñol (Ameca, 1968) enfrentó la pérdida a través de la palabra. En su nuevo libro, Historial clínico, editado por ERA, se sumerge en la pérdida de su madre a través de un entramado de géneros que van de la poesía al ensayo, de la narración a la fragmentación documental. El resultado es un artefacto literario que, más que reconstruir la memoria, la reinventa. “Lo escribí dos años después de la muerte de mi madre, como parte del proceso de duelo, tratando de alguna manera de presentificarla a través de la escritura. Es un libro que trabaja con el recuerdo, con la memoria.
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Intenté contar distintos momentos de la vida de mi madre, pero sobre todo centrándome en los últimos meses de su vida en el hospital”, explica en entrevista Plascencia Ñol.
En lugar de un relato lineal, el autor construyó un mapa emocional donde la enfermedad, la muerte y la ausencia se transforman en materia poética. Historial clínico se articula en un flujo de voces, registros e imágenes que desdibujan los límites entre los géneros, remarca el jalisciense radicado en la Ciudad de México.
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Se fueron mezclando los géneros de manera natural. Es un libro anfibio porque de pronto es narrativo, de pronto es lírico, de pronto es ensayístico. También incluye otros elementos, como documentos médicos y fotografías, así como intervenciones a textos de otros autores para darle sentido al discurso que estoy tratando de hilvanar a lo largo de las páginas, pero se fue armando sin pensarlo”, detalla el autor.
Esta hibridez captura de alguna manera la fragmentación de la memoria y la imposibilidad de asir el duelo en una sola forma. El libro avanza en una estructura no lineal, saltando entre episodios de la infancia, recuerdos de la hospitalización y momentos de introspección.
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Es un libro que va de un lado para otro, como es la memoria: brinca hacia el pasado más remoto, luego al pasado más inmediato y, de alguna manera, es un viaje, un viaje hacia la enfermedad, hacia el diálogo con mi madre fallecida, con mi madre viva; trabaja con la memoria ciertos recuerdos de la relación que teníamos ambos, es un intento de hacer un retrato de ella, pero también de mí mismo en distintos momentos”, agrega el escritor.
Este diálogo se construye a partir de evocaciones que buscan dar sentido a la pérdida sin clausurarla, permitiendo que la escritura se convierta en una forma de compañía. Dentro de la obra, la intertextualidad juega también un papel fundamental. Poetas y escritores como José Watanabe, Inger Christensen, Anne Carson, Eros Alesi, José Carlos Becerra, John Ashbery, Luis Feria, Paul Celan, Lyn Hejinian, José Kozer, Albert Cohen, Richard Ford y Jenny Tunedal, aparecen en sus páginas, entrelazándose con la voz del autor.
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Fueron apareciendo sin proponérmelo. Eran libros que leía mientras escribía y de pronto ciertos fragmentos me jalaban hacia dentro de mi propia escritura”, cuenta. Así, el libro se convierte en un espacio de conversación con otras escrituras sobre el duelo, la memoria, el recuerdo.
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