Arte
Por Agencia Reforma
Publicado el sábado, 7 de diciembre del 2024 a las 03:46
Ciudad de México.- Reversura es una palabra que Eduardo Milán (Rivera, 1952) acuña para referirse a la acción de volver la mirada atrás, la vuelta del buey que ara el surco o la fatídica mirada de Orfeo hacia Eurídice, condenada a desaparecer en las sombras.
El escritor uruguayo es autor de una poesía que se cuestiona siempre, en la más pura tradición de la poesía crítica que arranca en el siglo 19, pero entreverada con la propia biografía.
Milán habla con la vehemencia de un hombre que ha dedicado su vida a la poesía y el ensayo. Con una facilidad de palabra envidiable, voz grave y acento uruguayo, el poeta desgrana en entrevista sus reflexiones sobre su vida, la poesía y el exilio en México a propósito de la aparición de Reversura (Elefanta).
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Si la versura, la vuelta del buey / cuando el surco se cumple o abisma / es la vuelta de cabeza de Orfeo / cuando esfuma la presencia que lo sigue / esa Eurídice obediente quién sabe a quién / hacer un verso sería desaparecer el mundo / querido, lo querido del mundo, ese objeto, esa Eurídice”.
En sus páginas habla de la poesía como el no-lugar de la literatura, de Rimbaud y Mallarmé como prima la omnipresencia en su obra de Guillaume de Poitiers, el trovador provenzal del siglo 11, el primero en hablar sobre la nada.
Deja ver su fascinación por el siglo 19, especialmente el romanticismo, el simbolismo y luego, por la explosión de la vanguardia estética y su encuentro con la poesía concreta del brasileño Haroldo de Campos, al que tradujo.
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Para mí el siglo 19 es fundamental. No hay coincidencias, yo no creo en coincidencias, como decía (el filósofo francés) Jacques RanciËre, no existen las coincidencias, hay nexos peligrosos”.
Con una ingeniosa observación subraya la profunda conexión entre el arte y la política de la época: “El mismo año Baudelaire publica Las flores del mal y el señor Marx acompañado del señor Engels el Manifiesto del Partido Comunista. Hay que ser muy mala leche para decir °qué coincidencia!”.
Reversura podría ser entendido como un “compendio de vida y verso”, una afirmación que en principio concede Milán, pero luego matiza: “Vivir es vivir con falta, aunque seas excesivo y colmado, siempre falta algo y eso hay que saberlo y vivir con eso”.
Hay en su escritura la penetración de la autobiografía, pero evita ponerse trágico.
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Eso es chantaje al lector”, critica. “Hay una dimensión donde vale todo, pero hay que mantener la dignidad de poder con el fardo que (a uno) le tocó y no venderlo”.
Milán ha cargado con el peso de la pérdida de su madre a temprana edad, el encarcelamiento de su padre –un funcionario bancario marxista perseguido por la dictadura– y el posterior exilio del poeta en México.
Su padre estuvo preso en la cárcel llamada Libertad durante 12 años, en la misma donde estuvo el expresidente José Mujica. “Yo aguanté seis años de dictadura porque lo iba a ver”, dice.
Sobre aquel episodio escribe: “mi reino por un impreso / mi caballo por un presidiario / es mi padre ese preso / está en Libertad / no me volví loco en el 73 / cuando ese preso ingresó a Libertad / porque la poesía no te deja / publiqué mi primer impreso / al preso lo llevaba puesto”.
Sus padres se conocieron en un baile en la frontera con Brasil, se enamoraron y se casaron.
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José Milán vio a Elena Damilano / -que quiere decir De Milán- / ella vivía del otro lado de la frontera que separa / Santana do Livramento de Rivera / o sea Brasil de Uruguay / el azar tira abajo cualquier frontera. / Como quien dice aquel hombre encontró su mujer / el azar no baila / pone a bailar al mismo tiempo el no-mundo/ y el sí mundo donde la gente se encuentra.”
Cada vez que Eduardo Milán Damilano pronuncia su nombre completo deja al otro perplejo: “Llamarte de la misma manera en dos lenguas es lo novedoso”.
Escribe una poesía que se cuestiona de manera permanente, pero con el elemento autobiográfico mezclado, según afirma, gana de vez en cuando un afuera de lo poético y no solo de sí mismo para caer en otra dimensión de la realidad.
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Y eso me importa, ese tipo de salto o de salida”, manifiesta. Y lo lleva al poema: “la poesía no tiene lugar, se llama / el no lugar de la poesía”.
Milán admite haber roto con una máxima que marcó su vida como escritor: “Si no quieres arrepentirte no hay que releerse”.
Con la perspectiva que da la edad, el autor se sumerge en sus primeros trabajos, los ensayos en particular, en un esfuerzo por comprender la evolución de su pensamiento.
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Ahora empecé, cuando entras ya en una etapa y quieres saber lo que de alguna manera hiciste para situarte”, reflexiona.
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