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Algo hicimos mal…

Por Columnista Invitado

Hace 2 años

Por: Ricardo Homs

Es evidente que estamos viendo el surgimiento de un México encabronado y resentido… con justa razón. La falta de oportunidades es la culpable de las desigualdades sociales y económicas. Esto nos lleva a entender que este es un país de graves carencias, donde a muchos les falta lo básico.

Debemos reconocer que esta injusta circunstancia ha tenido dos pilares: la estrategia gubernamental de “administrar la pobreza” con paliativos económicos que ayudan a las familias en lo inmediato, pero no resuelven de fondo la problemática. Además, una visión tradicionalista de la cultura empresarial, —centrada en las utilidades—, pero sin compromiso social.

Un indicador del desarrollo de un país es que el grueso de su población esté conformado por la clase media. Este es un segmento que vive confortablemente, sin problemas económicos y con poder de compra. Además, es autosuficiente financieramente y su calidad de vida depende de su propia productividad. Por tanto, no depende de ningún modo de ayudas gubernamentales. De este modo, la clase media es políticamente independiente, crítica y exigente de sus derechos, pues está consciente de que el Gobierno vive a costa de sus impuestos.

Esto nos explica por qué la 4T le tiene tanto miedo a la clase media. El presidente López Obrador ya ha manifestado sus críticas a la clase media en una de sus mañaneras.

Solo nos queda preguntar ¿Por qué fustigar el legítimo derecho que tiene cada mexicano de tener aspiraciones consumistas? A final de cuentas el consumismo es el motor de la economía, pues genera productividad y con ello más empleos.

La única razón es que la pobreza ha sido, es y será, una reserva electoral para el Gobierno en turno si no rompemos este círculo vicioso de la dependencia. Por ello, en México aún seguimos en la cultura de la “dádiva” a través de los programas sociales, en lugar de generar condiciones para ofrecer oportunidades laborales y de negocio para que las familias mexicanas vulnerables abandonen la pobreza para siempre.

Con una visión de libre mercado varios países asiáticos que hasta pocos años estaban atrasados y algunos hasta en guerra, -como la República de Corea y Vietnam-, además de otros que hoy son potencias económicas, -como Singapur y Taiwan-, solo por citar algunos, han logrado abatir la pobreza.

Por otra parte, nos encontramos con una cultura empresarial que estimula la visión de los negocios como simples generadores de dinero. Esta ausencia de visión social no ha estimulado prácticas solidarias para con empleados y trabajadores.

Sin embargo, mientras los resentimientos se azuzan desde la 4T, hoy vemos que desde algunos ámbitos de los organismos empresariales cúpula surge una convocatoria para cambiar radicalmente nuestra cultura empresarial.

La iniciativa para el incremento al salario mínimo otorgado al inicio de este sexenio, no partió del Gobierno federal, sino que fue una oferta que nació del sector empresarial.

El miércoles 19 de enero Juan Pablo Castañón —expresidente nacional de Coparmex y del Consejo Coordinador Empresarial— dio una plática en Veracruz ante los socios de esa agrupación empresarial.

El centro fue replantear la misión emprendedora para ubicarla como una actividad que debe tener como prioridad el beneficio colectivo, en una dimensión económica centrada en las personas, en lo que se podría definir como una economía humanista.

Esta visión económica inicia con el reconocimiento de que “algo hicimos mal”, pues como empresarios olvidamos el compromiso con la sociedad, por tener centrada toda nuestra atención en los resultados económicos.

Sin embargo —a partir de esta reflexión—, Castañón propone promover una visión empresarial humanista, centrada en el compromiso social, sin descuidar los objetivos de las empresas, que es generar utilidades.

Generando buenos resultados se podrá compartir la bonanza con el personal y estimular que esta llegue también a toda la cadena productiva que está detrás de cada negocio y empresa. Sólo a partir de una actitud empresarial solidaria se podrá transformar a este país.

El reto no es desestimular a los que han tenido éxito como retribución a su esfuerzo, trabajo y dedicación, sino estimular la productividad para que haya mucho más para compartir.

La santificación de los culpables

¿Cada vez que alguien cercano a nuestro Presidente es cuestionado, en lugar de solicitar una investigación a fondo para exonerarlo, o si es culpable, hacerle caer el peso de la ley, sale a defenderlo?

No existe el interés ni la predisposición presidencial por descubrir la verdad y por ello exonera a sus colaboradores a priori, asumiendo que existe una campaña en su contra.

La exdirectora general del DIF, Rocío García Pérez ha sido denunciada por cinco funcionarios de ese instituto por obligarlos a devolver en efectivo, cantidades equivalentes hasta el 4% de su salario mensual.

El evidente mensaje al pueblo es: “la corrupción está en otra parte”.

 

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