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El deporte profesional; una fábrica de lisiados

Por Grupo Zócalo

Publicado el jueves, 30 de junio del 2022 a las 08:31


Cojeras, tendinosis, dolores permanentes... el cuerpo de los atletas sufre efectos nocivos y crónicos por simple desgaste para el desarrollo posterior

España.- El deporte es salud, dice una de las máximas o sentencias que se proponen como pauta en relación al ejercicio físico. Salud o martirio, según se mire. El deporte de élite también puede ser una factoría de lisiados. Una plataforma de éxitos, frustraciones y gloria que, a su vez, produce atletas con graves secuelas físicas para el resto de su vida. El pie inhabilitado y anestesiado de Rafael Nadal se ha convertido en el pie de todos, la población española deseosa de que el ídolo encuentre remedio a su suplicio. Pero Nadal será, cuando se retire y cuelgue la raqueta, uno más en la lista de los exprofesionales a los que el deporte deja efectos nocivos en su cuerpo.

Avisa Isabel Guillén, jefa de la unidad del pie y tobillo de la clínica Cemtro que fundó el traumatólogo de referencia en los noventa, su padre Pedro Guillén.

Lo que le está pasando a Nadal sucede por costumbre con los deportistas retirados que visitan nuestra clínica. El deporte profesional desgasta el organismo hasta límites poco razonables, eso es innegable”.

 

Esta apreciación la conocen los atletas jubilados de 40 o 50 años que pasan reconocimiento anual o, con resignación, asumen los achaques que le ha deparado su deporte. A los futbolistas los maltratan las lesiones de ligamento cruzado o las que desgastan su estructura ósea, mientras que se suelen recuperar de las dolencias del día a día, roturas fibrilares y demás. Los jugadores de baloncesto sufren con los tobillos, fracturas o esguinces provenientes de un deporte en el que se sabe de dónde se despega en el salto pero no dónde se aterriza. Al ciclismo lo machacan las caídas, los golpes, las roturas de clavícula, claro, pero también las tendinitis del esfuerzo continuado en la rodilla.

Peor que ninguno son los deportes de contacto, tipo boxeo o fútbol americano, generalmente deportistas muy voluminosos y rápidos que aplican su energía en el impacto con otros. Y modalidades que se creían a salvo de la incidencia física se demuestra ahora que son proclives a las secuelas. Varios pilotos de Fórmula 1 denunciaron a la Federación Internacional (FIA) la virulencia que está causando en su organismo la vibración de los coches a alta velocidad. Fuertes dolores de espalda y la cabeza oscilante por el efecto rebote. “No es saludable, tengo sesión de fisioterapia antes y después de cada entrenamiento porque mis vértebras se resienten. No quiero llevar bastón a los 30 años”, dice el piloto de AlphaTauri, Pierre Gasly. La FIA ha reaccionado limitando los daños del denominado ‘porpoising’.

A Nadal le atormenta el síndrome de Muller-Weiss, una rara afección degenerativa que afecta a uno de los huesos de su pie, el escafoides, que tiene seis caras y que, por motivos que se desconocen, pierde flujo sanguíneo y provoca una necrosis. En síntesis, el problema desgasta el hueso y Nadal tendrá que retirarse si decide operarse, según los especialistas. Y cuando ya no juegue al tenis, vivirá con secuelas.

Sin piernas

Álvaro Domínguez, futbolista del Atlético, llegó a la selección nacional y se retiró con 26 años. Se llevó tres hernias discales al Borussia Moenchengladbach, lo que parecía un simple dolor se transformó en su martirio. Adiós al fútbol. Cinco operaciones de espalda. “Cuanto más me dolía la espalda, más pensaba que había gente sin piernas”, declaró a ABC en una entrevista.

Algo parecido le sucedió a Marco Van Basten, figura total del fútbol en los noventa a bordo de aquel Milan de Arrigo Sacchi. En su autobiografía ‘Basta’ relató los días negros en los que su tobillo le señaló el final de su carrera. Van Basten se levantaba a orinar por la noche y recorría la distancia al lavabo arrastrándose a gatas, tal era el dolor en el tobillo que le hacía gritar. “Pasé mucho tiempo en el sofá, sin poder andar, sin ganas de que la gente me viera en ese estado. Me deprimí, fue una época muy oscura. El dolor era físico, pero me afectó mucho mentalmente. Me quedaban muchos años de futbolista, pero no pudo ser”. Van Basten, un cisne en el campo, hoy medio cojo con 57 años.

Cecilio Alonso fue la figura del balonmano español en los años ochenta. Un talento de 1,96 metros que combinaba velocidad, potencia y fantasía en un deporte minoritario. Un deportista torturado por la exigencia de la élite. “Pasé diez veces por el quirófano -recuerda a ABC. El tendón de Aquiles, la rótula izquierda, el menisco izquierdo y cuatro luxaciones del hombro derecho. Nuestra vida era forzar, forzar y forzar hasta el límite”.

Cecilio tiene 64 años y no puede correr ni saltar desde que se retiró en 1992. Ha sustituido el ejercicio enérgico del balonmano por la elíptica, la bici estática y el golf. “Antes hacíamos auténticas burradas, pesas de 15 kilos, entrenamientos iguales para todos… No teníamos medios, aunque veo que las secuelas en el deporte siguen igual a pesar de que ahora funcionan con entrenadores personalizados. Cuando te retiras aprendes a convivir con el dolor. Yo me levanto de la cama como un abuelo, pero voy reaccionando con el paso del día. Ahora tengo un entrenador y un fisio para mantener la masa muscular y que no se me doble el esqueleto”.

Una excepción a la regla es Miguel Induráin, el vencedor de cinco Tours de Francia y dos Giros de Italia, ídolo de España en los noventa. “¿Dolores?, Claro que sí. Si no tienes dolores después de haber sido deportista profesional, es que estás muerto. Tienes que tener siempre algún pequeño problemilla. En la bici tuve caídas, como todos, pero por suerte no tuve lesiones graves. Sigo haciendo deporte y no tengo ningún problema de salud, ni de golpes, ni de nada más allá de la edad..”, declaró en una charla con Martín Fiz para ABC.

Prótesis

Hasta la llegada de Michael Phelps, el australiano Ian Thorpe fue el mejor nadador sobre la Tierra. Ganó cinco medallas de oro en los Juegos Olímpicos y once en los Mundiales. Se retiró en 2004 y en 2014 se temió que pudiera perder la movilidad en su brazo izquierdo, a consecuencia de una intervención quirúrgica a la que se sometió en Suiza cuando tenía 31 años.

El brasileño Gustavo ‘Guga’ Kuerten fue número uno del tenis durante 43 semanas entre 2000 y 2001. Lo suyo fue una irrupción en torbellino, 66 preclasificado y campeón de Roland Garros, el torneo que ganó tres veces en la frontera de los veinte años. Al mismo ritmo que deslumbraban sus éxitos en la tierra batida se multiplicaban sus lesiones en la espalda y en la cadera. Se retiró con 31 años, perdido en el ranking y el cuerpo magullado por las operaciones quirúrgicas. “Ya no puedo ni correr. No sé lo que es vivir sin dolor desde hace catorce años”, dijo en una entrevista a la web brasileña UOL. “No me arrepiento de haber llevado el cuerpo al límite, pero cuando estás ahí, dándolo todo, no piensas cómo será tu vida en diez años”.

Hemos puesto muchas prótesis a exjugadores de fútbol, a muchísimos futbolistas profesionales. Además las colocamos con 50 o 60 años, es decir que no son personas mayores. Y esto sucede porque el cuerpo se ha desgastado una barbaridad”, cuenta Isabel Guillén.

 

Kilian Jornet ha construido un personaje en un deporte clandestino, las carreras de montaña no empezaron a popularizarse hasta que él las convirtió en un espectáculo para la vista. Los paisajes, las cumbres, los recorridos imposibles son el motivo de su deleite, no el resultado de la competición, según dice.

El deporte de élite no es salud. Hay lesiones, puede haber accidentes, y el cuerpo baja el listón cuando él quiere. Y hay que aceptarlo”, dijo a ABC. “En la línea de salida todos somos iguales, el campeón de élite y el corredor popular. Vivimos en una sociedad en la que solo importa el resultado, la clasificación, la jerarquía en la empresa, el salario. No pensamos en lo que disfrutamos haciendo algo”.

Fuente ABC

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