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¡Esa legislación burguesa!

Por Xavier Díez de Urdanivia

Hace 2 años

Hace ya algunos años, el profesor Guillermo Margadant nos platicó una anécdota que entonces nos pareció simpática: había comprado una casa al muralista David Alfaro Siqueiros, movido a ello, sobre todo, por un mural que el propio vendedor había pintado en uno de los muros.

Cuando llegó a tomar posesión del inmueble se encontró, para su sorpresa, que bajo la dirección de Siqueiros un grupo de trabajadores especializados estaban desmontando el apreciado mural.

Por supuesto, el comprador protestó enérgicamente y se opuso a la maniobra, a lo que el artista replicó: “le vendí la casa, pero no el mural. El mural es mío”.

De poco valió la docta explicación que el insigne jurista comprador le expuso acerca de la incorporación del mural a la casa, lo que lo hacía un inmueble por destino y, por lo tanto, formaba parte del bien comprado. Don David reviró preguntando: “¿quién dice?”, y mientras el profesor de Derecho Romano leía para él los artículos del Código Civil que lo determinaban, el pintor le espetó de pronto: “¡Ah! Esa es una legislación burguesa que yo no reconozco”… y continuó desmontando el mural, que a la postre logró conservar el comprador, ya no supimos cómo.

Viene a cuento la anécdota porque, cuando apenas despuntaba la semana que concluyó, alguien que se esmeró por atarle las manos a los gobernantes para que no intervinieran en los procesos electorales y que incluso promovió, consiguiéndolo, que los delitos electorales fueran “delitos graves”, hizo gala de su determinación de pasar por alto la “legislación burguesa” que él mismo impulsara.

Sin rubor alguno y, al contrario, haciendo alarde de ello, reconoció su intervención en detrimento los comicios próximos.

Si aquella anécdota atribuida a un pintor, abiertamente comunista, sonaba graciosa en el contexto en que fue narrada, la actitud similar adoptada por un gobernante solemnemente comprometido a guardar y hacer guardar las normas no puede sino resultar deplorable e inadmisible.

Ha sido tal su proclividad al empleo del poder en detrimento de la legalidad y la legitimidad que ha provocado una enérgica reacción de uno de sus más entusiastas aliados de hace unos pocos años: Dante Delgado Rannauro, fundador y líder indiscutible de Movimiento Ciudadano, que muy acremente, lo conminó a “sacar las manos” del proceso y le dijo: “Estás interviniendo en un campo que te está vedado. Abstente de seguir violando la legislación que te impide participar en los procesos electorales”.

Duras palabras, que se suman a las pronunciadas apenas unos días antes por otro conspicuo partidario, Porfirio Muñoz Ledo, quien ha manifestado no nada más disidencia, sino oposición, al líder que incondicionalmente reconocía, seguía y apoyaba hasta muy poco antes. Puede que haya mucho de reacción espuria en esto, debida a la insatisfacción de ese veterano político porque no le dieron gusto en su apetencia de presidir Morena y otros “desaires” que en su fuero interno atribuye al Presidente.

Puede que haya en Delgado, como algunos pretenden, la intención de ganar posiciones para su partido y el afán de incrementar sus capacidades de negociación en el ámbito más amplio de la política nacional -no es un político novato y si uno inteligente y muy hábil- pero ambos casos dan cuenta de escisiones y fracturas en la otrora sólida fuerza que concitó el Presidente en torno suyo.

Además, las oposiciones se unen y, según los datos de encuestas y tendencias, ganan terreno a costa de Morena.

Es natural, por lo tanto, que el Presidente esté preocupado y recurra al único método que de verdad ha dado muestras de conocer y dominar: el golpeteo violento, aderezado con diatribas e imputaciones no necesariamente fundadas, sin percatarse de que muchas de sus aseveraciones golpearán fatalmente a sus correligionarios, abanderados de su partido, y a la postre podrán acabar por golpearlo en el rostro a él mismo.

Hay, para él y su personal proyecto, motivos sobrados de preocupación. No falta mucho para conocer las consecuencias de sus acciones. Tres semanas, escasamente.

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