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| El autor ha recibido premios como el Xavier Villaurrutia.

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‘La esencia del narrar es recuperar el pasado’

Por Christian García

Publicado el martes, 12 de octubre del 2021 a las 04:10


Construye el escritor una genealogía de historias que mezclan la realidad con la ficción

Saltillo.- “Uno se arrepiente, básicamente, de dos cosas: las que sí hiciste, pero mal, o de las que no hiciste y que podrían haber sido buenas”, sostiene el escritor Álvaro Uribe y añade un pero, porque siempre hay un pero y, en esta ocasión, es que “todas esas cosas, y las que no hiciste, te definen. Estas últimas incluso más que las que sí, porque si haces la suma de tus decisiones te das cuenta de que cada sí implica una infinidad de no y, a lo mejor, esos no, que son más cuantiosos, acaban siendo más importantes”.

De esa forma, las decisiones tomadas bifurcan el destino (“siempre nos remitimos a Borges”, dice Uribe): de un camino nacen dos y solo se puede tomar uno, y ese quizá termine en un punto que no era la meta ideal, y convierta a su caminante en un miembro más de ese club fantasma llamado Los que No. Frase que da título a la nueva novela que el escritor ha puesto en estanterías y que relata la vida de un grupo de amigos que se quedaron sin lograr su cometido, sin llegar al final, sin conseguir lo deseado.

Este “enjambre de historias”, como define el autor a su libro, “se relacionan con gente que fue joven en los años finales de los 70 y 80, que coinciden naturalmente con la época en la que yo también fui joven” y es, en cierta forma, “una historia de la juventud de mi generación. Eso significa que los orígenes de las historias y de los personajes venían viviendo conmigo desde hace 40 años”.

Entre las fábulas que crean esa extraña mezcla entre realidad e imaginación están la violenta historia de un secuestro; la vida de un profesor que por azares del destino se llama Ramón López Velarde y lee, claro, La Suave Patria; la historia de un anónimo poeta panameño cuyo trabajo es excelente, y la de Juan Addler, un joven guapo e inteligente que al igual que el resto se queda al borde del abismo y no se lanza. Todos ellos forman parte de un universo que se crea en cada línea, pues el narrador mismo construye con su imaginación y memoria los relatos. Una serie de “mañas literarias” que conoce bien, pues esa voz sabe, y se lo dice al lector sin miramientos, que está escribiendo un libro.

 

“Escribes para saber. Escribir debe de ser una aventura de autoconocimiento y conocimiento. Ese ha sido el juego continuo de la memoria en mis libros”. Álvaro Uribe Escritor

 

Apresar lo que fue

Para Uribe, esa forma de escribir le permitió dar rienda suelta a una historia que no podía ser plasmada con el ímpetu y soberbia de la juventud, sino con la desfachatez que ofrece la edad.

 

Estas historias se me ocurrió no contarlas como en la novela de formación tradicional: desde un punto de vista más o menos neutro con un narrador omnisciente, o desde la misma juventud que se está contando, sino hacerlo desde la vejez. Contrastar las ilusiones, la confianza en sí mismo, y el tomarse en serio que tiene la juventud, con la desilusión, la desfachatez, la ironía o el escepticismo de un viejo.

 

 

Me resultó interesante que este viejo fuera parte de la historia, que no la contara como un entomólogo que analiza una serie de insectos, sino que dijera ‘yo también formo parte de esto y me afecta’, entonces al ser el narrador parte de la historia me impuse una serie de límites: no saber qué sentían o soñaban los personajes, porque él puede saber lo que vivió con ellos o lo que le contaron. Tiene ese estricto límite que es el de la presencia personal o bien de oídas”, comentó Uribe a Zócalo en entrevista.

 

Así, Los que No, se transforma en un relato lúdico en el que el lector se convierte en un cómplice de ese narrador desvergonzado que juega y construye un tiempo diferente, uno en el que la narración no es “un testimonio hablado, porque estoy escribiendo un libro. No estoy evocando el pasado, lo estoy haciendo, si eso es posible. Lo estoy construyendo y pidiéndole ayuda al lector para hacerlo. Entonces el narrador le está mostrando al lector que contar el pasado, recapturarlo, es modificarlo; es necesariamente intervenir en él e imprimirle un punto de vista que no es absoluto”.

Ese tema, el pasado, es la obsesión que está siempre presente en sus libros. Uno de los ejemplos es su novela El Taller del Tiempo, pero también su libro de cuentos La Lámpara de los Muertos. Relatos en los que el escritor convoca al fantasma de la fantasía para llevar hasta las últimas consecuencias el ciclo del eterno retorno, el pasado que regresa y que, en Los que No, se queda en el casi.

 

Sin mejorar

Para el ganador del Premio Xavier Villaurrutia “la esencia misma de la narrativa es, en su idea más original, recuperar el pasado”, pues este “no es un grupo de acontecimientos intactos, inamovibles, que están ahí esperándonos en una caja para que nosotros lleguemos y metamos la mano para sacar algunos y regresarlos intactos. Así no funciona. El pasado no existe, porque la única manera en que el pasado se haga presente es evocarlo, recordarlo y eso ya es falsearlo, porque está mostrando una realidad que ya no tiene, y al dársela, le estamos dando ficción.

 

Eso lo hace cualquiera de nosotros, y con mayor razón lo hace quien está escribiendo un libro porque él tiene una deliberación y un plan de reconstruir ese pasado”, comentó.

 

Así, esa arqueología de la memoria es el principal motor para la literatura de Uribe, pues esta supone una búsqueda por el conocimiento propio y de los otros por medio de los detalles olvidados que pueden sorprender a quien los recuerda.

 

Si yo tuviera una memoria como la de Funes, el famoso personaje de Borges, y me acordara de todo, ya no escribiría. ¿Para qué voy a escribir algo que ya sé? Escribes para saber; escribir debe de ser una aventura de autoconocimiento y conocimiento. Ese ha sido el juego continuo de la memoria en mis libros y cuánto más en este que trata de la reconstrucción de hechos muy remotos en el tiempo”, dijo.

 

Pero, a pesar de tener la oportunidad de rellenar esos huecos en el tiempo y de resanar los errores del pasado a través de la ficción, el escritor asegura que nunca la usaría para “hacerme mejor: más guapo, más listo, más divertido, más simpático, más inteligente… se me hace que sería muy tramposo”, solo lo haría si eso lo vuelve más interesante para el lector, pues al fin de todo el tiempo ha pasado, las decisiones en la vida ya se tomaron y “no es que yo esté muy cómodo con lo que soy, pero no puedo ser otro”, como concluye el autor de Autoretrarto de Familia con Perro.

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