Sara Sefchovich es autora de un libro que en su momento alcanzó gran éxito: La Suerte de la Consorte. En él, la autora se adentra en un terreno hasta entonces, y aún hasta hoy, prácticamente inexplorado, pues nadie, que yo recuerde, además de ella, se había preocupado por investigar y reseñar las vidas de las esposas de los mandatarios mexicanos. Hay claro, dos excepciones, que son, a la vez, las dos caras de la moneda de un mismo momento histórico, doña Margarita Maza de Juárez y la emperatriz Carlota. Sobre ambas hay abundante cantidad de textos y hasta una gran novela, Noticias del Imperio, de Fernando del Paso.
Pero, ya se decía, son excepciones, pues del resto de las esposas de los presidentes de la República, e incluso de la del emperador Iturbide, se sabía muy poco. Naturalmente, a las de la época reciente se les recuerda a veces por su discreción, como Paloma Cordero de De la Madrid. A otra, por su frivolidad y excesos, Carmen Romano de López Portillo, quien exigía hubiera un piano de cola en las suites de los hoteles donde se hospedaba. O bien, a causa de su nacionalismo al límite: fue el caso de la “compañera” Esther Zuno de Echeverría.
La protagónica Martha Sahagún de Fox se distinguió a causa de su desmedida ambición, la cual, se decía, la llevó a soñar en ser la sucesora de su esposo. Sin embargo, ninguna de ellas se vio envuelta en un escándalo del calado de la Casa Blanca, como la actriz Angélica Rivera, esposa sexenal de Enrique Peña Nieto.
Ahora, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, quien abdicó al trato de Primera Dama, se ha visto en el ojo del huracán mediático en dos ocasiones tras caer en la trampa de la inmediatez de las redes sociales. Primero fue el veto a Chumel Torres, un conductor de la televisión, a quien invalidó como participante en un foro sobre racismo organizado por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Como se sabe, el tuit de la señora Gutiérrez Müller produjo la caída de la directora del Conapred y la suspensión del programa que conducía Chumel en un canal de televisión. Incluso estuvo en peligro –y quizá todavía lo esté– la supervivencia del organismo, cuya existencia dijo desconocer el Presidente.
Un tuit más de la esposa de López Obrador, este en un intercambio de mensajes con otro tuitero, volvió a levantar polvareda. La desafortunada respuesta de la señora Gutiérrez Müller a una persona que le preguntaba cuándo vería a los padres de los niños con cáncer que reclaman la falta de medicamentos, llegó hasta las páginas del The New York Times, mientras los medios del país y las redes sociales registraron un tsunami de mensajes y opiniones afeándole su falta de sensibilidad.
Fue, sin duda, una imprudencia, la cual hizo deslucir la ceremonia con la que López Obrador celebró el segundo aniversario de su triunfo en las urnas. Es de creerse que la señora del Presidente se está dejando influir por el ambiente de confrontación nacional, el cual se encarga de atizar su esposo en las conferencias mañaneras.
Esta atmósfera de enconos y el maniqueísmo del discurso presidencial –están conmigo o contra mí– ha contaminado al país y puesto a la defensiva a quien, por su posición y relevancia, debiera ser modelo de firmeza, sí, pero también de ecuanimidad. Deje la señora la pintura de guerra para los políticos amantes de la confrontación. No debiera ser lo suyo y, como se ha visto, nada bueno le acarrea.
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