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No más etiquetas

Por Columnista Invitado

Hace 2 años

Por: Jorge Suárez Vélez

Las etiquetas son un artificio perezoso para reducir a personas o grupos a un común denominador frecuentemente arbitrario. Si nadie conociera a López Obrador, al oírlo decir que “si todos fuéramos cristianos viviríamos mejor”, no lo pensaríamos un político “de izquierda”, sino miembro de Encuentro Social o quizá del “Yunque” panista. Su preferencia por repartir dinero, en vez de fondear programas sociales, pudo ser diseñada por Milton Friedman. Su desdén por el medio ambiente lo ubicaría en la más radical derecha que niega el cambio climático. Ni qué decir sobre su postura con respecto a la legalización del aborto o las drogas. Pero en vez de “catalogarlo” por lo que hace, sus seguidores deciden hacerlo por lo que dice.

La confusión no es exclusiva de México. El Partido Comunista Chino emprendió hace décadas una de las revoluciones más capitalistas en la historia. En Estados Unidos, el Partido Republicano, de derecha, fiscalmente conservador, ha gestado déficits fiscales descomunales, aun antes de los rescates que el Covid
requirió.

Las etiquetas comprimen, ahogan. Pero más aún, son una trampa que evita ver detrás de ellas y analizar el contenido con la mente abierta, sin sesgos o prejuicios; para que lo evaluemos solo con nuestras expectativas y prioridades como referencia.

¿Qué México queremos para nuestros hijos? Podemos contestar sin que los términos “conservadores”, “transformación”, “neoliberal”, “porfiriato” o “fifí” crucen nuestros labios. Pero nuestro Presidente gasta dos horas diarias hablando de eso. Hay una desconexión total entre lo que esperamos de un Gobierno -de cualquier gobierno- y los temas con los que AMLO nos aturde.

Si consultáramos a mexicanos de todas las regiones, géneros o clases sociales, queremos lo mismo: un país seguro en el cual tengamos certeza de que cuando nuestros hijos -e hijas- salgan regresarán sanos y salvos a casa; un sistema de salud que permita cuidado preventivo eficaz, y con los recursos materiales y humanos para combatir enfermedades y pandemias con eficacia y estricto respeto a expertos y ciencia. Queremos un país próspero y con una economía estable que permita empleo bien pagado, o emprender con una expectativa razonable de éxito; una educación pública de calidad para que nuestros hijos aprendan, se desarrollen, alcancen su potencial y que les provea con habilidades que les dejen aspirar a una educación de mayor nivel o a insertarse con éxito en el mercado laboral; que nos permita ser participantes -no solo espectadores- del sorprendente avance en ciencia y tecnología que vive la humanidad. Queremos acceso a infraestructura moderna -aeropuertos, carreteras, transporte público, banda ancha, aire limpio, electricidad barata y confiable- en nuestra vida cotidiana. Queremos un sistema de justicia eficaz en el cual no haga diferencia filiación política, estatus social o compadrazgos. Queremos un país que respete los derechos de las minorías, donde no se discriminen creencias o preferencias, que proteja a los más débiles. Queremos un México que crea en sí mismo, que se sepa capaz de competir, capaz de grandes logros, un país del cual estemos orgullosos.

En vez de eso, a tres años de haber sido electo, este Gobierno nos ofrece etiquetas, motivos para dividirnos y detestarnos; en vez de aspirar a la grandeza, encuentra solaz en la descalificación del ficticio bando opuesto. Por primera vez hubo más de un millón de muertos en México el año pasado (cifra igual a los decesos totales durante la Revolución), buena parte de estos evitable. Nuestra economía tuvo la peor contracción en casi un siglo y empezó a decrecer antes de la pandemia. Asesinatos y feminicidios alcanzaron máximos históricos. El crimen organizado controla buena parte del país y ha perdido todo pudor pues se sabe invulnerable.

Este Presidente desperdició alrededor de 800 horas hablando, manipulando -y mintiendo- en sus mañaneras; nos ofrece etiquetas, ocurrencias y palabras. Necesitamos más. Por México, regresemos a recordar los sueños que nos unen y dejemos atrás las etiquetas que nos dividen.

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