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Todavía falta mucho

Por Columnista Invitado

Hace 2 años

Por: Jorge Suárez Vélez

Si alguien nos hubiera dicho a fines de 2019 que una pandemia azotaría a la humanidad, no hubiéramos anticipado mucho de lo que vendría. Quizá vaticinaríamos millones de muertes y la quiebra masiva de empresas, pero nadie prevería un rebote tan fuerte de la economía estadunidense. Para fines de 2022, esta habrá recuperado no solo la caída del año pasado (lo cual ya ocurrió con creces), sino incluso la totalidad del crecimiento previamente anticipado. Tampoco esperaríamos que el mercado accionario alcanzara su máximo histórico, al igual que lo han hecho otros mercados como el inmobiliario. Pero seguimos lejos de regresar a la normalidad prepandemia. Hemos visto disrupciones sin precedente en múltiples cadenas de valor.

La falta de chips semiconductores afecta tanto a la industria automotriz como a empresas como Apple, justo cuando la elevada demanda por iPads y laptops refleja la necesidad de estas para trabajar y estudiar desde casa. Hay escasez de contenedores para enviar mercancía. El precio del acero y del cobre está por los cielos y han aumentado 40% los precios internacionales de alimentos.

En Estados Unidos, la tasa de desempleo se mantiene en 5.9%, a pesar de que montones de empresas de todos los tamaños solicitan trabajadores desesperadamente, ofreciéndoles compensación elevada y prestaciones atractivas. Tendremos más claridad sobre el balance entre oferta y demanda laboral cuando en septiembre se agote el pago de desempleo de emergencia.

Por lo pronto, estas condiciones introducen presión inflacionaria. Se encarecen los insumos y la mano de obra. La oferta padece múltiples cuellos de botella, mientras que la demanda refleja la fortaleza que proviene de la masiva inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal, y de estímulos fiscales sin precedente. Por ello, vemos inflación anual de 5.4% en EU en junio, la más alta desde 2008.

La pregunta es si la Reserva Federal dejará de inyectar liquidez en la economía estadunidense. Hoy lo hace al ritmo de 120 mil millones de dólares cada mes. Por una parte, hay inflación, pero es posible que buena parte de esta se modere cuando las cadenas de valor se estabilicen, mientras el desempleo sigue elevado (potencialmente moderando la presión salarial).

El acertado y masivo estímulo protegió la base industrial y de servicios de EU, y esta economía ha mostrado extraordinaria capacidad para adaptarse al nuevo entorno. En 2020 surgieron 4.5 millones de nuevos negocios y empresas.

Pero mientras la economía más grande del mundo se recupera, 150 millones de seres humanos regresaron a las filas de la pobreza en otros países. El estímulo económico en países industrializados asciende a alrededor de 25% del PIB, mientras que en los que no lo son fue entre 2% y -4% (México está entre quienes menos han provisto). Nunca ha habido más estados fallidos en forma simultánea, ni un mayor ataque a las democracias acompañado del resurgimiento de regímenes totalitarios. Dos de las mayores fuentes de prosperidad en la historia, la globalización y la urbanización, se han revertido peligrosamente debido a la pandemia.

Por si hiciera falta más incertidumbre, seguimos inmersos en una carrera entre vacunas y variantes. El esfuerzo de la industria farmacéutica ha sido descomunal. Pfizer habrá expandido 20 veces su capacidad para producir vacunas, de 200 millones al año, antes de la pandemia, a 4 mil millones en 2022. Pero, ante el surgimiento de nuevas variantes, enfrentará un dilema moral. Se estima que la robusta inmunogenicidad de su vacuna empieza a declinar ocho meses después de su aplicación.

Un refuerzo, es decir una tercera inyección, la incrementaría entre cuatro y cinco veces. ¿Deben priorizar esta nueva inmunización antes de vacunar a países que siguen sin vacuna alguna? No hacerlo pondría en riesgo la recuperación estadunidense que es tan importante para otras economías, la nuestra en primera fila.

Esto no se acabará hasta que vacunemos al grueso de la población mundial. Mientras más nos tardemos, más crece la probabilidad de variantes resistentes, y de que enfrentemos un entorno global más volátil y peligroso.

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