Coahuila

Publicado el lunes, 3 de noviembre del 2025 a las 04:40
Saltillo, Coah.- No tratamos de evitar el sufrimiento ajeno, nos conformamos con no verlo.
No presenciar la lenta muerte de los peces, ni escuchar el alarido de los puercos mientras se desangran; no atestiguar el momento en que el león come las vísceras de su presa cuando esta aún respira, ni mucho menos ir al matadero a escoger nuestros propios cortes de res.
Somos depredadores, pero no nos gusta sabernos victimarios.
Quizá por eso haya tantas voces en contra de la Fiesta Brava, porque más que proteger a un animal defienden su derecho a no mirar: no presenciar el momento en el que se ve a la muerte de frente.
El arte de lidiar toros
El actuario Francisco Miguel Aguirre Farías, mejor conocido como Pancho Miguel, ganadero y experto en tauromaquia, ha investigado por años el arte de lidiar toros, y ha descubierto el sentido más primitivo de esta lucha.
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El toro es una presa, no es un depredador”, afirma, “y al ser una presa, su principal defensa debería ser correr, pero el toro no corre, el toro ataca”.
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Lo que hemos hecho desde hace muchos años es cruzar bravo con bravo para que el toro salga bravo, y de esta manera le transmitimos genéticamente que su mejor defensa es el ataque”, explica.
El toro no distingue el rojo ni es provocado por el capote o la muleta, simplemente, al ver a su depredador, ataca, y lo hace dependiendo de los movimientos que haga el torero.
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Si entendemos eso, ya entendemos toda la fiesta”.

Una tradición malherida
A 10 años de la prohibición de las corridas de toros en Coahuila, en Saltillo, hace unos días se comenzó a desarmar la Plaza de Toros Fermín Espinosa Armillita, que no era particularmente bonita, como sí lo era su antecesora hecha enteramente de madera; esta era funcional, armable, inaugurada en 1992 y cerrada en noviembre de 2015, cuando ofreció su última presentación, hace 10 años.
Pero, más que lamentar la demolición, que dará paso a la construcción de un moderno complejo multiusos con capacidad para más de 6 mil personas, Pancho Miguel lamenta la estocada con la que dejan malherida a la tauromaquia en la tierra del mejor torero de todos los tiempos: Armillita.
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Para nosotros los taurinos es una tristeza echar abajo, no sólo la plaza, sino una historia completa aquí en Saltillo, y una tradición que yo espero que no se termine con esta demolición”, expresa.
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La Fiesta está prohibida aquí en Coahuila, en la tierra de Armillita; todo México, a cualquier lado que vayas, habla de Armillita como el mejor torero de México, y en algunos casos, del mundo y de toda la historia; pero por temas políticos que nada tenían que ver con la Fiesta, se prohibieron los toros y ahora la demolición de la plaza”.

Tradición que une
Pancho Miguel es autor del libro Embestida, Ni al Rojo Ni al Movimiento: la Teoría del Depredador y su Relación con las Técnicas de Toreo, que desde su presentación en España se instauró su enseñanza en todas las escuelas de toreo.
En este sentido, el experto reconoce que quizá el mayor error ha sido asumir que la gente sabe, que conoce los pases que se realizan con la muleta, que saben qué es una “Verónica” o una “Chicuelina”, o el capote de brega o la faena, y esto ha hecho que no conecten con la Fiesta Brava.
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El torero debe ser un sabio: cada movimiento que hace el torero le manda una señal al toro, y esa señal el toro la percibe, y embiste de acuerdo con lo que el torero quiere que haga, pero el torero tiene que saber qué está haciendo”, explica.
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Son miles de técnicas que el torero debe tener en la mente y cada toro es diferente; además, hay que saber que el toro nunca ha sido toreado: se debe torear solamente una vez porque aprende los engaños, va aprendiendo y si va a otra plaza, va a matar al torero”, explica.

Cómo entender al toro
Y en su afán por comprender el comportamiento del toro, de entender sus movimientos y sus decisiones frente a su depredador, el actuario se volvió etólogo, y observó al toro desde su nacimiento: su convivencia, su vida al aire libre, y descubrió su inteligencia, esa que lo hace aprender de los movimientos de su enemigo, y responder.
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Un animal de carne vive en corrales y a los seis meses lo estamos matando, mientras que el toro vive cinco años con todos los cuidados, veterinarios, vacunas, alimento: es un rey, vive libre, y ese rey hace que toda su familia viva bien, porque por un toro se tienen alrededor de ocho que dependen de él; es decir que, en una ganadería, si tú tienes 20 toros es porque hay 80 animales más, y el toro es el único que va a la plaza”, detalla Francisco Miguel Aguirre.
Si no lo vemos, no existe
Pero no se trata de convencer a nadie, dice respetuoso, aunque sí sería bueno salir de esa burbuja antinatural en la que queremos que los animales se vean como caricaturas y se vistan como humanos.
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Yo creo que lo único que nos conecta con la muerte, que es parte de la vida, es este espectáculo, es lo único que nos conecta y no lo queremos ver, porque sabemos que nos va a pasar, de alguna u otra manera nos vamos a morir, y no lo queremos ver, porque creemos que si no lo vemos, no existe”.

Sólo una propuesta…
El experto propone, con temor a la antipatía de los taurinos, la opción de no banderillear al toro, no dañarlo ni dejarlo malherido, sólo sortearlo, lo cual sería muy complicado, pero todo sea para preservar la tradición.
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Es algo físico lo que lo están quitando, y más que lo físico a mí me interesa que regrese lo histórico, lo de fondo, eso es lo que a mí me gustaría, y no porque se tumbe a una plaza se va a acabar la Fiesta”.
Pasión y amor por los toros
Aguirre Farías es saltillense, su padre fue un gran conocedor del toreo y desde pequeño lo llevó a las plazas; cuando cumplió 7 años le regaló un traje de luces, lo vistieron y salió al ruedo, en donde le regalaron una ovación que lleva en el corazón.
Su afición por los toros y el amor a su hija, quien le pidió que la enseñara a torear, lo llevó a comprar su propia ganadería, El Nuevo Colmenar, y juntos llevaron los toros de lidia a las plazas más importantes del país: México, Guadalajara, Aguascalientes, y en todas dieron la vuelta al ruedo.
Hoy, sus nietos también quieren aprender el arte y Pancho Miguel reconoce el valor que esto implica: pararse frente a un animal forja el carácter, el temple y te hace fuerte; porque no se trata de salir a matarlo, se trata de entenderlo, respetarlo y dignificarlo.

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