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Publicado el martes, 23 de diciembre del 2025 a las 04:01
París, Fra.- Una petición lanzada por un empresario busca proteger a los mercadillos “al estilo francés”, con sus frutas, verduras o quesos, inscribiéndolos en la lista del Patrimonio Inmaterial de la Unesco, como sucedió con la baguete en 2022.
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Los mercadillos al estilo francés se distinguen por su variedad de productores, artesanos, comerciantes, por su material armonizado y una gestión muy estructurada. Son también lugares abiertos a todas las clases sociales, que fomentan el vínculo social y la proximidad”, argumenta a EFE Sébastien Bensidoun, el promotor de la petición.
Bensidoun, director de una empresa que gestiona mercados en París y en Estados Unidos, busca apoyos para blindar un tipo de comercio con orígenes en la antigüedad que se popularizó desde la Edad Media. Sin embargo, cayó en una crisis existencial tras la irrupción de las grandes superficies en la década de los 50 del siglo 20.
El mercadillo de Daumesnil, en el distrito 12 de París (sureste), es heredero de la tradición medieval. En torno al bulevar de Reuilly, los puestos de venta, uniformados con unos toldos de color rojo y blanco, se suceden: fruteros y verduleros, queseros, carniceros, pescaderos.
La clientela varía según el día de la semana. En Daumesnil, que se monta dos veces por semana, hay más jubilados los martes y más jóvenes y familias los viernes. El puesto familiar del frutero-verdulero Jimmy Spelle está estratégicamente situado en el inicio del mercado. “Estamos aquí desde 1974, primero fueron mis abuelos, luego mis padres y ahora yo”, cuenta Spelle a EFE.
El colorido punto de venta de Spelle, que en esta época del año casi invernal está teñido del naranja de las mandarinas, el rojo de las manzanas o el verde de las peras, tiene un trasiego a media mañana.
¿Por qué hay gente a la que le gusta todavía ir a los mercadillos? “Muy fácil, hay más convivencia, más relación con los comerciantes que, por ejemplo, en una gran superficie, en la que ni te miran a los ojos”, responde el frutero, quien se levanta a las 4:00 de la mañana para poder organizar la ida al mercado de abastos, el de Rungis (el mayor de Europa), y su regreso para descargar la mercancía.
Para Spelle, una designación de los mercadillos como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad serviría para atraer “a más gente a este tipo de comercio.
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