Saltillo.- Julio Torri se queda en casa, pues el premio literario que reconoce a los autores de narrativa breve reveló que dos saltillenses –ciudad natal del miembro del Ateneo de la Juventud– ganaron las dos categorías con las que cuenta: Obra Inédita y Literatura Digital.

La primera cayó en las manos de Alan Argüello (Saltillo, 1990), quien se hizo acreedor a los 50 mil pesos del certamen con su libro El Jardín de los Prodigios, que inscribió bajo el seudónimo de Jósef Walczac.

El libro fue elegido porque “el tono sostenido del texto, ya que los cuentos ofrecen desde distintas perspectivas, una exploración realmente sobre el cuento breve, sin caer en lugares comunes y exaltando con belleza, inteligencia y sarcasmo el giro de la brevedad, resultando en un texto redondo sin dejar de lado las herramientas del lenguaje”, según explicó ayer durante la revelación, Ana Sofía García Camil, titular de la Secretaría de Cultura (Sec), que a través del área de Cultura Escrita, organiza el premio.

En esta ocasión el jurado estuvo conformado por la poeta y novelista Mariel Curiél-Ferman, y los escritores Antonio Ramos Revillas y Bernardo Fernández “Bef”, quienes de forma unánime optaron por premiar la colección de relatos breves de Argüello, cuya plica correspondió al número siete, tal como constató el notario público Luis Fernando Valdés Cabello.

El autor, que se alzó de entre 21 libros, estudió Filosofía en la Universidad de Querétaro, ha publicado en Tierra Adentro, y sus textos aparecen en las antologías Perros, de Ediciones Sherezade, en Chile, y Obsesivos, de Infinita Editorial, además edita el fanzine Ciencia Ficción Chida.

Mundo de bits
La segunda categoría, en cambio, es un viaje por el mundo virtual, una concatenación de bits e imaginación que dieron paso a El Grito que no Puedo Escuchar, obra de literatura digital creada por el también saltillense Marco Antonio Arellano Arredondo (1989), quien se dedica a los videojuegos.

La obra destacó por “usar la interfaz del videojuego para explorar posibilidades artísticas y estéticas”, así como “diversas diferencias históricas y los vínculos entre las personas y máquinas”, así El Grito que no Puedo Escuchar bebe “de la tradición de la ciencia ficción clásica” convirtiéndose en un medio para “reflexionar sobre circunstancias presentes”, según comentó Mariana Delgado, directora del Centro de Cultura Digital (CCD) de la Ciudad de México, institución colaboradora de esta categoría, y cuya página albergará el proyecto ganador.

Los jurados que eligieron la obra de Arellano Arredondo fueron César García Campos, Miltón Läufer y Nohelia Meza, quienes además eligieron a tres menciones honoríficas que destacaron de las otras 52 obras: Bestiario Marino, de Lidya Cota y Abraham Truxillo; Bastardo, de David Núñez, y Tecnomineralia de Horaci Warpola y Daniel Bautista.

Fue Salvador Álvarez, director de Cultura Escrita, quien destacó que “este premio está orientado a un público joven que está experimentando, está creando y siendo atendido. Y que por sus propios medios, y a veces con el apoyo institucional, logran una carrera literaria, pero no solamente una carrera literaria formal, como lo estamos diciendo, sino también en un contexto y un espacio digital que permite la expansión de la expresión, que permite atender unos nuevos públicos. Una parte de artistas con los que no necesariamente tenemos siempre la relación directa y están creando siempre desde sus herramientas”, dijo.